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Qué pasó

Qué pasó el 5 de abril

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Qué pasó el 5 de abril
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José Luis Fortea

 

 

 

 

Qué pasó el 5 de abril

El 5 de abril…….en 1722, el almirante holandés Jakob Roggeveen de Middelburg, la capital de la provincia de Zelanda de los Países Bajos, a sus 63 años, después de haber perdido el rumbo, descubre en el remoto mar del pacífico, en la Polinesia, una pequeña isla, de diecisiete kilómetros de largo y once de ancho, que no se encuentra en sus mapas, a la que en honor al día del descubrimiento, domingo de Gloria, de Pascua o de resurrección, la bautiza como la “isla de Pascua”.

Cuarenta y ocho años más tarde, el santoñés Felipe González de Ahedo, reconocido como el primero en cartografiarla, le dio el nombre de isla de San Carlos, al tomar posesión de esta en honor del monarca Carlos III, al arribar a bordo del navío de San Lorenzo acompañado este de la fragata Santa Rosalía con cerca de quinientos hombres entre ambas naves, creyendo ser los primeros en llegar a sus costas.

La isla actualmente es una provincia perteneciente a la región de Valparaíso, una de las quince en las que se encuentra dividida administrativamente Chile y a la que los habitantes nativos llamaban Rapa Nui (la gran Rapa) en oposición a la otra isla en aquellas inmediaciones, Rapa Iti (la pequeña isla de Rapa), y cuyo principal elemento característico es la existencia de unas figuras monolíticas conocidas como Moáis, cuyo significado literal es el de “esculturas”, y su nombre completo es el de Moáis Aringa Ora, ”rostros vivientes de los antepasados”, los cuales constituyen el principal reclamo turístico del atolón.

Sobre el origen de estos, cuenta la leyenda que en la lejana isla de Hiva, el rey Hotu Matu’a recibió una noche el aviso de buscar nuevas tierras ya que las suyas, en un futuro cercano, acabarían por hundirse. De esta manera procedió a enviar siete rastreadores en busca de un lugar propicio para poder asentar a su tribu, entre los años 400 al 800, olvidando, según viene recogido en el manuscrito llamado “pua a rahoa”, en la playa, una de estas construcciones, un Moái, teniendo que regresar a por este (lo cual ya evidenciaba la existencia desde entonces de estos levantamientos, hechos en recuerdo de sus ancestros y que después de muertos brindaban de esta manera su protección sobre la población).

Para poder ser erigido por la tribu en un Moái y poder extender el maná de protección sobre esta, había dos posibles procedimientos; uno, siendo el jefe, ya que de esta manera de forma innata y automáticamente era concedido este honor y en segundo lugar, realizando alguna hazaña en grado extraordinario, demostrando continuamente, durante toda la vida, no haber perdido este honor.

A lo largo de toda la isla aparecen más de novecientas de estas colosales obras siendo empleado como material de construcción, la toba o piedra volcánica (rocas ígneas formadas tras el enfriamiento del magma, que es la lava expulsada por el volcán), aunque en sus orígenes también se empleara el basalto en diez ocasiones, y la traquita en otras veintidós.

Una vez concluidos queda el asunto enigmático de su traslado, con un promedio de cuatro metros de altura (algunos con más de veinte metros) y un peso aproximado de cinco toneladas, no debería resultar sencillo el mencionado asunto, aunque parece ser, tras ser barajadas varias hipótesis, la realización de un desplazamiento mediante basculación, de unos cinco o seis grados el más factible, siendo necesario para ello una perfecta sincronización entre los transportadores, barajándose la idea de utilizar unos cánticos que ayudasen a acompasar el momento preciso del despliegue, sin descartar otras opciones como la de posicionarlo de pie o recostado, deslizándolo sobre una base de troncos, colocados transversalmente e incluso, por último, la realización de un complejo sistema de palanca, utilizando para ello los troncos y ramajes procedentes del árbol de la isla, el Hau Hau.

