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Sorprende a tu mente, de Ana Ibáñez

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Sorprende a tu mente

Sorprende a tu mente es la exitosa obra de Ana Ibáñez. En el libro, la autora asegura que todo lo que hacemos pasa por nuestro control cerebral, por lo que conocer cómo funciona y aprender a desarrollarlo nos dará el poder para influir sobre nuestras capacidades.

Ana Ibáñez es ingeniera superior química, exnadadora de alto rendimiento, piloto de helicóptero y ha trabajado en campos profesionales de alto desempeño.

Sorprende a tu mente

El cerebro se entrena: ¡desarrolla el tuyo al máximo!

Desde respirar —pasando por comer o dormir— hasta la capacidad para razonar, para enamorarnos o para discutir con alguien, todo lo que hacemos pasa por el control cerebral. Nuestro cerebro define quiénes somos y qué potencial tenemos, y entrenarlo para sacarle el máximo partido es posible.

En este libro, Ana Ibáñez repasa los problemas que más a menudo ocupan nuestro cerebro y le impiden dar lo mejor de sí. El estrés, la inseguridad, la ansiedad, el insomnio, la falta de concentración o el descontrol de nuestras emociones a veces parecen vencernos, pero aquí tienes el manual perfecto para ejercitar la mente y superar todos esos obstáculos.

controlas tu cerebro: entrénalo y descubrirás que las posibilidades son infinitas.

Un mejor lugar mental: elige como vibrar

Si algo ha demostrado la neurociencia, una de las ramas más activas del mundo científico, es la asombrosa capacidad de transformación de nuestro cerebro. Tras años ayudando a personas de todas las edades y activas en los ámbitos profesionales más variados, Ana Ibáñez simplifica al máximo las complejidades de la disciplina para así ofrecernos pautas para experimentar con nosotros mismos de forma física y emocional.

«En estas páginas no leerás nunca que para cambiar necesitas «trabajarte» mucho. Quien dice eso desconoce cómo funciona nuestro cerebro. Te lo diré ya: nuestro cerebro funciona con un equilibro entre deber y placer, entre amor y miedo, entre trabajo y descanso. Si quieres que tu cerebro cambie y mejore, lo primero que necesitas es ilusionarlo y convencerlo de que ese cambio es bueno para él.»

Para ello debemos entender nuestra naturaleza (y por extensión, la de nuestro cerebro) como seres vibrantes conformados por cientos de miles de átomos y electrones en constante movimiento. En otras palabras, estamos formados por energía que se transforma constantemente, y la buena noticia es que podemos incidir en cómo lo hace de forma directa: las personas de las que nos rodeamos y nuestros pensamientos influyen. Hay dos emociones básicas que tienen un impacto innegable en nuestros pensamientos y niveles energéticos: el amor y el miedo.

«El amor transforma cualquier tipo de energía en energía vital positiva. No importa que recibas energía negativa, pesada, tóxica, amenazante, del exterior. Si tu corazón genera un campo electromagnético a tu alrededor que vibra en las frecuencias del amor, tú y tus átomos vibraréis en esas frecuencias de amor, y serás tú quien impacte en tu entorno y no tu entorno en ti.»

Pero, ¿cómo podemos medir y trabajar en nuestra energía de forma concreta? Nuestras neuronas se comunican a través de pequeños impulsos eléctricos que llamamos ondas cerebrales, y ahora sabemos que es mucho más fácil y rápido mejorar nuestro funcionamiento cerebral si trabajamos con estas frecuencias que si lo hacemos con la parte química del cerebro. Existen cinco tipos diferentes: ondas hibeta, asociadas al estrés; ondas beta, relacionadas con estados de actividad mental intensa; ondas alpha, mayormente asociadas a estados de relajación; ondas theta, que se dan en momentos de duermevela y calma profunda y ondas delta, que tienen lugar durante el sueño.

