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‘Tal día como hoy, sucedió…’, por José Luis Fortea

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José Luis Forteajosé luis fortea

Hoy lunes, tenemos una segunda entrega del “Sucedioque”…con dos acontecimientos destacados, de un día como hoy, 6 de marzo, en el que un proceso judicial, conocido como “el caso Dred Scott” y un “nacimiento que tuvo lugar en Colombia”, acabaron por tener su lugar en la historia.

Y es entonces, cuando “sucedió que”…. Un 6 de marzo …….

……… de 1857, dos días después de haber jurado su cargo como presidente de los Estados Unidos James Buchanan de 65 años, el candidato por el partido demócrata, el décimo quinto en la historia de la Nación, sucediendo a Franklin Pierce, la Corte Suprema emitía una sentencia, en un procedimiento judicial al que se le dio el nombre de “Dred Scott contra Sandford”, o también conocido como “el caso Dred Scott”.

Un proceso que había monopolizado y acaparado toda la atención de la sociedad norteamericana desde hacía casi once años, cuando Dredd Scott, un hombre de color que había pertenecido como esclavo al Doctor John Emerson y que al fallecer este, en 1843, se opuso a ser transmitido en propiedad a la viuda, la señora Irene Emerson, comenzando una batalla legal para que se le reconociera su condición de hombre libre alegando haber estado durante cuatro años, con el referido doctor, en al menos dos territorios, el estado de Illinois y el territorio de Wisconsin (antes de ser declarado como estado) en los que estaba taxativamente prohibida la esclavitud, y por lo tanto, por el simple hecho de haber residido en ambos territorios, durante el periodo alegado, era motivo más que suficiente y justificativo del reconocimiento de su emancipación.

Existía por aquellos tiempos un acuerdo, vigente desde hacía veintitrés años, conocido como el “Compromiso de Misuri” o también llamado “Pacto de 1820”, en virtud del cual los estados abolicionistas y los esclavistas habían delimitado y reconocido aquellos territorios en los que se permitía o quedaba abolida la esclavitud, en un intento por establecer cierto equilibrio entre los once estados del norte que la rechazaban y los once del sur que la defendían. Proporción esta de once contra once que se vio amenazada en 1819, con la incorporación del nuevo estado de Misuri, esclavista y para el que se tomó la aludida solución, de incorporar además, junto a Misuri, el reconocido desde entonces estado libre de Maine, abolicionista, trazándose por el Congreso de los Estados Unidos, sobre el mapa, una delimitación a partir del paralelo 36º 30’ donde la cuestión esclavista quedaba permitida o rechazada, para las futuras incorporaciones. 

Al serle negada por la viuda el reconocimiento de esta libertad, el señor Scott interpuso la consiguiente demanda ante el tribunal local de la corte de San Luis en el estado de Misuri en 1846, iniciándose un largo litigio, con sus sentencias condenatorias y las consiguientes apelaciones, llegando el asunto ante el tribunal supremo, que bajo la presidencia del juez Roger Taney el día 6 de marzo de 1857, dos días después de haber sido investido el nuevo presidente, emitió el fallo, en el que siete jueces negaron el derecho argumentado y dos lo admitían.

En un fallo henchido de controversia, señalaba que el señor Scott, al ser de raza negra y esclavo no era por tanto ciudadano de los Estados Unidos y en consecuencia, no podía presentar demanda alguna ante una corte o tribunal federal, para acabar rematando la misma, haciendo observar que en ningún momento podría habérsele considerado un hombre libre en los estados de Illinois o Wisconsin, porque el congreso de los Estados Unidos no dispone de la facultad para prohibir la esclavitud en territorio alguno, declarando aquel pacto de 1820 y la referida delimitación de la latitud 36º 30’ de forma expresa, inconstitucional.

El destino de Scott Dredd tras diez años de juicios parecía estar sentenciado, pero en mayo, de ese mismo año de 1857, después de pasar en propiedad al señor Taylor Blow, le fue otorgada su libertad, de la que no pudo disfrutar mucho al fallecer quince meses después, a los cincuenta y ocho años, en septiembre de 1858.

Tres años después, en 1861, estallaba la guerra de secesión Americana…….

CASO DRED SCOTT 6 DE MARZO

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        El segundo acontecimiento, sucedió un 6 de marzo, ………………

……. de 1927, entonces era domingo, a las nueve de la mañana, nacía en el que hoy por tanto hubiera sido su nonagésimo (90) aniversario, en el municipio de Aracataca, del  departamento del Magdalena, en la zona norte de Colombia, el hijo de Gabriel Eligio García y de Luisa Márquez, al que pusieron Gabriel José de la Concordia y a quien sus íntimos llamarán Gabito, “Gabo” desde que el periodista Eduardo Zalamea, que será director del periódico “El Espectador”, le nombre de esta cariñosa manera en 1947, cuando Gabriel García Márquez con veinte años de edad, comience a trabajar en la citada redacción, forjándose entre ambos una estrecha relación.

