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‘4 de julio … y entonces sucedió que …’, por José Luis Fortea

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……………aquellos pequeños grupos, de unos dos mil quinientos colonos ingleses, censados allá por el año 1624, con el transcurso del tiempo, concretamente ciento cincuenta años más tarde, en 1774, ascendían ya a más de dos millones y medio de habitantes, procedentes no sólo de Inglaterra, sino también de lugares diferentes de Gran Bretaña, como el amplio grupo de pobladores alemanes que se habían asentado en la zona de Pensilvania, de suecos ubicados en la colonia de Delaware y de holandeses que habían adquirido la isla de Manhattan, conformando de esta manera a lo largo de toda la costa bañada por el mar atlántico las conocidas “trece colonias inglesas”.

Los habitantes de estas tierras, una vez eliminado el peligro que suponía para su propia identidad la rivalidad con Francia, en la denominada guerra de los siete años librada entre 1756 y 1763, no estuvieron de acuerdo con la política económica llevada a cabo por el monarca inglés Jorge III, y su pretendida imposición de tributos y tasas, para sufragar el enorme coste que había supuesto la aludida contienda, aumentando el número de quejas de aquellos contra las autoridades británicas, al considerar, en cierta manera, ilegal la posible aplicación de aquellos impuestos sobre sus productos, máxime cuando las propias colonias carecían de representación en el parlamento británico.

Al grito de «no tributación sin representación» (no taxation without representation) se fue generando entre aquellas posesiones un malestar cada vez más creciente, que obligaría a la misma cámara de los Comunes británica a señalar que la representación de sus trece colonias, si bien no era ejercida de manera directa, implícitamente esta era efectuada de un modo virtual, procediendo seguidamente a establecer por primera vez, aquel marzo de 1765, un gravamen especial, mediante la llamada “Ley del Sello” (Stamp Act) que obligaba a que todos los impresos librados a partir de entonces en aquellas tierras, para gozar de oficialidad y por consiguiente de validez, debían ser realizados en papel timbrado con su correspondiente sello fiscal elaborado en la ciudad de Londres.

La celebración de un congreso, llamado precisamente de “la ley del sello”, en la ciudad de Nueva York, llevada a cabo por los representantes de estas trece colonias, supuso, por una parte, además de una primera respuesta conjunta, solicitando la revocación de la medida impuesta, ante lo que consideraban una violación de sus derechos, y por otra, la toma de conciencia de la formación de una gran coalición a modo de resistencia organizada que llegando a bloquear el comercio con su propia metrópoli, haciendo un frente común, conseguirían al mismo año siguiente, el 18 de marzo de 1766, que la referida ley fuese derogada.

Cuando en 1773, de nuevo en relación al hecho impositivo, Gran Bretaña intentase gravar diferentes productos coloniales, entre los que se encontraba el popular té, teniendo lugar en el puerto de Boston los acontecimientos conocidos como el “motín del té”, en el que un grupo de colonos en señal de protesta arrojaron al mar todo un cargamento de este producto, las represalias llevadas a cabo por el gobierno inglés acabarían por tensar las relaciones con aquellas colonias, situándolas al borde de la ruptura, y en 1775 con el comienzo de una guerra, que finalizaría en el año 1783.

Iniciadas ya las batallas de Lexington y Concord, el viernes 7 de junio de 1776, el honorable juez de la colonia de Virginia, Richard Henry Lee, designado por los electores de dicha circunscripción para que les representara en el congreso que se iba a celebrar en Filadelfia, presenta una resolución instando al Congreso, a declarar la independencia de las trece colonias frente a Gran Bretaña.

Cuatro días más tarde, el día 11 de junio, atendiendo dicha propuesta, el Congreso nombra el llamado “comité de los cinco”, al que se le encargó redactar una declaración formal de autodeterminación. El aludido comité estaba conformado por John Adams de Massachusetts, Roger Sherman de Connecticut, Benjamin Franklin de Pensilvania, Robert Livingston de Nueva York y Thomas Jefferson de Virginia.

Después de debatir las líneas generales de la aludida declaración, se encomendó realizar el primer borrador al representante de la colonia de Virginia, Thomas Jefferson, que fue presentado el día 28 de junio.

El jueves 4 de julio de 1776, de un día como hoy de hace doscientos cuarenta y un años, aquel Congreso celebrado en Filadelfia, reunió a los representantes de las trece colonias, declarando el nacimiento de los Estados Unidos de América por doce votos a favor y la abstención de la colonia de Nueva York (cuyos representantes no habían sido autorizados a votar por la independencia, aunque si bien es cierto que una semana después acabarían siendo acreditados a hacerlo por su comité provincial, ratificando entonces esta).

Una conferencia que reunió a cincuenta y seis representantes, de New Hampshire, Massachusetts, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Nueva Jersey, Pensilvania, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, y Georgia, siendo el más veterano con sus setenta años, Benjamin Franklin de la colonia de Pensilvania y el más joven, a sus veintiséis años, Edward Rutledge de Carolina del Sur.

-“Declarando de esta forma;

Nosotros, los representantes de los Estados Unidos, reunidos en congreso general, en el nombre y con la autoridad del pueblo de estas colonias publicamos y declaramos que estas son, y por derecho deben ser, estados libres e independientes”.

El documento fue rápidamente distribuido por todas las colonias, colocado en los ayuntamientos, salones y cafés, y era leído en las iglesias y en todo tipo de reuniones públicas, siendo reimpreso, en su totalidad o por fragmentos, en los periódicos locales.

El mismo día, el rey Jorge III, escribía en su diario un escueto –“Nada importante ha sucedido hoy”– (no cabe duda que hoy en día con lo rápido que circulan las noticias no hubiera escrito tan corta entrada).

Dos de los padres de esta independencia que acabarían siendo elegidos presidentes de los Estados Unidos, Thomas Jefferson de Virginia (elegido como tercer presidente) y John Adams de Massachusetts (segundo presidente), fallecerían un 4 de julio, del año 1826, curiosamente el mismo día que se cumplía el quincuagésimo aniversario de esta declaración. Cinco años más tarde, el mismo día 4 de julio de 1831, fallecía el que había sido quinto presidente, James Monroe.

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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