«Nos sentimos bien, con equilibrio, bienestar emocional, buen estado de ánimo, capacidad de concentración, buena energía y calidad de sueño cuando nuestro cerebro es flexible para pasar de un tipo de frecuencia a otra en función de lo que nos interese en un momento determinado.»

El miedo: conviértelo en tu herramienta

«El miedo no se supera, el miedo no se elimina, el miedo hay que vivirlo, es la puerta de entrada para hacer algo nuevo. El miedo hay que atravesarlo.»

La novedad siempre es fuente de inquietud cerebral, lo que en otras palabras significa que solemos fabricar miedo cuando nos enfrentamos a lo desconocido. Como seres diseñados para garantizar nuestra supervivencia, no nos gustan los riesgos. Pero la realidad es que las consecuencias negativas de hacer algo, siempre y cuando no pongan en peligro tu integridad física, no suelen ser tan grandes como lo que imaginas antes de hacerlo.

«Es bueno, por eso, resistirse al miedo. Si no lo haces, tu mundo empieza a hacerse cada vez más pequeño. Tu cerebro se vuelve más intolerante a la novedad y te impedirá que te desarrolles en nuevas facetas.»

Tenemos dos miedos básicos, explica Ana Ibáñez: miedo a no ser suficientes y temor a que no nos quieran. Para sobrellevarlos, la autora propone un ejercicio muy efectivo empleado por muchos atletas de élite: visualiza que aquello que te asusta va a tener un final feliz. Cuando imaginamos algo de forma muy nítida utilizando todos nuestros sentidos, engañamos a nuestro cerebro haciéndole creer que esa situación está ocurriendo de verdad. Esto nos ayuda a lidiar con lo imprevisible de forma más llevadera.

La naturaleza de la ansiedad y el estrés

Todos experimentamos ansiedad, pero cada uno la somatiza de forma diferente. Con síntomas comprendiendo sensaciones de opresión, inquietud, preocupación y angustia, y manifestaciones físicas como el insomnio, dolores de estómago o el bruxismo, puede llegar parecernos que es una extensión de nosotros mismos. Pero recuerda: la ansiedad no eres tú, sino algo que te recorre.

«Si sientes ansiedad es porque tu cerebro está experimentando miedo. Nuestros pensamientos y nuestras acciones están determinados por una cantidad enorme de información que, aunque no la veamos a la luz del día, siempre está ahí, igual que las estrellas.»

Nuestro cerebro está formado por tres capas: la reptiliana, encargada de las funciones vitales automáticas; la límbica, que nos dota de contenido emocional, de sensaciones y de recuerdos; y, por último, el córtex cerebral, responsable de que podamos pensar, observar, planificar, anticipar, responder, organizar la información y crear ideas. A pesar de recibir información constante de las tres, solo somos conscientes de la procesada por el córtex cerebral. La ansiedad no es otra cosa que la manifestación de aprehensión por parte de lo que la autora llama nuestro cerebro antiguo, es decir, las capas reptiliana y límbica.

Por tanto, para que tu cerebro deje de fabricar ansiedad necesitas que deje de conectarse con esos miedos que tiene guardados en el inconsciente. Ana Ibáñez propone imaginar al cerebro como un niño asustado al que pretendemos calmar siguiendo unos pasos concretos:

  1. Procura tranquilizar a tu cerebro niño. Para ello, respira profundamente y háblate con palabras
  2. No combatas los síntomas de la ansiedad, pero tampoco te los Empatiza con lo que sientes desde la curiosidad, sin asustarte.
  3. Despista a tu cerebro, ya sea escuchando una canción que te guste, dando un paseo, haciendo deporte o llamando a un ser
  4. Dale Recuérdate las veces que tuviste miedo o sentiste ansiedad y, sin embargo, no ocurrió nada malo.
  5. Ten presente que los retos son la puerta de nuestros grandes logros. Haz que rememore las sensaciones de orgullo y superación que ya ha experimentado alguna vez después de enfrentarse a sus

«A través del esfuerzo consciente de no desesperarte ante la ansiedad, mantenerte en control y obligar a tu cerebro a recordar momentos pasados que terminaron con éxito, estás alterando tus ondas de frecuencia.»

