Cultura
Un viaje por la València de 1936 que salvó a ‘Las Meninas’ de la Guerra Civil
Publicado
hace 2 añosen
Noviembre de 1936. El Gobierno de la II República se traslada a València y con él las obras de arte más importantes del Museo del Prado, cuya seguridad no puede garantizarse en una capital bombardeada.
Comienza aquí uno de los viajes más interesantes de la historia cultural de nuestra ciudad. La aventura de proteger los cuadros más valiosos. De su traslado y posterior ubicación en los enclaves perfectos para su protección. Una historia desconocida por muchos y que recupera el escritor Javier Alandes (Valencia, 1974) en su obra «Los guardianes del Prado». Una novela que cuenta un hecho real y poco divulgado de la Guerra Civil, en un escenario real y que se mezcla con la ficción de manera magistral.
Official Press ha recorrido con Javier Alandes los lugares de la ciudad del Turia que fueron protagonistas de una hazaña única: salvar ‘Las Meninas’ de Velázquez junto a otras obras maestras.
Viaje por los refugios del Prado en València
En Madrid ante la quema incontrolada de templos y la incautación de edificios religiosos y palacios particulares por sindicatos y organizaciones afines a la República durante las primeras semanas de la guerra el gobierno republicano creó la Junta de incautación y protección del Patrimonio Artístico. Entre sus funciones estaba la de incautar o conservar en nombre del estado todas las obras muebles o inmuebles de valor artístico histórico o bibliográfico que corrieran peligro de ruina, perdida o deterioro.
«No trato de hacer una novela de bandos buenos y bandos malos» ni tampoco «un tratado histórico o político», afirma el escritor, quien insiste en que esto es «una novela de ficción histórica y aventuras», aunque más allá de eso, le gustaría que los lectores pudieran «recordar o conocer» este capítulo de la historia de España.
Alandes señala «que un patrimonio de la Humanidad se sacara de un museo para trasladarlo a otro sitio, con los peligros que ello conllevó, es algo que todos deberíamos conocer».
La historia secreta de las obras del Prado en València
«En 1936 cuándo comienza la guerra civil y el gobierno republicano se ve asediado en Madrid, ve la necesidad ya real de instalarse en otra ciudad para que el estado pueda seguir funcionando, para que los ministerios y funcionarios pues seguir trabajando. La ciudad que en aquel momento está más alejada del fragor de la batalla y que está respirando una cierta normalidad es València. El legítimo gobierno en ese momento decide venir a Valencia porque la ciudad contiene los edificios necesarios para poder alojar todos esos ministerios y alojar a todos esos cientos de funcionarios que tiene seguir haciendo que la maquinaria del estado funcione.»
Según el escritor «es en ese momento cuando se toma una decisión que para muchos historiadores se realiza por preservar las obras y que otros apuntan ser una manera de llamar la atención de la comunidad internacional sobre lo que en España estaba ocurriendo -esa sublevación, ese golpe de estado- trayéndose consigo los cuadros más importantes del museo del Prado y cuando decimos los cuadros más importantes, decimos todos aquellos que tenemos en mente: A València llegaron unas 600 obras del Prado, entre ellas «Las Meninas», «Los fusilamientos del 3 de mayo» de Goya o el retrato de Carlos V de Tiziano.
José Lino Vaamonde, arquitecto que trabaja para el gobierno, después de una visita de prospección en València decide que esos lugares que albergaran las piezas sean la Iglesia del Patriarca y las Torres de Serrano.
Torres de Serrano
Una de la puertas de la entrada de la ciudad durante siglos cuando ésta se encontraba amurallada. Además de servir como defensa de València también sirvió como protectora de auténticas joyas de arte. Puerta que da la bienvenida a las Fallas, «las torres de Serrano han visto pasar a lo largo de su historia muchas cosas. Han sido cárcel, puerta de acceso de la ciudad y han sido también depósito de cuadros aunque muchos lo desconozca», indica Alandes.
De los 600 cuadros que llegaron a València, «en las torres se almacenaron aquellos que en el Prado sí venían con cajas para que pudieran ser protegidos y que aquí continuaron con esa protección. La familia de Carlos IV, el Carlos V de Tiziano fueron algunos. Las cajas estaban numeradas y la relación numérica fue de lo más secreta para que tampoco hubiera un vox populi de dónde estaba cada cuadro.»
