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’10 de mayo … y entonces sucedió que …’, por José Luis Fortea

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forteaJosé Luis Fortea

…………en 1996, en el monte Everest, el más alto del mundo con sus 8848 metros sobre el nivel del mar, tuvo lugar uno de los sucesos más trágicos, hasta el día de hoy, de sus ascensos a la cima, cuando aquel viernes 10 de mayo de hace hoy veintiún años, acabaron perdiendo la vida ocho montañistas, entre quienes se encontraban algunos directores y guías con una más que amplia y contrastada experiencia.

Ubicado en el continente asiático, en la cordillera Himalaya, entre el Tíbet y Nepal, los nepalíes lo llamaban la “frente del cielo” (Sagarmāthā) y los tibetanos “la madre del universo” (Chomolugma), para los europeos hasta el año 1865 era conocido como el Pico XV y desde ese año, atendiendo la recomendación solicitada por el topógrafo británico de la Royal Geographical Society Andrew Scott Waugh, pasaría a ser denominado como el Monte Everest, en honor al topógrafo galés de la India George Everest, que por aquellos días contaba con setenta y cinco años de edad y que le había precedido en el cargo.

La primera subida a la cumbre con éxito tuvo lugar después de cuarenta y ocho días de ascenso, a través de una nueva ruta, por el denominado Collado Sur, cuando a las 11,30 horas de la mañana del viernes 29 de mayo de 1953  el sherpa nepalí Tenzing Norgay y el alpinista neozelandés Edmund Hillary, miembros de la expedición dirigida por el general de brigada del ejército británico John Hunt, coronaban este, el mismo día que el mencionado Sherpa cumplía los treinta y nueve años.

Tras cuatro intentos previos fallidos por distintas expediciones, desde aquella primera en 1922 y con trece fallecidos a lo largo de estas, eran los primeros en pisar la cima y regresar vivos al campamento base. Los periodistas, ávidos por saber quién de los dos había sido el primero en “poner el pie” en el punto más elevado de toda la Tierra y llevarse la gloria, y ante la insistencia sobre este hecho, el oficial John Hunt, zanjó el asunto contestando aquello de;

-“No insistan, forman un equipo, llegaron juntos”-

Y es que para la culminación de las escaladas y el éxito de las mismas, como en la mayoría de las aventuras de montaña, estas dependen fundamentalmente de una labor de equipo y de un alto grado de cooperación entre sus integrantes así como la asistencia, ayuda y colaboración esencial que facilitan los pobladores de las regiones montañosas del Nepal, los llamados Sherpas. Y esto bien lo sabía Edmund Hillary, quien dedicaría unan gran parte de su vida en ayudar al pueblo sherpa del Nepal a través de su fundación, creada siete años después de aquella gesta, en 1960,   http://www.himalayantrust.co.nz/”.

Desde aquel éxito haciendo cumbre las expediciones se multiplicaron, y máxime desde que la siguiente organizada por Suiza, tres años después de esta, en 1956, llevara a su cumbre con éxito a cuatro alpinistas más.

Cuando en 1988, el montañero neozelandés Rob Hall conoce a Gary Ball, también  neozelandés y amante de las escaladas, se proponen realizar el ascenso de las llamadas “siete cumbres” en siete meses, empezando a escalar el Everest en mayo de ese mismo año y el macizo Vinson (la más alta del continente antártico en diciembre).

Ante la dificultad por conseguir patrocinios que le facilitasen estos ascensos, deciden crear en 1992, su propia compañía, “Adventure Consultants”, una empresa dedicada a las escaladas guiadas de gran altitud, convirtiéndose en poco tiempo en líder de aquel sector de las expediciones tuteladas.

En octubre de 1993 Gary falleció de un edema pulmonar de altitud (habiendo coronado hasta en tres ocasiones, a lo largo de su vida, la cima del Everest), dejando a Rob Hall al frente de la misma que para el año de 1996 ya había llevado a la cumbre del mismo cerca de treinta y nueve personas, por un precio de alrededor de “sesenta y cinco mil dólares, el intento de ascenso”.

La organizada aquel mes de mayo de 1996 estaba configurada por ocho clientes y tres guías (el propio Hall, el australiano Mike Groom, y el neozelandés Andy Harris). Entre aquellos ocho clientes se encontraba el periodista Jon Krakauer que a sus 43 años, se embarcaba en aquella aventura como enviado especial de la revista Outside, centrada en actividades de aventura y al aire libre.

Pasada la medianoche del viernes 10 de mayo, la expedición inició un intento de ascenso a lo largo del Collado Sur hacia el campamento IV a 6400 metros de altitud (de los nueve campamentos previstos hasta pisar la cumbre), uniéndoseles allí dos expediciones más, que decidieron realizar el ascenso conjuntamente, una la Mountain Madness de Scott Fischer y otra patrocinada por el gobierno de Taiwán y de la India.

En el trayecto algunas de las cuerdas fijas no estaban colocadas, lo cual ralentizó aún más el desplazamiento del grupo. Fischer había pedido a sus clientes permanecer a una distancia invariable, unos de otros, de ciento cincuenta metros, pero aquella larga espera de casi una hora, fue agolpando a la mayoría, creando posteriormente, en algunos tramos peligrosos, los denominados cuellos de botella.

Para que la misión se coronara con éxito y acabar la misma antes de empezar a caer la noche, debería el último de aquellos escaladores encumbrar la montaña antes de las 14 horas (el mismo Fischer, que cerraba su grupo lo hizo a las 15:45, demasiado tarde). Para complicar aún más la situación, una fuerte tormenta de nieve, no prevista para aquel día, hizo su aparición. La temperatura llegó a bajar hasta los -40ºC. En aquellas circunstancias, en pleno descenso, a sus 40 años, como consecuencia del cansancio y un edema cerebral, por la exposición a aquel temporal, fallecía Scott Fischer.

La ventisca de nieve desorientó al grupo y a pesar de la amplia experiencia de algunos de sus miembros llegó a imposibilitar a estos encontrar el camino de regreso hasta el Campamento VIII, situado a unos 7.900 metros. Fue en este descenso “a ciegas”, donde también perderían la vida, por exposición Rob Hall de 35, Doug Hansen de 46 y Andy Harris de 31, la japonesa de 47 años Yasuko Namba, y los tres miembros hindús Tsewang Paljor de 28 años, Tsewang Samanla de 38 y Dorje Morup de 47 (cuyos cuerpos no serían encontrados).

Cuando el Huffington Post Live entrevistó posteriormente, al periodista que sobrevivió a esta aventura, Jon Krakauer, este, en un momento determinado de la misma, llegó a afirmar;

-“Escalar el Everest fue el mayor error que cometí en mi vida. Ojalá no hubiera ido”-

En 2015 vio la luz la película sobre esta tragedia, “Everest”, que en el enlace siguiente podemos visionar el tráiler de su lanzamiento; https://youtu.be/Da9JorOa6yI.

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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