Será en este periódico, arriba mencionado, donde se publicará el 13 de septiembre de 1947 su primer cuento, bajo el título “la tercera resignación”, en el que el protagonista recuerda a sus dieciocho años como el médico le cuenta a su madre la razón que le tiene postrado, desde cumplidos los siete; -“ Señora, su hijo tiene una enfermedad grave: está muerto-“.

Durante estos años, su deseo de ser escritor se vería, en cierta manera, frenado por complacer la aspiración de su padre, que quería que su hijo acabara siendo abogado, aunque finalmente venciera la vocación sobre aquella especie de obligación moral y se impusiera el atrayente sonido, tan peculiar, del martilleo de las teclas en su golpeo contra la cinta entintada al contacto con el papel y el traqueteo del carro de su vieja máquina de escribir, porque era allí donde cobraban vida los personajes de sus novelas, en su “máquina de escribir” que siempre utilizaba hasta bien cumplidos los cincuenta y ocho, cuando en 1985, escribiera “el amor en los tiempos del cólera”, esta vez desde un ordenador, en la que fue, la primera escrita sin su vieja máquina de escribir.

Casado con Mercedes Barcha en 1958, con quien acabará teniendo dos hijos (Rodrigo y Gonzalo) y con quien intentó cumplir el viejo sueño americano, instalándose en la ciudad de Nueva York como corresponsal de prensa, aunque poco duraron en aquel destino, trasladándose, en un viaje eterno, ese mismo año de 1961, habiendo cumplido ya los treinta y cuatro, hasta el país de México, en cuya capital les esperaban, el poeta y novelista también colombiano, Álvaro Mutis (a la postre Premio Príncipe de Asturias en 1987 y el Cervantes en 2001) cuatro años mayor que él, que había fijado allí su residencia desde 1956 y Luis Vicens a quien ya conocía, al haber codirigido con él, en 1954 la película «La Langosta azul» junto a Álvaro Cepeda y Enrique Grau.

A la capital de México, al Distrito Federal, llegan el domingo 2 de julio de 1961, el mismo día en el que Ernest Hemingway a sus sesenta y dos años, moría de un disparo en la cabeza en su casa de campo de Ketchum, en el idílico estado norteamericano de Idaho, por quien García Márquez sentía verdadera admiración, dedicándole al día siguiente de su llegada unas líneas en una emotiva despedida.

Veinte años después, el mismo escritor sobre el  traslado de ese día, diría; -“ llegamos sin nombre y sin un clavo en el bolsillo, el 2 de julio de 1961, a la polvorienta estación del ferrocarril central. Cuánto hemos cambiado juntos, la ciudad y nosotros”-

Será allí, instalados en su nuevo hogar, primeramente en el edificio Bonampak (vocablo maya que significa muros pintados) de la calle de Mérida, en la colonia Roma, para posteriormente habitar una modesta vivienda en la calle Renán 21, de la colonia Anzures, amueblada con un colchón doble en el suelo, una mesa y un par de sillas, para finalmente acabar fijando su residencia en el número 19 de la calle Cerrada de La Loma, en la colonia Lomas de San Ángel, donde acabaría por encontrar ese clima y equilibrio que le procuró la inspiración, entre los años 1965 y 1966, evocando recuerdos de su juventud, perfilando, completando, consumando y coronando la que ha sido considerada como una de las obras más importantes de la literatura en lengua española, “Cien años de soledad”. 

Curiosamente la citada obra fue rechazada por Carlos Barral y Agesta, de la editorial Seix Barral, que fue al primero a quien el escritor entrego su manuscrito, siendo otro español, con nacionalidad argentina, Francisco Porrúa quien en Buenos Aires la publicó, en el mes de junio de 1967, con ocho mil ejemplares vendidos en la primera semana y desde entonces, a sus cuarenta años, con aquel éxito de ventas, vendría su consagración, los premios, los reconocimientos, París, Barcelona, el barrio de Sarriá,  la popularidad, y algún que otro sin sabor, como el acontecido el 12 de febrero de 1976, durante la exhibición privada de la película “La odisea de los Andes” (en España traducida como “Viven”), en el Palacio de Bellas Artes de México en donde al ir a saludar a su otrora íntimo amigo, el también escritor, Mario Vargas Llosa, con quien había coincidido en la ciudad condal, junto a sus esposas, le soltara un directo que le dejó un ojo amoratado.

En el siguiente enlace la noticia que en aquellos días recogió Antena 3 noticias sobre este asunto en 1:09  https://www.youtube.com/watch?v=vb7seEDPqRk

Fuera como fuere, su obra siguió creciendo, viendo la luz en 1981 “Crónica de una muerte anunciada” y llegándole el máximo reconocimiento, el Nobel de literatura en 1982.

……………..  Se nos fue un 17 de abril de 2014 en la capital de México, su segunda patria, a los ochenta y siete años…  ….

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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