Aunque a menudo se usen como sinónimos, es importante tener en cuenta que la ansiedad y el estrés no son lo mismo. Mientras que el estrés se desarrolla en un tiempo limitado provocado por un estímulo concreto, la ansiedad no necesita que esté presente en ese momento ningún elemento estresante específico. El estrés, además, se diferencia en dos tipos: el negativo, distrés, y el positivo, eustrés. Para emplearlo como herramienta, concéntrate en la recompensa que conlleva la presión que sientes y pone límites temporales tomándote descansos y/o realizando actividades que te sean placenteras. Visualizar que estás en una burbuja es un ejercicio simple pero muy poderoso que activa la percepción tridimensional de nuestro cerebro, lo que a su vez provoca un aumento de las frecuencias alpha, asociadas a la calma.

Emociones VS. Estados de ánimo

«En todos mis años entrenando mentalmente a cientos de personas, no tengo ninguna duda de que la calidad de nuestra vida nos la da la calidad de nuestro sentir emocional y, sin embargo, estamos muy perdidos a la hora de comprender qué sentimos, qué emociones nos invaden, por qué nos invaden y qué podemos hacer para influir en ellas.»

Llamamos inteligencia emocional a la capacidad de reconocer nuestras propias emociones y las de los demás. Pero no es lo mismo hablar de emociones y estados emocionales. Mientras que las primeras son sentimientos instantáneos, superficiales, incontrolables y efímeros, los segundos son profundos y recurrentes. La mayor diferencia entre ambos es que, al contrario que en el caso de las emociones, en los estados de ánimo sí podemos influir.

«Las emociones vienen de los recuerdos que tienes guardados en tu mente y en tu cuerpo. Y cuando tu mente y tu cuerpo traen estos recuerdos al presente, vuelven a generar las mismas emociones que generaron en el pasado.»

En otras palabras, el nivel de energía al que hacemos vibrar a nuestro cuerpo determina las emociones que sentimos. Para controlarlo es suficiente replicar con nuestro cuerpo los gestos y pensamientos que realizamos al sentir despreocupación anteriormente.

Tu potencial es mayor de lo que imaginas: la atención y el desenfoque

«Nuestra atención es esa linterna que va iluminando todo aquello donde posa su haz de luz. Si no lo ilumina, no existe, es un fondo negro.»

Ana Ibáñez recalca que la calidad de tu vida depende de dónde centras tu atención: en función de lo que captes, tu realidad será de una u otra manera. El cerebro precisa calma y energía para concentrarse. Esta última depende en gran medida de tu biorritmo y tu motivación, por lo que escoger los momentos del día en los que vayas a concentrarte de forma estratégica puede significar un antes y un después. Para generar ondas beta, beneficiosas para la concentración, la autora recomienda practicar la respiración alternando las fosas nasales.

«Lo que se sabe es que nuestro cerebro necesita descansos profundos para poder realizar concentración profunda. Por ello necesitamos cambiar de actividad después de un periodo de esfuerzo de concentración para poder descansar y dejar que nuestro cerebro reduzca la producción de frecuencias beta. Y esto pone de manifiesto la razón por la que dormir y descansar bien es un motor poderoso para poder producir concentración.»

Es decir, para lograr una mayor concentración a nivel cerebral también necesitamos poder desenfocarnos y ver la realidad con mucha amplitud de miras. El desenfoque nos permite ver más allá de lo que nuestros sentidos perciben, conectar con la parte inconsciente de nuestro cerebro y nuestra intuición, dar rienda suelta a nuestra creatividad y unirnos de manera más sensible con el entorno. Juega a hacer una lluvia de ideas descabelladas cuando te enfrentes a un problema o realiza actividad rutinaria que tengas automatizada para dejar libre tu mente.

