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‘9 de abril… y entonces sucedió que…’, por José Luis Fortea

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forteaJosé Luis Fortea

…… en 1904, fallece en París, en el Palacio de Castilla, actual Hotel Majestic, a la edad de 73 años, María Isabel Luisa de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, quien fuera reina de España durante treinta y cinco años, con el título de Isabel II, desde 1833 cuando contaba con tan sólo tres años de edad, al fallecer su padre el rey Fernando VII, hasta 1868, año en el que se produjo la “Gloriosa Revolución” que acabaría derrocándola y expulsándola de España.

El reinado de Isabel II se puede dividir en cuatro fases o periodos, a los que habría que añadir la etapa que abarca desde 1830 a 1843, en el que al contar con tan sólo tres años de edad, fue necesario instaurar una regencia que recaería en su madre María Cristina, la viuda de Fernando VII, de quien además era sobrina suya.

Una regencia que se inició con una guerra que duraría siete años, de 1833 a 1840, conocida esta como la primera “Guerra Carlista”, consecuencia esta de haber desposeído del derecho de sucesión al hermano del rey, Carlos María Isidro de Borbón, al haber firmado la pragmática sanción en 1830, quien para la historia hubiera sido Carlos V.

Para poder ejercer la regencia, la viuda no podía volver a contraer nuevas nupcias, tutelando de esta manera unos derechos regios. Sin embargo, a los tres meses de haber fallecido el monarca, a las siete de la mañana del sábado 28 de diciembre, María Cristina a sus 27 años, contrajo matrimonio morganático (aquel en el que la unión marital se realiza entre dos personas de rango social desigual) y secreto con Fernando Muñoz de 25, sargento de la Guardia de Corps al servicio de Palacio.

La peculiaridad propia de este enlace hizo necesaria la participación del sacerdote Marcos Aniano González, primo del novio, quien recibió licencia y autorización para celebrar una boda de estas características del mismísimo Cardenal Tiberi, nuncio de su Santidad el Papa Gregorio XVI, no exenta de numerosas dificultades.

No fue fácil ocultar a la Corte un suceso de estas características y mucho menos encubrir y disimular los numerosos embarazos de la regente, ya que fruto de esta unión, nacerán hasta ocho vástagos (cinco varones y tres damas) y casi todos ellos antes de declararse la mayoría de edad de Isabel II y ser nombrada reina recién cumplidos los 13. Ya se decía entonces aquello de “la regente es una dama, casada en secreto y embarazada en público”.

Una etapa que dejaría ricas herencias del sabio populacho que con sus coplas, chismes, bromas, canciones y trovadas llegaría a llamar al famoso sargento como Fernando “el Octavo” e inventarse una coplilla dedicada a la regente que decía así;

-“María Cristina me quiere gobernar, y yo le sigo, le sigo la corriente, porque no quiero que diga la gente…. que… María Cristina me quiere gobernar”-

Probablemente de escuchársela a exiliados españoles, el cantautor cubano Ñico Saquito la popularizó años más tarde (en el siguiente enlace esta canción, con una duración de 3.36) https://www.youtube.com/watch?v=61AgRr8SSK0

Es durante estas guerras carlistas cuando en boca de vascoparlantes para referirse a los ejércitos que defendían a Isabel y por consiguiente a la regente María Cristina, los llamados Cristinos, estos les decían Guiristinos (en euskera el vocablo Guiristino significa Cristiano). El mismo Benito Pérez Galdós, en su obra “Zumalacárregui” de 1898 recoge este término de Guiri con el que los soldados carlistas hacían mención de los oficiales gubernamentales que les combatían.

Probablemente el vocablo acabaría por ser utilizado contra aquella madre extranjera y sus partidarios y que posteriormente evolucionaría para designar, principalmente, a aquellos turistas forasteros, aunque sobre este aspecto existen varias y diferentes versiones.

En el siguiente periodo de su reinado, de 1844 a 1854, tras una fugaz regencia de Baldomero Espartero y para evitar una tercera, fue declarada la mayoría de edad de la reina cuando tenía apenas trece años, comenzando esta a gobernar, en la que se conoce como “década moderada”.

De aquella época contaba el embajador de España en París, el teldense don Fernando León y Castillo, quien llegaría a entablar una buena relación de amistad con Isabel de Borbón y Borbón de su etapa en el exilio, que esta se lamentaba de no haber contado en aquel periodo con alguien cercano que hubiera sabido asesorarle, ya que durante el mismo, aquellos que le acompañaron, dándole consejos, no tenían conocimiento alguno de cómo se debían resolver aquellos asuntos de Estado, ni experiencia ni preparación y si disponían de ella la utilizaron en provecho propio.

Fue durante esta etapa, al cumplir los 16 años cuando se acordó su matrimonio con su primo Francisco de Asís de Borbón, del que existen numerosas coplillas despiadadas y del que baste señalar a modo de anécdota que cuando le comunicaron a Isabel que iba a ser desposada con su primo, esta aseguran que exclamó  -“con Paquita!?, No!!”-

Aún así y con todo, oficialmente, el matrimonio tuvo doce hijos, de quienes el nacido en séptimo lugar acabaría reinando en España con el título de Alfonso XII.

Quedó impresionado el diplomático de la arrolladora personalidad de Isabel, de la que destacó su encanto, chispa y simpatía, de mirada afectuosa, con un carácter alegre y un ingenio que llegaban a cautivar a quienes entraban en contacto con ella, aunque obviamente para gobernar sean necesarios otros elementos mucho más precisos y determinantes, y no dejarse influenciar ni manipular de la forma en la que lo permitió.

Finalmente a estos diez años moderados, le siguieron intervalos de periodos de dos años progresistas (1854-1856) y siete liberales (1856-1863) en los que se observan avances y cierta modernización del país (Ferrocarril, Banco de España, Reforma de la Hacienda, creación del cuerpo de la Guardia Civil….) y la crisis financiera del periodo final que acabaría en 1868 con toda una revolución al grito de –“¡Viva España con Honra!”- y su consiguiente destierro, y la abdicación en 1870 en su hijo Alfonso.

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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