De todos los hallados, cerca de cincuenta y ocho disponen de un singular adorno de forma cilíndrica de color rojizo encima de la cabeza, llamado “pukao”, que vienen a representar un estilo de peinado tradicional polinésico.

Uno de los descubrimientos más asombrosos de los últimos años en relación a estas curiosas tallas, ha sido desvelado por el equipo de la arqueóloga Jo Anne Van Tilburg directora del “proyecto de la estatua de la isla de Pascua” (Easter Island Statue Project, EISP), quienes desenterrando lo que se pensaba que eran únicamente las figuras de unas cabezas, poseían y mostraban cuerpos enteros ocultos bajo la superficie de la tierra.

La deforestación de la isla provocó que sus habitantes buscasen a partir del siglo XVI refugio en sus cuevas, y posiblemente debido a la carestía de recursos naturales, los primeros conflictos internos entre sus habitantes, quienes remotamente alejados de cualquier civilización, atrapados en ella, vieron mermar su población y un cese repentino de estas figuras megalíticas ancestrales. De esta época existe una cueva llamada la “Ana kai tagata” (la cueva de los caníbales), donde como su nombre indica, la situación de hambruna llevó a sus habitantes a la desesperación.

En el poblado de Orongo, los isleños diseñaron una prueba para la distribución de los recursos, bajo el nombre del “culto al hombre pájaro”, en el que los jefes de los distintos clanes, se reunían una vez al año, para decidir que clan mandaría y ejercería su dominio sobre el resto, como forma de evitar la extinción total de sus habitantes.

La prueba, se basaba en una durísima competición, casi suicida, que se iniciaba en un acantilado de más de 300 metros de desnivel, rodeado de un mar infestado de tiburones, coincidiendo con el anidamiento del gaviotín gris, que señalaba el inicio de esta ceremonia. Los jefes enviaban a sus mejores hombres para que descendieran el mencionado desnivel, llevando consigo unas balsas de totora, hechas a mano, que les servirían de ayuda en su travesía, hasta las dos islas del litoral ubicadas a kilómetro y medio de distancia de la costa, donde  luchando contra las corrientes y evitando a los escualos, llegaban a la isla donde anidaban las mencionadas aves, para los Rapa Nui,  de naturaleza mágica, procedentes directamente desde el más allá, enviado por los dioses. Una vez allí, agotados, elevándose a través de sus rocas buscaban los nidos de estos y recogían uno de sus huevos, símbolo de la fertilidad cósmica, y a nado de nuevo regresar.

El jefe del clan del primer guerrero que traía primero el huevo sin romper era el que obtenía el poder de la isla y la distribución de los recursos durante ese año, hasta la siguiente puesta del gaviotín gris, una manera de evitar conflictos de una población que se moría de hambre y que no podían escapar de allí, evitando de esa forma su autodestrucción.

…….en 1886, el periódico Atlanta Constitution de Georgia, revelaba una trágica noticia, en su edición impresa del día 5 de abril, en la que fruto de la jornada del día 1 en el que se celebraba el llamado “April Fools” (su particular día de los inocentes), al parecer una de estas bromas, no fue bien recibida por el burlado, desatándose la fatalidad de un crimen.

El “bromista”, el señor Tom Rogers, advirtió al doctor Mosley de la necesidad de su presencia, a varios kilómetros de distancia, para atender a una joven que estaba muy enferma.

El doctor raudo, cabalgó para ir a ver a la paciente percatándose al llegar el haber sido víctima de un vulgar embuste y engaño. Al regresar, furioso todavía por el mencionado lance y topándose con el burlador, se abalanzó violentamente sobre este, cuchillo en mano, asestándole varias puñaladas, en el rostro, el cuello y casi todo el cuerpo, no deteniéndose hasta haberlo matado.

