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27 de mayo y entonces sucedió que…, por José Luis Fortea

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……..en 1877 nacía en la ciudad californiana de San Francisco, en el oeste de los Estados Unidos, Ángela Isadora Duncan, alguien (como ella misma dejaría escrito en su biografía) nacida “a orillas del mar”, por lo que no resultaría extraño que siendo hija de una profesora de piano, llamada Dora Grey, y siguiendo el embrujo del ritmo de las olas, mimetizando y adoptando sus armoniosos movimientos, años más tarde fuese considerada como la creadora de la danza moderna.

No sería sólo el compás o el ritmo lo que le llegaría a inspirar el oleaje marino, pues también desarrollaría, ese espíritu indomable que este posee, que la llevaría a los diez años de edad a dejar de asistir a clases de la escuela pública, para dedicarse en cuerpo y alma a su verdadera pasión, el baile, aunque por aquellos días de estilo clásico, el único conocido hasta la fecha, que aunque si bien es cierto le permitía desarrollar su deseo natural de bailar, le disgustaba sobremanera tener que ceñirse, en su opinión, a aquellos movimientos mecánicos, memorizados, rígidos y encorsetados.

Isadora era la menor de cuatro hermanos, de una familia desestructurada, en la que el padre, Joseph Duncan, había sido encarcelado cinco meses después de haber nacido ella, acusado de ciertas prácticas y negocios ilícitos, de dudoso proceder, que incluían varios delitos continuados de fraude bancario, por lo que el núcleo familiar se erigió alrededor de una madre que se dedicaría, para sustentar a la familia, a impartir clases de piano, saliendo de casa desde muy temprano y regresando, a veces, bien entrada la noche.

Para contribuir a los gastos familiares, a los doce años, empezó a dar clases de baile junto a su hermana Elisabeth, seis años mayor que ella, a los niños del barrio, la que a la postre sería la Elisabeth Duncan School, la primera que impartiría clases de danza libre, esto es, alejada del estándar académico imperante en aquellos tiempos, comenzando los movimientos desde el interior y no desde el exterior, adoptando esas rígidas poses mecanizadas, antes de dar inicio a la ejecución, como en el baile clásico.

Y así se presentaría al público con su nueva danza, henchida de una insolente y atrevida naturalidad y un marcado estilo propio, desprovista de calzado, llevando como única prenda una túnica semitransparente, rompiendo con la tradición más pura, con el cabello suelto y sin maquillaje alguno, realizando unos movimientos que imitaban el sensual vaivén de las olas, y la colocación y presencia de las mismas diosas griegas, sin decorados artificiales, únicamente con un telón de fondo, para que fueran mucho más visibles las formas de sus movimientos, desafiando a los críticos clásicos más puristas, abogando por un baile que transmitía mayor libertad de espíritu, mucho más espontáneo, con una ejecución sencilla que llegaría a deslumbrar al público europeo.

Y sería en Europa donde acabaría viviendo los mejores momentos y también los más trágicos de su vida. A sus veintiocho años decidió ser madre, de esta manera tuvo en 1906 una hija, Deirdre, cuyo padre era el productor británico Gordon Craig, y cuatro años más tarde, el día 1 de mayo de 1910, un hijo, en esta ocasión con Paris Singer (el de las máquinas de coser) al que bautizaron con el nombre de Patrick Augustus.

El infortunio quiso que ambos hijos perdieran la vida el 13 de abril de 1913, cuando el coche en el que viajaban, acompañados por su niñera, con su chofer habitual, camino hacia Versalles se precipitase al río Sena, al olvidar el conductor del automóvil poner el freno de mano al ir a reparar una pequeña avería que se le había presentado.

No sería con este medio de desplazamiento el único incidente que tendría la bailarina a lo largo de su vida, porque quiso el destino que ella misma acabara sus días de la misma manera a bordo de un automóvil, en esta ocasión, un deportivo biplaza Amilcar, CGSS, propiedad de la última conquista y amante de Isadora, un piloto de coches dueño de un garaje, un francés con apellido italiano, Vincent Benoît Falchetto, ocho años más joven que ella.

Y de esta forma, el miércoles 14 de septiembre de 1927, a las diez de la noche en la ciudad de Niza, en el Paseo de los ingleses, un deportivo Amilcar rojo se detiene para recoger a una bella mujer de cincuenta años, que viste para la ocasión un vestido del mismo color que el coche con un largo foulard de seda, igualmente de color rojo.

Al arrancar el automóvil el foulard de seda se expande con todo su esplendor, dándole ese toque mágico de elegancia que siempre había acompañado a aquella distinguida dama, que a modo de estela brillante se despliega a su paso, como si de una escolta siguiéndola en un baile se tratara, acompasada en esta ocasión por la vibrante música del rugido que produce el motor del vehículo, obligando a los viandantes a detener su mirada en tan bella estampa.

El conductor no se percata, en su concentración por impresionar a su bella amante, que el aludido complemento de tela de seda fina se ha quedado asido a una de las ruedas posteriores, enredándose en una de las llantas, oprimiendo el cuello de esta, y arrojándola violentamente hacia la calzada, muriendo casi al instante por asfixia, en un movimiento que el destino quiso fuera realizado a modo de despedida de este mundo, como ella siempre fue, elegante, espontánea, natural, y en un acto concluso y final en el momento de echar el telón, curiosamente rodeada de público.

En el siguiente enlace en 1:51 una ejecución de Isadora Duncan; https://youtu.be/uCG1Dw5TUy8

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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