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’13 de agosto y entonces sucedió que…’, por José Luis Fortea

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forteaJosé Luis Fortea

 

 

 

 

……………………………………….. el domingo 13 de agosto de 1961, de un domingo como hoy, de hace cincuenta y seis años, la señora Ida Siekmann, emigrante polaca, enfermera de profesión, afincada desde hacía algo más de veinte años en la ciudad de Berlín, la capital de Alemania, donde había llegado huyendo desde Gorki, su ciudad natal, próxima al condado de Kiwdzyn, ocupada esta por tropas soviéticas momentos previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, se despierta sobresaltada por el inquietante alboroto proveniente desde la tranquila calle en la que vive, en el número 48 de la avenida Bernauer, del barrio de Mitte.

Aquella peculiar avenida había sido arbitrariamente dividida al finalizar la guerra, en 1945, por una línea de color blanca pintada sobre el asfalto, de manera que las viviendas situadas en la parte norte de aquella calle, justo enfrente de la suya, habían quedado adjudicadas a la zona bajo influencia francesa, mientras que su casa y todas las de su acera, quedaban comprendidas, ironías de la vida, en el denominado sector soviético.

Las potencias aliadas, vencedoras de aquella Segunda Guerra Mundial, dispuestas a imponer un castigo ejemplar a la derrotada Alemania, a la que acusaban de haber sido la causante de dos conflictos de alcance mundial, una vez finalizada esta, procedieron a repartírsela, dividiéndola en cuatro áreas de influencia, quedando de esta manera configurados “cuatro sectores de ocupación” (el británico al Norte, el soviético en el Este, el americano al Oeste y el francés en el Sur) siendo Berlín, la capital, ubicada en territorio asignado bajo dominio de la Unión Soviética, dividida a su vez en cuatro zonas más, delimitándose cada una de estas, mediante la mencionada rotulación de unas líneas trazadas sobre el pavimento de sus calles, sin tener en cuenta ninguna otra consideración.

Y si bien al principio la vida de los alemanes en general y la de los berlineses en particular no había sufrido, con aquella cuádruple ocupación, graves alteraciones, más allá de la de saberse pertenecientes, por barrios, a diferentes países extranjeros y los sufrimientos derivados de aquel periodo propio de la postguerra, sus quehaceres diarios transcurrieron con relativa normalidad.

La hermana de la señora Siekmann, Martha que vivía en Lortzingstraße, una vivienda muy próxima  a la suya, perteneciente esta al sector francés, en un trayecto de apenas nueve minutos de un ligero paseo, subiendo por la avenida de Brunnen, le insiste en venirse a vivir con ella y su marido y paliar así la tristeza que le invade por su reciente viudedad, precisamente a principios de aquel mes de agosto de 1961, aunque ella de momento, agradecida, había declinado dicho ofrecimiento.

Los diferentes modelos políticos y económicos que quisieron imponer aquellos cuatro países en sus zonas de influencia llevarían prontamente a la aparición de las primeras tensiones, sobre todo entre la comunista Unión Soviética y el modelo capitalista del resto de las potencias aliadas, produciéndose en 1949 la ruptura definitiva entre estas, al reagruparse los tres sectores correspondientes a Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, negándose la U.R.S.S a perder el “status quo” logrado, en una situación que acabaría por desembocar en la formación de dos Alemanias diferentes, la Federal y la Democrática (que curiosamente a pesar de ser llamada así, quizás era la menos democrática de las dos).

Las frías relaciones, la desconfianza mutua, el recelo político y el distanciamiento propio entre las dos Alemanias traerían consigo el levantamiento, por encima de aquellas líneas marcadas en el suelo, de barreras físicas y una mayor vigilancia, al colocar puestos de control de acceso con alambradas, cercas y empalizadas a partir de 1952.

Y entonces sucedió que, ante la incesante salida de la población del sector oriental hacia el occidental, en el que se estima que entre los años 1949 a 1961 cerca de tres millones y medio de alemanes habían abandonado, precisamente a través de Berlín, la República Democrática y para impedir un éxodo masivo, la madrugada de aquel domingo 13 de agosto de 1961 comenzó la construcción de un muro, que empezaba justamente en los mismos tabiques del edificio de la vivienda de la señora Siekmann, tapiando el portal que daba acceso a aquella avenida, impidiéndole desde ese mismo momento, volver a cruzar aquella calle, hacia el lado occidental.