«El exceso de enfoque nos aparta de nuestra intuición y nuestro pensamiento abstracto, grandes fuentes de sabiduría. Solamente cuando eres capaz de abandonarte tranquilamente a un fluir desordenado de ideas permites que tu inconsciente empiece a unir información y te entregue respuestas novedosas.»

El déficit de atención, un sinfín de posibilidades

El llamado déficit de atención con o sin hiperactividad hace sufrir a niños, niñas, jóvenes y adultos; y se ha visto, además, asociado a un estigma cada vez mayor en los últimos años. La autora, sin embargo, está en completo desacuerdo con esa connotación negativa.

«Tienen una capacidad extraordinaria, es decir, muy superior a la media, para poder percibir aspectos de la realidad que pasan desapercibidos para el resto de la gente. Dicho de otra manera: no tienen déficit ni escasez de atención, lo que tienen es una atención extraordinaria y desbordante. Entonces, ¿por qué se llama déficit de atención? Pues porque se confunde la atención con la atención sostenida o concentración.»

La dificultad de un cerebro con TDA o TDAH para concentrarse no ocurre siempre, sino solo cuando no se le deja elegir el destino de su concentración. Tu mente encuentra energía y motivación cuando realizas algo para lo que tienes talento de forma innata, ya sea visual, auditivo o kinestésico. Se pueden alcanzar enormes resultados trabajando en conseguir un estado de calma y en aumentar la motivación. Es por ello por lo que la autora aconseja recurrir al entrenamiento cerebral antes de optar directamente por la medicación.

«Dale una buena razón a un cerebro desenfocado para que se enfoque y no solo se enfocará, sino que creará algo extraordinario.»

La autoestima: el origen de todo

«Sentirnos queridos es mucho más que un deseo, es una necesidad vital.»

Si no te aprecias y dudas de tu derecho a estar en el mundo, tu cerebro interpreta que estás en peligro. Y, debido a que almacena toda la información emocional recibida desde que nacemos, es imprescindible sanar el pasado y la autocrítica negativa proveniente de las heridas de la infancia. Esto requiere que tu cerebro tenga flexibilidad, lo que se logra equilibrando por un lado presente y pasado y, por otro, éxito con fracaso.

Emplea el perfeccionismo como un aliado y no como un enemigo que te limite: el secreto está en educar tu mente para que considere como «perfecto» el disfrute de los talentos personales, de desarrollarse sacando lo mejor de uno y de aceptar que no todo es controlable.

«Solo por ser tú eres querible. No creas que debes ser de otra manera para ser querible, siempre lo eres. Otra cosa es que puedas mejorar, desarrollarte, evolucionar y que haciéndolo te hagas más feliz a ti y a los demás, pero nada de ello cambia el hecho de que de base eres querible, siempre.»

Quién es Ana Ibáñez

Ana Ibáñez es ingeniera superior química, exnadadora de alto rendimiento y piloto de helicóptero. Ha trabajado en campos profesionales de alto desempeño dirigiendo equipos en España y a nivel internacional.

Desde 2011 está ligada a su pasión, la neurociencia, investigando los últimos avances en este campo para lograr la optimización cerebral. Ana es una de las únicas trainers de técnicas y tecnología de neurociencia en España especializada en alto rendimiento cerebral. En sus centros MindStudio, en Madrid, realiza entrenamientos para el alto rendimiento y bienestar mental de niños y adultos, así como a equipos directivos de empresas en todo el mundo y equipos deportivos.

Es conferenciante y divulgadora habitual.

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Cómo combatir la soledad

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Cómo combatir la soledad

Combatir la soledad puede ser un desafío, pero hay varias estrategias que puedes probar para mejorar tu situación y sentirte más conectado. El miedo a la soledad es una experiencia común y puede tener varias raíces psicológicas y emocionales.