 

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Qué pasó

Qué pasó el 20 de abril

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Qué pasó el 20 de abril
CELTAS CORTOS
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José Luis Fortea

 

 

 

 

Qué pasó el 20 de abril

……en 1999, en el instituto Columbine de la pequeña ciudad de Littleton en el  condado de Jefferson, en Colorado, dos adolescentes, Eric Harris de dieciocho años recién cumplidos desde hacía once días, al que todos conocen como “Reb” (rebelde), y Dylan Klebold de diecisiete, apodado “el Vodka”, asesinaron a tiros a doce de sus compañeros y un profesor e hirieron a otros veinticuatro.

El instituto, ubicado en el número 6201 de la calle S Pierce que recibe el nombre de la flor típica del estado de Colorado, la Aguileña (Columbine en inglés), había sido remodelado hacía tan sólo cuatro años, en 1995, precisamente el mismo año en el que se habían  matriculado estos dos estudiantes, en unas costosas obras de mejora con una inversión, aproximadamente de quince millones de dólares, que estrenaba aquel curso un renovado recinto, inaugurado hacía ya veintidós años, en octubre de 1973, disponiendo desde entonces de nuevas aulas y contando además con una amplia y reformada cafetería y biblioteca.

Unas semanas antes de estos sucesos, la profesora Judy Kelly, preocupada e inquieta llamó a los padres de Klebold para mostrarles un trabajo de clase en el que narraba como un guerrero solitario que portaba una gabardina, empleando en la descripción de los hechos un lenguaje extremadamente violento, asesinaba a tiros a un grupo de estudiantes de un instituto, haciendo explotar bombas para desviar la atención de la policía.

La mencionada profesora se negó a calificar aquel trabajo antes de hablar con él y con sus padres, haciéndoles ver que desaprobaba tanto las maneras de narrarlo como el contenido de lo acontecido, a lo que el joven en su defensa argumentó tratarse de;

–“Sólo una historia, sin más”-.

Minimizado y zanjado el asunto de la redacción quedando en tan sólo un incidente, al que no se le volvería a dar mayor importancia, ni por el quipo docente ni por los padres que veían en Dylan el comportamiento propio de un adolescente, al que consideraban como un buen chico, quizás algo retraído y tímido pero para nada propenso a ataques de ira o explosiones agresivas y violentas.

Tres días antes de estos acontecimientos, el sábado día 17 de abril, tuvo lugar la fiesta de graduación de los alumnos del último curso. Allí acudía Dylan Klebold acompañado de su amiga Robyn Anderson (la misma que al tener la edad exigida, aportó su carnet de identidad para adquirir las armas que posteriormente utilizarían en la masacre, sin ser consciente del uso que estos le iban a dar). Durante el desarrollo de la fiesta habló de su futuro inmediato, de sus planes para el curso próximo en la Universidad de Arizona en Tucson, donde tenía previsto iniciar sus estudios de informática.

El carácter retraído y tímido de este joven se transformaba cuando entraba en contacto con su amigo Eric, hijo este de Wayne Harris, un piloto de las Fuerzas Aéreas que había conocido once destinos diferentes en doce años, siendo los últimos cinco los de Ohio, Michigan, Nueva York, Plattsburgh y otra vez Nueva York, hasta que en julio de 1993,  se asentarían definitivamente en Litlleton.

En el baile de bienvenida que el Instituto ofrecía a sus nuevos alumnos de aquel curso de 1995, Eric Harris acudió con Tiffany Typher, una compañera de clase con la que coincidía en el trayecto que efectuaba el autobús escolar, y a la que una vez celebrado el aludido evento quiso volver a invitar a salir, recibiendo una negativa por respuesta que le hizo reaccionar de una manera un tanto peculiar para un chico de catorce años, escenificando un suicidio en el que tras aparentemente tropezar y golpearse la cabeza con un una enorme piedra, comenzaba a derramar abundantemente, algo viscoso de color y aspecto semejante a la sangre.