Custodiado por un contingente de unos doce mil soldados y policías, vigilarán aquella construcción de ladrillo y hormigón que, con el devenir de los años, llegará a medir hasta tres metros y sesenta centímetros de altura, al que los ciudadanos de a pie de la Alemania comunista tendrán prohibido, siquiera aproximarse, a la llamada a partir de esos instantes, Grenzgebiet, “región fronteriza”, que por las noches se encontrará tan fuertemente iluminada que parecerá de día.

La señora Siekmann desde aquel domingo para poder volver a acceder a su pequeño apartamento tendrá que hacerlo por el patinillo interior situado en la parte posterior, ya que el portal y el primer piso de aquel edificio de cuatro alturas, enladrillados, impedían transitar por una calle que sin embargo si podía seguir observando desde las ventanas de su casa, desde donde durante los próximos días mantendrá, a distancia, contacto con su hermana.

Algunos vecinos de los edificios contiguos arrojando previamente sus enseres por las ventanas llegarán a saltar desde sus casas, siendo ayudados, en muchos casos, por el cuerpo de bomberos del lado Occidental que colocando lonas de salvamento amortiguaban la caída de aquellos. Ida Siekmann, ocho días después, viendo como seguían tapiando las ventanas de los pisos inferiores, y con la colocación de cada ladrillo menguando los resquicios de su propia libertad, el 22 de agosto, un día antes de cumplir los 59, sabedora que ese día probablemente sellarían las ventanas de su propio domicilio, se arrojaba por el balcón de su casa, situada en el cuarto piso, hacia aquella calle que como hacía cerca de veinte años, volvía a representar su libertad, pero en esta ocasión, sin tiempo a que llegasen en su ayuda, falleciendo horas más tarde, en el Hospital Lazarus siendo “la primera víctima del muro de Berlín”.

A ella le seguirán otras muertes, como la de Günter Littin, dos días después, el 24 de agosto, de profesión sastre que tenía su pequeño taller en Berlín occidental y ante la negativa de la policía de dejarle acudir a su lugar de trabajo decidió cruzar la frontera arrojándose al “río Spree”, siendo abatido a tiros y falleciendo allí mismo, en el agua, cuando contaba entonces con 24 años de edad. Cinco días después de este suceso, Roland Hoff de 27 años, lo intentaría por el llamado canal Teltow, con el mismo desenlace final, cobrándose aquel año de 1961, nueve muertes más, en un intento por alcanzar la libertad, Rudolf Urban de 47 años, la ukraniana de 80 años de edad Olga Segler, Bernd Lünser de 22 años, Udo Düllick de 25, Werner Probst de 25, Lothar Lehmann de 19, Dieter Wohlfahrt de 20, Ingo Krüger de 21 y Georg Feldhahn de 20 años.

Sin duda, uno de los casos más sobrecogedores fue el protagonizado en agosto ya del año siguiente, por dos jóvenes, Peter Fechter de 18 años  y su amigo de la misma edad Helmut Kulbeik, quienes encontrándose en el llamado Checkpoint Charlie idearon un simple plan de huida, lanzándose a la carrera, intentando alcanzar de esta manera el paso fronterizo estadounidense, que si bien Kulbeik si acabaría lográndolo, no sucedería lo mismo con Peter Fechter que alcanzado en la pelvis por una de las balas disparadas por la guardia fronteriza, acabaría desplomándose muy cerca del objetivo, en un lugar denominado como “tierra de nadie” en el que ninguno de los guardias situados a ambos lados, por temor a ser disparado, acudiría en su ayuda, agonizando y pidiendo ayuda ante los allí presentes, consternados, durante cerca de cincuenta minutos, hasta que un soldado de la República Democrática finalmente se acercó y se lo llevó de allí, aunque para él, ya era demasiado tarde.

La canción de Nino Bravo, “Libre”, está dedicada a este joven y su sueño por alcanzar la libertad y sus ansias de volar. En el siguiente enlace en 3:35, con imágenes de lo acontecido acompañando a la canción mencionada https://youtu.be/SFTGFu91B6E .

Hasta el domingo 20 de agosto ………

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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