<<Los cuadros estuvieron protegidos con la paja del arroz>>
Protección ‘valenciana’ de los lienzos
«José Lino Vaamonde tenía mucho miedo a que un bombardero pudiera derribar las torres y los cuadros que almacenaba en su interior sufrieran la caída de cascotes y escombros. Uno de sus ayudantes valencianos -en la novela es el arquitecto Alejandro Santoro- recoge esa preocupación y le propone una solución que fue la primera vez que se empleó (y no se ha vuelto a emplear)»
«José Lino pretendía recubrir esos cuadros con algún material que fuera lo suficientemente ligero pero lo suficientemente denso para que, en el caso de caer cascotes o piedras, no se dañaran las obras. Propuso corcho, sacos de arena pero todos tenían pegas» afirma Alandes. «El corcho era difícil de encontrar en aquel momento y más en esas cantidades. La arena no dejaba de ser piedra y podía dañar los lienzos. Así que su ayudante valenciano le propone utilizar la paja del arroz. Después de la cosecha en València esos restos que quedan de desgranar el arroz, tiene muy poco peso y mucha densidad, con lo que los cuadros estuvieran protegidos aparte de por sus cajas y protecciones de Madrid, por ese material tan valenciano.»
La Iglesia del Patriarca
«En la iglesia del Patriarca estuvieron aquellos cuadros que, por las circunstancias y lo acelerado que fue el viaje, pudieron haber sufrido daños durante el trayecto al no llevar la protección adecuada, debido a que no había cajas tan grandes para protegerlo. Una vez la brigada de conservadores ver museo del Prado llego al patriarca para revisar para revisar el estado de conservación.»
«Y es en ese lugar donde se escondió el famoso cuadro de Velázquez», añade el escritor. «El patriarca es el punto donde vienen los restauradores del Prado porque hay que realizar trabajos de conservación con algunos de ellos.»
Además su salida de Madrid tuvo repercusión mundial como comenta Alandes. «Las Meninas tienen un papel importante porque cuando el gobierno de España decide sacarlas del museo del Prado, la Asociación Europea de Directores de Museos formada por el director de Louvre, el British Museum entre otros, escriben una carta a los gobernadores españoles diciendo que ni se le ocurriera sacar las obras del Prado porque es un peligro. Pero el gobierno español no hace caso porque piensa que el peligro es más evitable sacándolo a Valencia.»
Foto para la historia
«Frederic G. Kenyon era un señor inglés que fue director del National Gallery escribe un artículo en The Times criticando al gobierno español por haber sacado los cuadros. España, a través del embajador español en Inglaterra, le ofreció una invitación a Kenyon para que fuera a València a ver el estado en el que se encontraba las Meninas. Y así es como acude a Valencia acompañado de especialistas en museos y un equipo completo de The Times con fotógrafo y dos redactores.»
Alandes señala que «el director general de Bellas Artes, Josep Renau decide sacar la obra a la recepción de la iglesia del Patriarca y las ponen en un bastidor. Kenyon comprueba el buen estado y fotografía se convierte en una instantánea mundialmente famosa, menos en nuestro país. A su vuelta, Kenyon escribe otro artículo diciendo que han querido son evidentes los cuales se encuentran en buen estado y que el estado español está velando por ellos.»
Y es esta imagen «el punto de partida de la trama de ficción de ‘Los guardianes del Prado’.»
‘La carga de los mamelucos’ dañado en Benicarló
El autor de ‘Los guardianes del Prado’ revela que «los peligros eran tales que una vez los cuadros abandonaron más tarde València en camiones, pero ya en cajas bien protegidos, a su paso por Benicarló uno los vehículos tocó un balcón de una casa. El balcón se agrietó y varios cascotes cayeron sobre las cajas de los cuadros concretamente en el de ‘La carga de los mamelucos’ que se rajó entero por arriba. A día de hoy podemos ver en el museo del Prado en la parte de atrás el cosido que hubo hacer el cuadro.»
València, sede del Gobierno de la República (1936-1937)
El palacio de Benicarló también conocido como Palacio de los Borja es una mansión de estilo gótico construida en el siglo XV. Abandonado a mediados del siglo XVIII ya con estado casi ruinoso, pasó por diversas manos hasta que ya en el siglo XIX fue reconstruido para convertirlo en fábrica de seda. Actualmente es sede de las Cortes valencianas.
Este palacio como indica Alandes es «una muestra del tipo de edificios que utilizó el gobierno de la II República al llegar a Valencia. El palacio de Benicarló fue la sede del gobierno de la II República, aquí estuvo Juan Negrín mientras era presidente. Pero hay otra gran cantidad de edificios que se ocuparon para para todo ese trabajo institucional se llevara a cabo. Por ejemplo el edificio de Correos fue sede de ministerio de comunicaciones y otros como el Palacio de los Pescara, el Palau de la Generalitat y edificios en la calle Pintor Sorolla se pidieron prestados y se cedieron para el trabajo gubernamental.»
Aquí se seguía todo el curso de la guerra, los avances de ambos bandos y se tenía en cuenta las opciones en caso de tener que salir de València.
