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‘1 de abril… y entonces sucedió que…’, por José Luis Fortea

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forteaJosé Luis Fortea

 

 

1 de abril……………..y entonces sucedió que……..

……. En 1993, fallecía a las 15.30 horas de aquel jueves, en la habitación 601 de la clínica Universitaria de Navarra, en Pamplona, a los 79 años, don Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona, hijo del rey Alfonso XIII, y padre de SM el rey don Juan Carlos I, en donde permanecía ingresado desde hacía casi siete meses, y más concretamente, desde el pasado día 16 de septiembre.

Vuelve a darse la curiosa circunstancia coincidente con la reseña de ayer día 31 de marzo, dedicada al fallecimiento del monarca Felipe III, que siendo don Juan el tercero en el orden sucesorio, tras sus hermanos Alfonso y Jaime, alejado por tanto como destinatario de los derechos dinásticos de la casa real española, acabara siendo poseedor de los mismos, tras una serie de hechos que favorecieron esta reubicación, como así resultó ser.

Había nacido un viernes, día 20 de junio de 1913, en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso de Segovia, hijo del rey de España Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia de Battenberg, sexto hijo de siete, dos féminas y cinco varones y el tercero en el orden sucesorio.

Cuando en 1931, en las elecciones municipales tras conocerse que en las principales ciudades se habían impuesto las candidaturas republicanas, la noche del 14 al 15 de abril, Alfonso XIII y su familia abandonaron el país. El día 14 se declaró la segunda república española y doce días después, el rey huido era acusado de alta traición.

Es entonces, cuando encontrándose en el exilio, el 11 junio de 1933, el primogénito, Alfonso, contando por aquellos días con 26 años de edad, solicita de su padre la autorización para poder contraer matrimonio con Edelmira Sampredo y Robato, una cubana de padres españoles, de profesión modelo, que al no encontrarse vinculada a casa dinástica alguna y en virtud de la “pragmática sanción” de Carlos III de 1776, que desautorizaba la celebración, entre los miembros de la realeza, de los llamados matrimonios morganáticos (de rango social desigual), y siendo denegada por este, obliga al enamorado infante a renunciar por amor y por escrito de sus derechos dinásticos y el de sus sucesores, para la celebración del mencionado enlace, que se llevó a cabo ese mismo verano en la localidad suiza de Lausana y que tras cinco años acabaría en divorcio, entre la “puchunga” (“mi amada, mi amorcito”, que así era como era llamada en familia) y Alfonso hijo.

Valiéndose de esta renuncia Alfonso XIII solicitó a su segundo hijo, el infante don Jaime, que hiciera lo propio, ya que este no le veía capacitado para poder llevar a cabo el desempeño normal de las funciones regias, al haber perdido totalmente el sentido auditivo, desde los cuatro años de edad, tras una doble intervención quirúrgica, siendo aceptada esta petición paterna en un primer momento y de buen agrado, rehusando a los susodichos derechos el día 23 de junio de 1933, aunque dieciséis años después, intentaría invalidar este acto.

Queda pues el infante don Juan, a sus 20 años recién cumplidos, como titular y heredero de esos derechos que le confieren, en el caso de ser restaurada la monarquía en España, ser declarado rey con el título de Juan III.

 

Con el estallido en julio de 1936 de la guerra civil española, don Juan intentó formar parte del ejército sublevado del general Franco, solicitando ser admitido como soldado entre sus filas y poder de esta manera luchar contra quienes hacía cinco años les habían obligado al exilio.

En diciembre de 1936, le escribe una carta al general, en la que disculpándose por lo que dice ser una –“manera impremeditada, el haber intentado formar parte de las tropas”- , le aseguraba comprender y entender las razones que le habían impedido esta incorporación. Estaba claro que su deseo era dejar constancia de su adhesión de lo que él llamaba –“la noble empresa de salvar a España”-

El día 1 de abril, de 1939, (un día como hoy de hace 78 años ), finaliza este triste pasaje de la historia de la guerra civil española, que durante casi tres años enfrentó a los españoles, instaurándose un régimen al que, en sus comienzos, siguió apoyando, quizás pensando en una pronta restauración monárquica.

Dos años después de haber concluido esta, y en pleno proceso de reconstrucción, don Alfonso XIII, abdica en favor de este, el 15 de enero de 1941 (falleciendo apenas un mes después, el 28 de febrero en Roma). Viendo el inmovilismo con el que el nuevo régimen trataba el asunto este de la monarquía, acabó por impacientarle, comenzando prontamente a desmarcarse, y a finales del año siguiente, en un periódico suizo “Le Journal de Génève” se hacían públicas unas manifestaciones suyas conocidas como “el manifiesto de Ginebra”, en las que aseguraba que la monarquía en España, volvería a ser restaurada, y que su anhelo era ser el rey “de todos los españoles” que una vez reconciliados pudieran vivir en común, presentando de esta forma a la monarquía, por vez primera, como una “alternativa” política al instaurado régimen, desde hacía ya tres años, rompiendo definitivamente con este, el día 19 de marzo de 1945, mediante el conocido como “manifiesto de Lausana” pidiendo al mismo Franco, dejara paso a la monarquía tradicional, ese “instrumento de paz y de concordia.

La reacción del general Franco fue inmediata. –“Mientras yo viva nunca seré una reina madre”-.

La ruptura entre ambos era ya un hecho, máxime, cuando se promulgaba la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, en virtud de la cual, de modo vitalicio se confería esta al Caudillo reservándose el derecho a designar sucesor “a título de rey o de regente”, en cualquier momento. Ley que sería fuertemente criticada por Juan de Borbón, rechazando esta, mediante el conocido Manifiesto de Estoril.

Fue entonces, viendo peligrar la continuidad de la institución de la monarquía, cuando decidió realizar un cambio de estrategia respecto a sus relaciones con Franco, produciéndose el encuentro entre ambos a bordo del yate Azor, frente a las costas del golfo de Vizcaya, el día 25 de agosto de 1948, en el que se acordó que el hijo de don Juan, se educaría en España bajo la tutela del general, quien contando con 10 años, llegaba a España un 7 de noviembre de 1948, y que tras una intensa formación académica, sería oficialmente declarado sucesor, veintiún años después, el 19 de julio de 1969, y proclamado como rey de España el 22 de noviembre de 1975, si bien no podía considerarse rey a don Juan Carlos I hasta que se produjera oficialmente la expresa renuncia y formal por parte de quien legalmente disponía de estos derechos adquiridos, reconocidos en la figura de don Juan de Borbón, quien abdicó en la persona de su hijo en 1977, el 14 de mayo, en una íntima ceremonia celebrada en el Palacio de la Zarzuela, guardando para sí, el título de “conde de Barcelona”.

Y a pesar de haber sido rey sin corona, por su gesto de haber sabido ceder para perpetuar la monarquía en España, renunciando con ello a su coronación, sabiendo ceder con habilidad el testigo hacia su hijo, está enterrado en el Monasterio de “El Escorial”, con honores de rey de España.

Dejo un breve enlace de 1.01 https://youtu.be/KzTRlJ4MMy8

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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