Síguenos

Firmas

’20 de mayo… y entonces sucedió que…», por José Luis Fortea

Publicado

en

forteaJosé Luis Fortea

20 de mayo…………….y entonces sucedió que…………

……en 1900, se celebraban en París, los segundos juegos olímpicos de nuestra era moderna, tras lo celebrados cuatro años antes, en la ciudad griega de Atenas, cuyo rotundo éxito alentaron a Pierre Fredy, Barón de Coubertín, como presidente del comité olímpico internacional, a sus treinta y siete años a organizarlos, coincidiendo estos con la exposición universal, que se celebraba ese mismo año en la capital francesa, desde el 15 de abril, intercalando con dicho evento las pruebas previstas desde un 20 de mayo, como hoy, hace 117 años, hasta el 28 de octubre de 1900, viendo así cumplido su sueño de celebrar unos juegos de esta índole, como parisino que era, en su ciudad natal.

Los celebrados en Atenas cuatro años antes, entre los días 6 al 15 del mes de abril de 1896, llamados también juegos de la I Olimpiada habían sido reconocidos como un verdadero éxito, en cuanto a la masiva participación de países y competidores, hasta entonces sin parangón, con catorce naciones y doscientos cuarenta y un atletas (aunque en estos primeros juegos sólo acudieron participantes masculinos) como de aceptación de un público cuya asistencia, aquella semana, llegaría a superar en su cómputo final, los setecientos cincuenta mil espectadores, desbordándose en algunas pruebas todas las previsiones, superando incluso la capacidad del estadio de atletismo Panathinaikó donde se celebraron estos.

En esta ocasión, en lugar de condensar todas las pruebas a lo largo de una semana, se determinó hacerlas coincidir con la Exposición Universal, hasta casi el mes de noviembre, eso sí, recibiendo por ello, en esos cinco meses, la visita de más de cincuenta millones de personas y contando además con la participación de cincuenta y ocho países, pero siendo estos juegos, sin embargo, un verdadero cúmulo de despropósitos, que acabarían por ser considerados como un clamoroso desastre en todos los aspectos.

Uno de los primeros dislates fue el de cambiar el nombre a estos juegos olímpicos para pasar a denominarlos “concurso Internacional de ejercicios físicos y deportivos”.

Este Concurso Internacional, no dispuso de una ceremonia inaugural ni tampoco contó con otra que hiciera las veces de clausura, para aquellos desconcertados participantes (cerca de 1077 hombres, y en esta ocasión con la presencia de 22 mujeres), que carecieron además, para la realización de las pruebas, de un estadio Olímpico como tal.

Los organizadores no dispusieron la construcción de recinto deportivo alguno, por lo que las pruebas llegaron a celebrarse dispersas en más de quince escenarios diferentes, en ocasiones en lugares entre malezas, con desniveles y terrenos irregulares, siendo la inexistente y nula propaganda anunciando las pruebas del mencionado evento que la asistencia llegó a ser muy escasa, máxima de tres mil espectadores durante el primer día de celebración, e incluso en una de sus pruebas, en el debut del cróquet femenino (consistente en hacer pasar una bola de madera por debajo de unos aros clavados en el suelo, golpeándola con un mazo), se registró la venta de una entrada.

Para acabar por completar tanto despropósito, no se realizó tampoco un calendario de pruebas con un orden establecido, ni siquiera que recintos habían quedado habilitados para poder los participantes entrenar.

En las pruebas de lanzamiento fueron los propios participantes quienes tuvieron que habilitar entre ramales una zona apropiada para su realización, teniendo incluso que cortar, estos mismos, algunos árboles del entorno y proporcionar con ello mayor seguridad al público asistente.

Las de natación, al carecer de piscinas de dimensiones necesarias, tuvieron que realizarse a las afueras de París, en un remanso del río Sena, a su paso por la población de Asnierés, en su distrito de Nanterre, en el que la cierta tranquilidad del agua permitía su celebración con las mínimas condiciones.