«Hemos de pensar que toda esa maquinaria burocrática se trasladó de Madrid a València con lo que era muchísima gente la que vino» comenta el escritor. «Fue muy beneficioso para la economía valenciana, hubo mucha gente que encontró trabajo prestando servicio por ejemplo a las personas que llegaban a València. Hoteles, restaurantes estaban llenos. Sin ir más lejos todo lo que es ocio y espectáculos en Madrid se quedaron sin público y se vinieron aquí a València. La ciudad se convirtió en un punto intelectual y artístico.»
El misterio del tesoro del Vita
Uno de los casos más extraños sucedió con un cargamento de mucho valor como explica Alandes, el misterio del Vita y que es elemento importante en la novela. «Al igual que el gobierno se trajo esos cuadros del museo del Prado por ser patrimonio, había otro patrimonio de la humanidad que era una gran colección numismática del museo arqueológico Nacional.»
«Una colección numismática que albergaba monedas romanas, visigodas, griegas y oro precolombino que era la mayor colección numismática del mundo en aquel momento. Pues cuando el gobierno decide venir a València con los cuadros decide que se lleve también por el miedo a que pueda ser expoliada. Las monedas se vienen a València pero se hace de manera totalmente apresurada y esas monedas literalmente se meten a puñados en sacos.»
La mayor desaparición de patrimonio artístico
«Los sacos en la ciudad del Turia están almacenadas y cuando el gobierno sale de València en octubre de 1937, monedas y cuadros toman un camino distinto. Los cuadros finalmente salen de España y van a Ginebra a la Sede de la Sociedad de Naciones -lo que es el germen de la ONU- mientras que las monedas bueno el puerto francés de El Havre, donde el gobierno fleta un barco, el Vita para que seas moneras viajen a México y la custodien políticos republicanos exiliados en México como por ejemplo Indalecio Prieto. Esas monedas jamás aparecen, jamás llegan a México. Se llama el misterio del tesoro del Vita se trata de la mayor desaparición de patrimonio artístico de la historia».
EL ARGUMENTO
¿Y si Hitler hubiera exigido a Franco el cuadro de ‘Las Meninas’ de Velázquez a cambio de su apoyo en la sublevación militar de 1936? Con esta hipótesis el escritor Javier Alandes presenta «Los guardianes del Prado», una novela de aventuras con la que defiende la necesidad de «preservar el legado artístico de un país».
En 1936, el ambicioso general Gallardo, designado por Franco para negociar las contraprestaciones por el apoyo de Alemania en la Guerra Civil española, se reúne con el general nazi Jurgen Von Schimmer, representante del gobierno alemán, para tratar de llegar a un acuerdo.
Pero lo que este le pide a cambio es casi un imposible: por la aviación alemana para bombardear puntos clave en España, la valiosísima colección de monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional; por enviar las tropas terrestres nazi, que acabarán con la guerra de un plumazo, el Autorretrato de Durero que descansa en El Prado, y… Las Meninas.
Gallardo, preso de una ambición desmedida, acepta dicho trato por su cuenta y riesgo y, junto con un grupo de hombres sin escrúpulos, orquesta un plan para hacerse con todo ese Patrimonio Nacional y entregarlo a los nazis.
Un momento en el que todo estaba a punto de cambiar…
En 1980, Fernando Poveda, periodista en horas bajas, recibe el encargo de escribir un reportaje sobre Félix Santurce, empresario valenciano colaborador del Gobierno Republicano durante la Guerra Civil, que en 1937 fue ejecutado en Berlín por el general Jurgen Von Schimmer mientras solicitaba la neutralidad de Alemania en la guerra española. El Ayuntamiento de Valencia quiere rendir un homenaje póstumo al empresario en su condición de héroe y mártir de la República.
El periodista comenzará una investigación sobre la vida de Santurce, que le llevará a descubrir un complot organizado para el robo de Las Meninas, cuadro que estaba en Valencia en 1936. Un complejo entramado de traiciones y mentiras, donde funcionarios corruptos, contrabandistas y militares, fueron capaces de cualquier cosa por dinero y poder.
En su búsqueda, Fernando también se encontrará con la historia de Alejandro Santoro, un joven arquitecto designado por el Gobierno como custodio de los cuadros en Valencia. Con fuertes convicciones del deber y el honor, Alejandro conocerá el amor, y vivirá el horror de una guerra cruel, entrando de lleno en el conflicto debido al plan para robar los cuadros que él custodia.
Y entrará en contacto con la figura de Mateo Aguirre, hombre designado para ejecutar el robo de Las Meninas en Valencia ¿Conseguirá Alejandro detener el robo de arte más importante de la historia?