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La lluvia empapa la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París

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El cielo se rebeló

El cielo se rebeló y desató su furia. El diluvio privó a París de su hora dorada, pero no impidió que mostrara lo mejor de sí: su belleza, historia y cultura. Mientras las aguas del Sena, emblema de una vieja Europa en aparente desvanecimiento, se confundían con las del cielo, la capital francesa logró ofrecer al olimpismo sus escenarios más monumentales, transformados en un estadio al aire libre.

Casa Real

Un final impresionante

El final de la ceremonia fluvial fue lo más impresionante: el relevo final de la antorcha, con Zinedine Zidane y Rafael Nadal, y el encendido del pebetero olímpico, acompañado por el Himno al amor de Édith Piaf, cantado por Céline Dion. Un cierre impecable tras cuatro horas de espectáculo francés con guiños a la historia, la revolución, las tradiciones y la música, con toda la grandiosidad habitual del país, pero también con un toque original y moderno.

Inicio del baile olímpico

El barco griego inició el baile olímpico desde el puente de Austerlitz, el kilómetro cero de los seis, con los colores de la bandera francesa y La foule de Édith Piaf, que abrió y cerró el acto.

Las actuaciones

El equipo de refugiados olímpicos siguió, esta vez con Serge Gainsbourg de fondo. Luego vinieron las actuaciones de Lady Gaga, la maliense Aya Nakamura, más de Piaf, Imagine de John Lennon, Maurice Ravel y Carmen de Bizet. Hubo acróbatas y bailarines de rosa, como La vie en rose, cancanes del Moulin Rouge, coros militares, raperos y drag queens en una pasarela de moda. Sonó La Marsellesa y, al anochecer, se encendió una nueva luz sobre el río.

El recorrido por el Sena

En ese recorrido de seis kilómetros por el Sena se hallaban los puntos cardinales de lo que es Francia y Occidente: la Catedral de Notre-Dame, el Museo del Louvre, Los Inválidos con la tumba de Napoleón, y la Torre Eiffel. A estos cuatro puntos se añadió el deporte, en el centro.

Los discursos

Hubo breves discursos del presidente del CIO, Thomas Bach, y de Paris 2024, Tony Estanguet. Este último saludó la «gran historia de amor entre Francia y los Juegos». «Cuando amas los Juegos, no te dejas impresionar por unas gotas de lluvia», dijo. Emmanuel Macron dio por inaugurados los Juegos entre pitidos.

El desfile de los atletas

Por el agua, y sobre todo bajo el agua, desfilaron más de 7.000 atletas de los 10.500 convocados en los Juegos, en 85 barcos de 205 delegaciones.

La lluvia inesperada

Hacía semanas que no llovía así en la capital. No paró durante casi cuatro horas de espectáculo, solo dio tregua al final, como si quisiera dar espacio a la voz de Céline Dion, quien lleva años fuera de los escenarios por un cáncer. De todos los problemas previstos, la lluvia fue el que menos preocupó. Se impuso, revolucionaria, porque París también es eso. Meses de inquietudes culminaron en este enorme desafío de hacer una ceremonia olímpica en el río: la contaminación del agua del Sena, la inseguridad, la amenaza terrorista… Que la ceremonia de los Juegos fuera un éxito era crucial para lo que comienza ahora: ceder parte de esos escenarios a las pruebas deportivas.

Distinción francesa

Francia siempre ha querido distinguirse: en los Juegos de 1900, los primeros que acogió, participaron mujeres por primera vez, y los de 1924, hace un siglo, fueron los primeros con una villa olímpica.

Un desafío cumplido

El desafío de salir del estadio y abrirse al mundo parecía una locura. Han sido años de preparación, bajo la dirección del escenógrafo Thomas Jolly, encargado de diseñar el acto. Asistieron un centenar de jefes de Estado, entre ellos los Reyes de España. Se esperaba acoger a un millón de espectadores, pero se redujo a unos 320.000. Había varios planes en caso de ataque inminente, pero no fue necesario activarlos, ya que el dispositivo, el mayor desplegado en la capital, convirtió ese espacio en una burbuja segura.

Seguridad y colaboración internacional

Se cerró el espacio aéreo y en las calles había unos 45.000 agentes, propios y extranjeros. Se pidió ayuda a 45 países, que aportaron sus efectivos. También ondearon sus banderas a su manera, no sobre el Sena, pero sí para garantizar el espectáculo en el escenario irrepetible y algo apocalíptico del diluvio parisino.

 

 

 

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