Posteriormente escribiría en el anuario de uno de los mejores amigos que tenía en aquella época, Nathan Dykeman, “Nate”, una de las frases que los adolescentes americanos suelen escribir en sus juegos de internet on line, “Ich Bin Got” (Soy Dios), pero que en este caso ya evidenciaba una cierta actitud de rencor hacía quienes le rodeaban. Una conducta que empezaba a mostrar constantes cambios de humor y episodios depresivos y que acabaron por obligarle a acudir, desde mediados del año anterior (1998), a terapia de control de la ira, y que para dicho tratamiento contra la depresión, le había sido recetado un medicamento llamado Luvox.

El martes día 20 de abril ambos estudiantes no acuden a las cuatro primeras horas de sus cursos lectivos, siendo este hecho poco frecuente al ser alumnos puntuales y responsables. En ese lapso de tiempo compran dos bombonas de propano, en dos estaciones de servicio diferentes, la Conoco Gas Station y la Texaco, para no levantar sospechas entre los trabajadores. A unos cinco kilómetros de distancia del Instituto colocan dos mochilas con pólvora para que exploten y funcionen a modo de munición de distracción.

De esta forma, sobre las 11 de la mañana, Eric Harris estaciona su Honda Prelude en el aparcamiento del centro educativo destinado a los estudiantes de penúltimo curso, no ocupando por tanto su habitual plaza asignada, dirigiéndose desde allí a su taquilla nº 624.

Simultáneamente hace lo propio Dylan Klebold, aparcando su BMW 320i en lugar diferente al que suele ocupar y acudiendo a su taquilla, la nº 837. Ambos ya llevaban encima las armas, camufladas debajo de sus vestimentas, que utilizarían al finalizar el recreo de las 11.15 y todo el arsenal de municiones y bombas de fabricación casera.

Depositan dos bolsas deportivas en la cafetería, cada una con los explosivos y la bombona de propano, junto a unas columnas, sin que nadie se percate de ellas, regresando hacía sus coches.

Todo estaba planeado y organizado desde hacía casi un año. Un plan que se activaba al finalizar el recreo, sobre las 11,17, estallando las bombas de propano en la cafetería y causando la muerte de los casi quinientos alumnos que se concentrasen allí. Los heridos y el resto de colegiales asustados huirían hacía el exterior del centro, en donde les aguardarían los dos chicos con su recortada y una metralleta, abriéndoles fuego.

Pero por la razón que fuere las detonaciones previstas no funcionaron, aunque sí lo hicieron sin embargo parcialmente, una de las dos que habían sido colocadas a modo de distracción cerca de Wadsworth Boulevard y que alertó rápidamente a la policía. Los dos estudiantes al comprobar que el plan previsto no ha funcionado decidieron entrar.

Lanzando bombas de tubo hacía distintas posiciones, abren fuego sobre Rachel Scott que fallecerá y Richard Castaldo que consecuencia de recibir ocho impactos de bala, cinco en la columna, perderá la sensibilidad en las piernas, desatándose entonces el desorden y la confusión. Los dos adolescentes fuera de sí siguen disparando sobre todo aquel que se cruza en su camino, matando a:

Daniel Rohrbough de 15, el profesor David Sanders de 47, Kyle Velasquez 16, Dylan Klebold 17, Lauren Townsend 18, Isaiah Shoels 18, Steven Curnow 14, Daniel Mauser 15, Kelly Fleming 16, Cassie Bernall 17, Matthew Kechter 17, y John Tomlin 16.

En el siguiente enlace se puede observar una grabación de estos dos estudiantes realizada durante el mes de diciembre del año anterior de 1998; https://youtu.be/WhdNNnUuTDQ


Para conmemorar mejor un día como hoy, en el siguiente enlace podemos escuchar la canción que el grupo “Celtas Cortos” en su día publicó bajo el título, precisamente 20 de abril https://youtu.be/wGwZ0a-UCIg

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