Algunas razones por las cuales la soledad puede generar miedo:

  1. Necesidad innata de conexión social: Los humanos son seres sociales por naturaleza. Desde tiempos antiguos, la conexión con otros miembros de la tribu o comunidad era esencial para la supervivencia. La soledad, por lo tanto, puede activar instintos de alarma en nuestro cerebro, ya que históricamente la falta de conexión social podía significar peligro.
  2. Temor al rechazo o abandono: El miedo a la soledad puede estar vinculado al temor al rechazo o al abandono. Las experiencias pasadas de rechazo pueden llevar a la ansiedad social y al temor de quedarse solo.
  3. Presión social: En muchas culturas, existe una presión social para encajar y ser parte de un grupo. La soledad puede percibirse como un fracaso en cumplir con estas expectativas sociales.
  4. Autoconocimiento y reflexión: La soledad a menudo nos enfrenta a nosotros mismos y a nuestros pensamientos más profundos. Para algunas personas, este autoexamen puede ser incómodo o desafiante, y prefieren distracciones externas para evitarlo.
  5. Estigma social asociado con la soledad: La sociedad a menudo estigmatiza la soledad, asociándola con la tristeza, la depresión o la falta de éxito. Este estigma puede hacer que las personas teman ser vistas como solitarias.
  6. Dependencia emocional: Algunas personas dependen emocionalmente de la presencia constante de otros para sentirse valoradas o seguras. La idea de estar solo puede generar ansiedad debido a la dependencia emocional.
  7. Cultura contemporánea de conectividad constante: Vivimos en una era de hiperconectividad a través de la tecnología, y la idea de desconectarse socialmente puede ser percibida como inusual o incluso amenazante.

Es importante señalar que no todas las personas temen la soledad por las mismas razones, y la intensidad del miedo puede variar según la personalidad, las experiencias de vida y otros factores individuales. Abordar este miedo puede implicar reflexión personal, autoaceptación, desarrollo de habilidades sociales y, en algunos casos, buscar apoyo profesional.

Cómo combatir la soledad

  1. Establecer conexiones sociales:
    • Busca actividades locales, como grupos de interés o clubes, donde puedas conocer a nuevas personas con intereses similares.
    • Únete a clases o talleres para aprender algo nuevo, lo que te permitirá conocer a personas con intereses comunes.
    • Participa en eventos comunitarios o voluntariado.
  2. Mantener relaciones existentes:
    • Cultiva y nutre las relaciones existentes. A veces, el simple hecho de fortalecer los lazos con amigos o familiares puede ayudar a combatir la soledad.
    • Programa regularmente encuentros con amigos o seres queridos, ya sea para tomar un café, dar un paseo o simplemente charlar.
  3. Utilizar la tecnología de manera positiva:
    • Mantén el contacto con amigos y familiares a través de llamadas telefónicas, mensajes de texto o videoconferencias.
    • Únete a comunidades en línea que compartan tus intereses. Las redes sociales pueden ser una herramienta valiosa si se utilizan de manera positiva.
  4. Desarrollar nuevas habilidades sociales:
    • Trabaja en el desarrollo de habilidades sociales. Practicar la empatía, escucha activa y habilidades de comunicación puede facilitar la construcción de relaciones más sólidas.
  5. Cuidar de ti mismo:
    • Dedica tiempo a actividades que disfrutes y que te ayuden a mantener un equilibrio emocional.
    • Establece metas personales y trabaja en su logro, lo que puede brindarte un sentido de propósito y logro.
  6. Buscar ayuda profesional:
    • Si la soledad se vuelve abrumadora o persistente, considera hablar con un profesional de la salud mental. Un terapeuta o consejero puede proporcionar apoyo y orientación.
  7. Adoptar una mascota:
    • Tener una mascota puede proporcionar compañía y afecto, y también puede brindar una estructura diaria.
  8. Practicar el autocuidado:
    • Asegúrate de cuidar tu bienestar físico y mental. La soledad puede aumentar el estrés y la ansiedad, por lo que es importante cuidar de ti mismo.

Recuerda que cada persona es diferente, y lo que funcione para uno puede no ser la solución para otro. Experimenta con diferentes estrategias y encuentra las que mejor se adapten a tu personalidad y situación. Además, ten paciencia contigo mismo durante este proceso.

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