València, 24 may (EFE).- Liudmyla Kuzner llegó a València procedente de Ucrania el 26 de marzo para que su hijo pudiera seguir aquí un tratamiento oncológico, y aunque agradece la hospitalidad y atención que reciben y le encanta la ciudad, está deseando volver a su casa, en Leópolis, donde ha dejado a su marido, familia y amigos.
Esta mujer lo ha dejado todo para viajar a València junto sus dos hijos, Lukian, de 8 años, y Sviatoslav, de 4, para que el mayor tenga la oportunidad de seguir en el hospital La Fe el tratamiento contra el cáncer que padece y que no podían garantizarle en Ucrania tras la invasión rusa, iniciada hace justo tres meses.
Los tres llegaron en un avión procedente de Varsovia junto a otras trece familias con menores en tratamiento oncológico, y aquí han sido acogidos por entidades como la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), Aspanion y el Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR).
En una entrevista con la Agencia EFE, Liudmyla afirma que cuando tuvo que dejar Ucrania estaba «muy nerviosa y tenía mucho miedo de cómo iba a pasar la vida aquí», y ahora está «muy agradecida de corazón a toda la gente» que la ha atendido. «Nos hemos sentido como bebés a los que llevan de brazo en brazo», reconoce.
Recuerda que un día, al salir del hospital La Fe con su hijo, no sabía «cómo llegar a casa ni dónde estaban los supermercados ni nada», y cuando entró en el apartamento y vio que la nevera estaba llena de productos, empezó a llorar: «No esperaba este gesto tan bonito».
También admite que no esperaba tener que seguir el tratamiento de su hijo en el extranjero, y menos aún tener que hacerlo durante tanto tiempo, y aunque agradece mucho «el trabajo de toda la gente involucrada», está deseando volver a su casa.
Liudmyla sigue las noticias de su país «cada día y cada segundo», pero reconoce que volver en estos momentos no es viable, pues el tratamiento de su hijo no estaría garantizado. Prefiere vivir al día y no planificar nada.
Lo que sí está gestionando, con ayuda del CEAR, es la posibilidad de que su marido se reúna con ella y sus hijos en València. Para ello, ha solicitado la reunificación familiar y se muestra esperanzada en que pueda lograrla, pues le han dicho que hay posibilidades -que no garantías- de que le dejen salir.
Mientras tanto, está a la espera de que CEAR le facilite un apartamento para ella y sus hijos (ahora comparte residencia con otros refugiados atendidos por esta organización), y empieza a entender algunas palabras en español, pero no comprende el significado de todas y sigue funcionado gracias al traductor de Google.
Durante los dos meses que lleva en la ciudad, ha estado volcada en la atención a sus hijos, que no se separan de ella un momento. Ninguno de los dos está todavía escolarizado: Sviatoslav por no estar en edad obligatoria y Lukian por no ser recomendable debido a su estado de salud.
No obstante, Lukian continúa su formación telemática con su tutora de Leópolis, donde ya seguía un plan de escolarización en casa, al no ser recomendable que fuera al colegio.
Afirma que tanto para ella como para los niños la adaptación ha sido complicada. Lo pasaron mal las primeras semanas porque echaban mucho de menos a su país, a su familia y a sus amigos, y aunque ahora están «un poco mejor», siguen sintiendo esa nostalgia por lo que han dejado en Ucrania.
«La ciudad y la gente -en València- son muy acogedores y me gusta mucho», asegura, pero señala que su casa es su casa «y quiere volver», pues cuando llegó pensaba que sería para poco tiempo, y lleva ya dos meses y todavía no sabe cuándo acabará la guerra y podrá volver a su país. Carla Aliño