Científicos han desmontado el mito que gira en torno a la ingesta de agua, que «nunca debe alcanzar los dos litros al día». El consumo debería ser «a demanda», vigilando el color de la orina y el agua que se ingiere a través de los alimentos, como las frutas y las verduras. El exceso de líquido provoca enfermedades cardíacas, aunque «una leve deshidratación también es contraproducente».
La creencia popular indica que hay que beber dos litros de agua al día, lo que equivale a ocho vasos, y puede llegar a obsesionar a las personas con la cantidad real que están bebiendo. Sin embargo, expertos en ciencias médicas y deportivas han desmontado este mito y han alertado de que consumir mucho líquido puede ser contraproducente.
Una de las cosas que no tienen en cuenta estas afirmaciones es que los alimentos también tienen una cantidad elevada de agua. Verduras como la coliflor y la berenjena están compuestas por un 92% de agua, por lo que todos los expertos consultados por Daily Mail coinciden en que hay que beber “cuando se tenga sed”.
Karen Dwyer, subdirectora de la Facultad de Medicina de Deakin University (Australia), sostiene que el mejor indicador del nivel de hidratación es el color de la orina, que “debe apuntar a un color amarillo claro” y que el riñón “pedirá beber más cuando se esté secando”.
Vincent Ho, profesor y gastroenterólogo en la Western Sydney University (Australia), sostiene que “las únicas personas que deben aumentar la ingesta de líquido son los que tienen ciertas enfermedades y los que viven climas muy cálidos”. De acuerdo con esto, Jon Bartlett, de la Universidad Victoria de Melbourne, indica que las necesidades son “individuales” y dependen de “las actividades cotidianas, la salud y el clima”.
Tuby Mündel, de la Universidad de Massey en Nueva Zelanda, incluye en estas necesidades especiales “el tamaño corporal, la cantidad de sudor u orina y el estado de la persona (embarazo o lactancia)».
Los investigadores también alertan de que ingerir un exceso de líquido puede provocar enfermedades cardíacas, aunque una leve deshidratación “puede afectar negativamente el rendimiento mental y físico”.