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‘Lo que se quiere, cuesta’, por @aguedabayarri

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Águeda Bayarri

Después de unas semanas sin escribir, empiezo el post después del partido de tenis del Mutua Madrid Open entre Rafa NadalNovak Djokovic. Ha ganado Nadal, es su octava final en este torneo y rompe una racha, la de siete partidos consecutivos sin ganarle al serbio. 6-2, 6-4 ha acabado el partido y visto así, ha parecido fácil. Visto el desarrollo del partido, también. Jugando en casa y con la superficie de tierra, a priori, Nadal lo tenía todo de cara y sí, todos los factores externos le beneficiaban. También que Djokovic empieza una etapa profesional con un equipo nuevo de trabajo y tiene que adaptarse. Los dos son unos campeones. Pero Rafa Nadal es «nuestra » debilidad. Y digo nuestra, la de todos, porque no conozco a nadie a quien le caiga mal Rafa, a nadie que no admire a Rafa. A ninguna abuela que no le gustaría tenerlo de nieto, madre de hijo y suegra de yerno. Nadal encarna todos los valores del deporte y es una persona joven e íntegra, algo que parece extraño en esta sociedad.

Durante estos días de torneo he visto que han ido acudiendo a la Caja Mágica a ver partidos de tenis bastantes futbolistas. Me gustaría ver en su comportamiento uno igual o similar al trato que tienen los tenistas entre ellos, tanto en las victorias como en las derrotas, en su comportamiento con los aficionados y con los medios de comunicación. El fútbol es «otro mundo » y a mí me gustaría que se pareciera a » este mundo «. Darle normalidad a los comportamientos que son normales. A veces, me encuentro con excepciones que me reconcilian con los futbolistas de élite y con mi profesión. Pero son eso, excepciones. Demasiados comportamientos, gestos y actitudes de futbolistas que no sirven como ejemplo de nada, solo de lo que no se debe hacer.

Y mientras acabo de escribir este post, Rafa Nadal ha ganado su quinto Mutua Madrid Open. Esta vez a Thiem 7-6, 6-4. Y es que Rafa es muy bueno, Rafa es muy grande, Rafa se lo curra y por eso Rafa gana. ¡ Y cómo gana !.

Creo que no es casual que después de unas semanas sin escribir lo haya hecho ahora, justo después de ver el torneo que ha hecho «nuestro» tenista. Y es que se me arremolinan en la cabeza un montón de adjetivos calificativos, todos positivos, con los que alabar el trabajo de Nadal. También me viene a la cabeza el dicho que dice que quien algo quiere, algo le cuesta. La vida son etapas y nos pone «trampas «, a los deportistas además, en forma de lesión, la cuestión es que hay que superarlas. Tanto Nadal como Djokovic han cambiado este año de entrenador y es que a veces para seguir creciendo hay que cambiar lo que a pesar de estar bien, nos mantiene estáticos. La vida como el deporte son retos y hay que afrontarlos partido a partido. Me preocupa la gente joven sin aspiraciones, los estudiantes de 16 años que pese a suspender la ESO pueden pasar a Bachillerato, ese no debe ser el premio a no cumplir el objetivo mínimo del aprobado. Y lo digo yo, que no he sido una estudiante brillante pero sí constante. Por eso sé que lo que se quiere, cuesta. Y por eso admiro tanto a personas como Rafa Nadal, que pese a que a veces algunos nos digan que está mayor, que no va a volver a llegar a una final o a ganar un Grand Slam, nos sigue sorprendiendo, se sigue superando. Y llegará el día que dejará de ganar, pero nunca será por falta de lucha, sacrificio y esfuerzo. Será porque el rival ha sido mejor. Y es que el rival también juega. Así es la vida. 

Y dicho esto, solo me quedan por decir dos cosas: ¡ VAMOS RAFA ! y ¡ GRACIAS RAFA !.

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar madre Alzheimer
Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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