Sería allí, donde se celebró el primer partido de Waterpolo como deporte olímpico, el primero de naturaleza colectiva, junto al rugby y el fútbol. En estos partidos de waterpolo, las porterías eran barcas situadas de manera transversal a lo ancho del río, en las que cuando en ellas impactaba la pelota los jueces otorgaban un tanto (Se impuso Inglaterra a Bélgica por siete “impactos” a dos). El Waterpolo femenino surgirá cien años después, en las Olimpiadas de Sidney 2000.

Y en aquellas aguas, de igual forma se realizaron competiciones de doscientos metros libres y de algunas que ya no existen, como la prueba de los doscientos metros con obstáculos (consistente en nadar en línea recta esos 200 metros pero pasando por debajo y por encima de aquellos). El claro vencedor de ambas pruebas fue un australiano de veinte años de edad, Frederik Lane, que disputo dos finales, la segunda 45 minutos después de haberse impuesto en la primera.

También se celebró la llamada prueba de los sesenta metros bajo el agua, en la que acabó venciendo el francés Charles Vandeville con una duración sumergido de más de un minuto.

En el remo de dos con timonel, los participantes holandeses, Roelof Klein y Francois Brand, en el momento de proceder al pesaje, comprueban que con su timonel, exceden el determinado como máximo para la realización de la prueba, por lo que buscando por las calles de París, dieron con un chico de peso ligero, entre ocho y diez años que se prestó a realizar esta, resultando los vencedores. Curioso el desenlace final, cuando tras acabar la prueba este niño desapareciera sin dejar rastro y sin conocerse detalles sobre el mismo, siendo hasta la fecha, probablemente el medallista más joven de toda la historia olímpica.

En el deporte del Rugby se presentaron tres países participantes, Francia, Alemania e Inglaterra, siendo el primero de estos quien acabaría siendo declarado vencedor al imponerse a la selección de Alemania por 27 a 15.

En el estadio del velódromo de Vincennes, sin apenas asistencia de público se realizaron los partidos de fútbol, al primero acudieron no más de 500 espectadores.

Y más desatinos, con escenarios repartidos, la Esgrima en las Tullerías, el tenis en la isla de Puteaux.

Tres pruebas que ya no existen a día de hoy y que aquel año fueron olímpicas, las tres sin carrerilla, el salto de longitud, el triple salto y el salto de altura en las que se acabó imponiendo el estadounidense de 23 años Ray Ewry, natural de La Fayette, el mismo día, el16 de julio, en el que se celebraron las tres finales. Curioso caso de superación de alguien que víctima de la enfermedad de la poliomielitis, durante años estuvo en una silla de ruedas. Cuatro años después Sant Louis 1904, reeditaría la misma gesta, tres oros más, (ocho medallas de oro en total)

Algunos tan llamativos y curiosos como el de romper la olla (Cucaña), las carreras de sacos, los concursos de pesca, el juego de petanca, los lanzamientos de globos, o el de volar cometas, entre otros juegos provinciales. Lo primordial era llamar la atención de un público, y hacerlo acudir con ello a los espectáculos.

Destaca en las pruebas de Vallas el americano Alvin Kraenzlein ganador de las cuatro pruebas en las que participó, revolucionando la manera de atacar los obstáculos con una pierna levantada, en un estilo que quedaría permanente desde entonces.

En la prueba de maratón, de los trece participantes tan sólo siete pudieron llegar hasta el final, en un trazado que cambió su itinerario momentos antes de iniciarla provocando la confusión de estos, y en la que algunos se acabaron “perdiendo”

Así fueron estos juegos Olímpicos ridículos, los “Olimpidículos”.

 

Advertisement
Click para comentar

Tienes que estar registrado para comentar Acceder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Firmas

Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

Publicado

en

Cuidar madre Alzheimer
Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

Continuar leyendo