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’14 de abril … y entonces sucedió que …’, por José Luis Fortea

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José Luis Fortea

………. en 1931, el mayoritario triunfo de las candidaturas republicanas en cuarenta capitales de provincia, de aquellas elecciones municipales celebradas el domingo día 12 de abril, manifestaban claramente el deseo de hacer efectivo un cambio de régimen político de una monarquía que había gravitado y se había amparado, en exceso, en una dictadura, desde aquel golpe de estado en septiembre de 1923, en primer lugar con el general Miguel Primo de Rivera, y en segundo lugar, en un intento desde la misma Corona, por revertir tardíamente aquella situación, con la denominada “dictablanda” de Dámaso Berenguer, precipitando los acontecimientos y declarándose aquel martes día 14 de abril instaurada la Segunda República Española.

Cuando el general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja dimitió, el 28 de enero de 1930, tras seis años de dictadura, con sesenta años de edad, enfermo y sin contar ya, con el apoyo del monarca, de quien para demostrar que estaba por encima de él solía repetir aquella frase de –“a mí no me borbonea nadie”-, los representantes de los partidos republicanos ya estaban gestando una reunión para emplazarse en San Sebastián en agosto de ese mismo año y adoptar las maniobras necesarias para acabar con una monarquía que había coqueteado demasiado con el cese de las garantías y libertades constitucionales.

La muerte en París de Primo de Rivera tan sólo cuarenta y siete días después de su dimisión, el 16 de marzo, transmitió aún más la sensación de que aquella había sido, más que una decisión impuesta por el monarca, un abandono de quien hacía seis años aceptó ser el garante de una estabilidad política basada en el autoritarismo, haciéndose evidente entre las diversas corrientes políticas dos posicionamientos cada vez más definidos, entre quienes estaban a favor o en contra del rey.

Y a pesar del intento tardío de Alfonso XIII de encauzar y enderezar aquella situación política, nombrando en la presidencia del gobierno a otro militar, Dámaso Berenguer y Fusté,  jefe del Cuarto Militar del rey, con la misión de traer de vuelta la normalidad constitucional, en un gesto tan banal como fugaz, que acabaría con su dimisión y la de su gobierno en bloque en tan sólo un año, en febrero de 1931.

Con el nombramiento del almirante Juan Bautista Aznar-Cabañas en sustitución de Berenguer y la inclusión en el gobierno de algunos líderes liberales y conservadores, en un empeño en dar salida a la difícil situación creada, entre quienes se encuentran dispuestos a pactar con los republicanos y aquellos que por el contrario argumentaban la necesidad de resistir utilizando incluso, si fuera menester, hasta la Guardia Civil, se convocan elecciones municipales para el domingo 12 de abril.

España entera interpretó que el resultado de aquellas elecciones municipales, como preámbulo a otras para Cortes Constituyentes que se realizarían posteriormente, en realidad eran un plebiscito sobre la misma monarquía.

A las cinco y media de la tarde de aquel domingo 12 de abril de 1931 cuando se iban recibiendo los primeros datos sobre estos comicios, el ministro de la gobernación, don José María de Hoyos y Vinent señalaba, acusar favorables impresiones de las informaciones que procedían de las poblaciones pequeñas, pero tildaba sin embargo de desastrosas las de los pueblos importantes y de las capitales de provincia.

Los resultados iban llegando y los recuentos arrojando nuevos datos, en Bilbao 35 concejales antimonárquicos frente a 11 monárquicos, en San Sebastián 31 a 8, en Valencia y Sevilla 32 a 18, “A Coruña” 34 a 5 y en Albacete triunfan también los antimonárquicos 22 a 10, y en Alicante 25 a 9, Badajoz 20 a 12, Barcelona 39 a 11, Madrid 30 a 20, Castellón 26 a 4……………… en algunas capitales de provincia se imponen las candidaturas monárquicas, como en Cádiz 40 a 0, y en Baleares 32 a 9, Ávila 12 a 7, Burgos……..

Al día siguiente lunes día 13 de abril, a eso de las diez y media de la mañana el presidente Juan Bautista Aznar al entrar en la residencia oficial del monarca, el entonces Palacio de Oriente (en el actual Palacio Real de Madrid), para despachar junto a los miembros de su consejo de ministros y analizar, entre otros asuntos, los resultados electorales, es abordado por un grupo de periodistas quienes entre otras cuestiones le preguntan si “considera que con estos resultados electorales es posible que haya crisis”, ante la que respondería lanzando otra cuestión;

-“¿Qué más crisis puede haber que la de un país que se acuesta monárquico y se despierta republicano?-“

A las seis y media de la mañana del martes 14 de abril la corporación municipal recién elegida de la ciudad Armera de Éibar (Eibar) hace ondear desde el balcón central de su ayuntamiento la primera bandera tricolor republicana. Sobre las cinco de la tarde de ese mismo día 14 se fueron sumando otras, bandera que será adoptada por decreto de la presidencia del gobierno provisional de la República con fecha de 27 de abril de 1931.

El mencionado decreto disponía, el establecimiento de una nueva bandera de tres franjas de igual tamaño en el que se incluían al rojo y amarillo tradicional, un tercero, el morado, que según la historiadora Mirta Núñez Díaz-Balart, fue tomado este de la             –“reivindicación de los comuneros castellanos del siglo XVI, que fueron los del pueblo contra la tiranía del poder”-

Y así, se recogía que;

-“se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España”-

Esa misma noche del día 14 de abril, Alfonso XIII y toda la familia real, abandonaban el país hacía el exilio. Dos días después se hizo público el siguiente manifiesto del rey Alfonso XIII;

-“Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo.…………………..Mi conciencia me dice que ese desvío no será definitivo, porque procuré siempre servir a España…………Un rey puede equivocarse, y sin duda erré yo alguna vez, pero sé bien que nuestra patria se mostró en todo tiempo generosa ante las culpas sin malicia……..Soy el rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil. No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósito acumulado por la Historia, de cuya custodia ha de pedirme un día cuenta rigurosa……………….mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real y me aparto de España, reconociéndola así como única señora de sus destinos”-.

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