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‘Primeros auxilios emocionales para políticos al borde de un ataque de másters’, por Carmen Sánchez

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Las investigaciones en torno a los títulos universitarios de nuestros políticos se han resuelto, de momento, con las dimisiones de Cristina Cifuentes y Carmen Montón, en ambos casos después de que las lideresas negaran las pruebas que evidenciaban sus atajos académicos. Si esto se convierte en rutina, si caen más políticos traicionados por un pasado de obsequios universitarios, tal vez sea buen momento para establecer un protocolo inteligentemente emocional con el que afrontar la crisis de los másters.

En el caso concreto de Carmen Montón, por hablar de la dimisión más reciente, podemos decir que le ha faltado conectarse con la competencia de la honestidad. La exministra valenciana hubiese actuado con honestidad de haber reconocido, desde el minuto uno, que participó en una trama de favores con la cual obtuvo ventaja frente al resto de ciudadanos. Que en España había ‘titulitis’, vio la oportunidad de sumarse a la corriente… y erró.

Al final un máster falso es una inyección de vitamina para el ego, a éste no le importa tanto lo que se sabe como lo que se aparenta saber. Ese ego se manifiesta finalmente en un exceso de autoestima que pudimos ver nítidamente en Carmen Montón, cuando afirmó aquello de que ella en realidad nunca necesitó ese título en Estudios Interdisciplinares de Género. De nuevo, volvió a errar.

Una conducta de reconocimiento la habría hecho emocionalmente más fuerte a ella y el resto de ciudadanos lo hubiésemos agradecido; además, con ese gesto hubiese practicado la congruencia, que es una competencia emocional, y no el anti-valor de la incongruencia. Cuando una persona se instala en el cinismo tiene una repercusión negativa para ella misma y para su entorno, pues el cinismo es negar la verdad y argumentar para reforzar ese cinismo. Por tanto, después de haber dimitido, Carmen Montón debe aprender de su error y distinguir en qué momentos de su vida practica el cinismo que le ha conducido a esta situación: mientras no lo distinga, continuará reforzando su anti-valor.

Dicho esto, ¿cómo vuelve uno a la vida anterior después de que la trayectoria profesional se le tuerza de semejante manera? Bien, en realidad cuando una persona es honesta le resulta más fácil volver a comenzar, puesto que puede empezar por cualquier cosa que se proponga, ya lejos del escrutinio social, resultándole más sencillo y gratificante aportar valor a la sociedad desde una posición no tan prominente, desde una segunda línea. La honestidad engrandece al individuo por mucho que se retire de los focos.

La alusión a la posición de prominencia es relevante en el sentido de que Carmen Montón, como personaje público, ha lidiado –y lidiará– con fenómenos relativamente modernos incubados en Internet, caso del linchamiento digital o el desgaste moral a golpe de meme. Y aquí hemos de ser rigurosos: ¡ojalá sienta vergüenza y culpa! De ese modo estará en disposición de colocarse en la humildad, en la honestidad y en el respeto a la sociedad. Tendría que decirse a sí misma que se lo merece: no justificar la conducta que le ha llevado a acaparar titulares.

Después, con el paso de los días y el ajetreo informativo, a ojos del ciudadano, Carmen Montón quizás quede estigmatizada por el caso de su máster. En este punto lo emocionalmente inteligente sería seguir esta senda: tomar distancia, ser capaz de reconocer su conducta y utilizar sus capacidades para dar un servicio ejemplar allí donde esté.

Al otro lado, de parte del ciudadano anónimo queda la responsabilidad de seguir penalizando el cinismo de nuestros representantes y seguir en la línea de velar por la honestidad. Antes de tener un acceso de culpabilidad por la crítica vertida sobre el representante de turno resulta pertinente acudir a la siguiente idea: los trapos sucios salen a la luz porque existen. Si quieres que algo no se airee, ¡basta con no hacerlo! En definitiva, pulcritud y honestidad. Ya hay demasiados políticos balbuceando evasivas.

Carmen Sánchez (CEO de Intelema)

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar madre Alzheimer
Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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