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‘Guardia Civil: Un ejército sin un General de Ejército’, por @JoseSorzano

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José Antonio Sorzano Escavy

Periodista y Abogado

Foro de Opinión: José Luis Sampedro

 

Desde su fundación en 1844 por el duque de Ahumada, para ejercer  fundamentalmente la lucha contra el entonces bandolerismo,  son interminables las transformaciones que los gobiernos y políticos de turno de distinto signo político, han querido hacer sobre este colectivo hibrido entre lo militar y lo policial, sin que hasta ahora nadie haya conseguido cargarse la autentica esencia y contenido de la marca “Guardia Civil”, tricornio acharolado incluido.

          Nadie puede cuestionar que la Benemérita al igual que ha tenido sus páginas más o menos negras,   a sensu contrario creo que  a lo largo de su historia su balance ha venido a ser más que positivo para con  la ciudadanía de nuestro país.

           Si bien, por exigencias del guion de la obediencia debida, en la dictadura franquista  fue uno de los cuerpos policiales mas represores contra la llamada Oposición Democrática, bien es cierto,  justo es reconocerlo, su incontestada  lealtad  al gobierno legalmente constituido de  la II República, en la zona donde esta se mantuvo libre de los sublevados fascistas de los primeros momentos.

        A este respecto, cabria recordar  los nombres de los generales de la Guardia Civil leales a la España democrática de la II República: Pozas, Aranguren y Escobar, así como igualmente a la infinidad de jefes, oficiales, suboficiales y guardias que se mantuvieron  fieles y firmes en defensa de la República legalmente constituida.

       Dicho lo cual, precisamente ese honor y rectitud que late en su interior,  así como  su lealtad a esos principios de servicio al pueblo y la sociedad para la que fue creada, ha hecho que los políticos de cualquier signo jamás se hayan fiado total y completamente de este Cuerpo, a la hora de poder usarlo a conveniencia a modo de un “ejercito de soldaditos de plomo” donde se les pueda colocar y usar a capricho del poder político de turno, según el  trance y circunstancias del momento. He ahí, como llamativo ejemplo,  el último cese del DAO, teniente general Martin Alonso,  me parece a mí que por simplemente perseguir, como era su obligación, determinados casos de  corrupción,  sin esperar que le dieran las órdenes desde  “arriba” para tal fin.

         Para una mejor compresión del análisis, diremos que  la Guardia Civil actualmente es un colectivo militar de primerísimo orden, debido a la experiencia y alta cualificación de sus efectivos  y, sobre todo,  a que numéricamente siempre ha estado rondando la franja entre los 60.000 a casi los 80.000 hombres y mujeres en la actualidad.  Fuerza,  que en la actualidad, militarmente en  efectivos, la convierte sin lugar a dudas en el equivalente a un “ejercito” completo y en toda regla.

         Por lo tanto, hecha esta consideración, no se explica muy bien como una fuerza militar con esta gran cantidad de efectivos,  jamás ha contado con un mando o empleo en consonancia con el número real de hombres y mujeres que tiene  en estos momentos. O sea, dicho de otra manera, contar con  un general de “Ejercito o capitán general de cuatro estrellas”, tal y como le correspondería por derecho propio a un contingente militar de estas características. Ejercito, cuyo máximo mando o empleo en su seno, en la actualidad es el de un teniente general, cuyo mando se correspondería militarmente a un cuerpo de ejército de 30.000 o 40.000 hombres máximo, y no a los casi 80.000 con los que cuenta actualmente.

          De cualquier manera, justo es reconocerlo, que la Guardia Civil desde la instauración de la Democracia ha venido teniendo una evolución más que positiva, yo diría que lenta pero positiva, si la comparamos,  por ejemplo, con los 40 años de dictadura franquista, donde siempre estuvo bajo el mando directo de un teniente general militar (de 3 estrellas) como director general, proveniente siempre del color caqui del ejercito que no del verde. He ahí los ejemplos de los tenientes generales militares: Iniesta Cano, Vega Rodríguez, Ibáñez Freire, Aramburu Topete, Ángel Campano y así un largo etc, provenientes del caqui del ejercito; bajo cuyo mando estaba un general de división del propio Cuerpo  (2 estrellas) como sub director general , y  siete u ocho generales de brigada ( 1 estrella) al frente de sus respectivas zonas.   Circunstancia, quiero pensar, que se ha venido dando por la poca o ninguna confianza que su propia rectitud y honor interno ha venido transmitiendo este Cuerpo a todos los gobiernos de turno, hayan sido de la ideología que fuere. 

         Cabria resaltar, igualmente, que desde el ”Tejerazo” del año 1981, la Dirección General de la Guardia Civil , ha venido siendo ocupada continuamente por un civil; como fue el caso, entre otros,    del mallorquín  Joan Mesquida, que entraba en los cuarteles de Mallorca, hablando indistintamente, sin complejos,  tanto el castellano como el mallorquín cuando tocaba. Creo yo, que como debe de ser.

            Ahora bien, a sensu contrario,  yéndose al extremo contrario, lo que ahora no tiene ningún sentido es que desde los tiempos del ministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba, se haya dotado al Cuerpo con 34 generales, entre tenientes generales (3 estrellas), generales de división (2 estrellas) y generales de brigada (1 estrella), y realmente no cuente  con un general de “Ejercito” o capitán general que, por derecho propio, debería de corresponderle operativamente a este Instituto. 

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar madre Alzheimer
Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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