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‘España, Mon Amour’, por @JoseSorzano

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José Antonio Sorzano Escavy

Foro de Opinión: José Luis Sampedro

 

Desde ese espacio donde los silentes analistas de la política solemos posicionarnos en orden a sacar unas conclusiones más o menos objetivas de la realidad diaria, observamos que ni todo es tan negro, ni todo tan blanco, sino que el gris es el color predominante en casi todos los temas que acucian a esta piel de toro  llamada España.

      Pero a la vista de la carcoma independentista que amenaza incansablemente a nuestro terruño, creo que a los españoles convencidos nos ha llegado el momento de alzar el tono sin ningún tapujo ni complejo alguno y decir a voz en grito: ¡¡te quiero, España!!

         Si, esa misma España a la que los ataques sufridos antaño en la República  por las “polillas” nacionalistas, llegaron a helarles el corazón a esos intelectuales y compatriotas de innegable rango  y tan poco sospechosos como eran nuestros Machado,  Ortega,  Azaña y tantos y tantos buenos y lúcidos  españoles que la defendieron desde todos los frentes.

        Ya está bien de tantos complejos para desde posiciones de izquierda  gritar sin miedo: ¡¡soy español y quiero a España, joder!! Sin que esos “antiespañoles de salón, sueldo y coche oficial”  nos tachen de “fachas” y demás lindezas, cuando son ellos los únicos que actúan con el ordeno y mando  “talibán” desde que fueron alumbrados por sus ilustres y honorables mamas. 

        Si, a  esa panda de descerebrados trasnochados , como dice el ex ministro socialista José Luis Corcuera, me hubiera gustado a mi verlos en la clandestinidad antifranquista con la Guardia Civil o la policía político-social  pisándoles los talones en la famosa “mina del  Alemán” o en los zulos de las reuniones clandestinas en la época del dictador. En otro orden de cosas, me hubiera encantado igualmente ver a toda esta “tropa” irle a D. Pablo Iglesias, alias el “Abuelo”, fundador del Psoe y la Ugt, con toda esta coña y monserga independentista. Desde luego no sé el lugar exacto, pero seguro que muy cerca no los hubiera mandado D. Pablo.

          

           Y sí ¡¡coño!! Quiero mucho a mi país, sea con monarquía o con república si así lo decidiéramos libremente todos los españoles. Y sí, quiero a mi bandera  sea la bicolor, eso sí,  siempre con el escudo constitucional (no con el pajarraco franquista), o con la tricolor, da igual; siempre y cuando las dos, indistintamente, representara a mi querido país, nación, terruño o patria; esa que se llama y siempre se llamara  España, a pesar de que una pléyade de gilipollas la quieran trocear como una tarta de queso.

           Estos días desde Sotogrande, Jerez  y  Sanlúcar en tierras gaditanas, o en la isla de Mallorca, me he dado cuenta lo bonita, grande y agradecida que es mi tierra y sus gentes de bien; sean de la ideología que sean o piensen lo que les salga de los “cataplines” a cada uno de ellos. Una España donde vascos, catalanes, andaluces, castellanos, gallegos, valencianos, murcianos, en fin, donde españoles de todos los rincones podamos disfrutar juntos de las bondades, excelencias y belleza de nuestra tierra, en compañía de  amigos venidos de muchos rincones del mundo, para que a estas alturas nos vengan los típicos “macheteros” de turno a descabellar, trocear, y joder a nuestro querido toro territorial  llamado España.

         Y sí, a voz en grito para que se me oiga bien en todos los rincones de nuestro país, digo que quiero y mucho a esta España nuestra, así como a todos sus pueblos, lenguas, culturas y diversidades que la forman; desde la modernidad de mi querida Barcelona, hasta la belleza de esa Extremadura que tanto me gusta y quiero. Por no hablar de mi admirado Euskadi, con ese Bilbao en donde  siempre me hubiera gustado haber nacido,  simplemente para “hacer lo que me diera la gana”, como buen bilbaíno de pro.

        Y desde aquí brindo mi recuerdo y homenaje a esos dos grandes catalanes y españoles, Juan Antonio Samaranch y a mi querido y gran amigo, el socialista Pascual Maragall, sin los cuales desde sus respectivas atalayas, el uno como presidente del Comité Olímpico Internacional , y el otro como alcalde de Barcelona, consiguieron traerse en el año 92 la olimpiada a esta ciudad, consiguiendo los votos del resto de los países; pero eso sí, porque justo es decirlo, con  la gran ayuda y apoyo del rey D. Juan Carlos I.

        Y finalmente, yo les recordaría a todos aquellos que ahora usan en su bandera independentista, la Estelada de las cuatro barras rojas y amarillas  procedentes del pendón real de Jaime I, que fue este mismo rey quien dijo después de una revuelta de los moriscos en el Levante de la Corona de Aragón:

           «Nos, ho fem la primera cosa per Déu, la segona, per salvar ESPANYA.     

          ¡¡Coño!! Ahora resulta que este buen rey, nacido en el  Montpelier de la Marca Hispánica, y ahora gran referente para el independentismo incluso en su bandera, allá por el año 1.258 ya hablaba de salvar a la “maldita y pérfida” ESPAÑA.  Esto habría que recordárselo a esa especie de “guapo Adonis” del independentismo catalán, el todopoderoso, Junqueras.  Desde luego, ¡¡tiene cojones la cosa!!

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar madre Alzheimer
Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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