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Muere Vicente Enguídanos, “el último velluter” de València

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Este martes nos ha dejado Vicente Enguídanos, «el último velluter» de Valencia a los 87 años de edad. Con él también se va el último de una generación de tejedores, él era la cuarta. Nombrado Hijo Predilecto de la ciudad por el Ayuntamiento de València, título que hubiera recogido el próximo mes de octubre.

Una de las últimas entrevistas a Vicente Enguídanos fue la que concedió al Museo de la Seda, a una profesión que se pierde, casi desaparecida y de la que sólo él sabía tejer vellut a mano. De hecho, la rehabilitación del Colegio del Arte Mayor de la Seda, le hizo a Vicente vivir una segunda juventud y así lo relataba «Desde los quince años estoy en este Colegio y la rehabilitación le ha dado mucha vida. Ha sido un milagro poner en valor el legado histórico. Si le digo la verdad, el verdadero milagro ha sido doña Hortensia Herrero. A veces pienso que ya me puedo morir tranquilo al ver lo bonito que ha quedado el Museo de la Seda. Me da mucha paz y al mismo tiempo me quita muchas noches de sueño, porque pensaba que ya no lo vería rehabilitado. Me ha renovado la ilusión, ahora estoy con mucho entusiasmo por poner en marcha el telar artesanal de terciopelo. Me encantan todos los tejidos, pero el terciopelo es especial. Como suelo decir en valenciano, el meu cor es el vellut».

Vicente Enguídanos “el último velluter” de Valencia

Vicente Enguídanos tuvo su homenaje en la Exposición del Ninot de 2018. Foto: Toni Cortés

Enguídanos  confesaba que había tenido el tesón de «intentar hacer un espolín de 130 centímetros de ancho y actualmente sirve para las demostraciones que se hacen al público que visita el Museo de la Seda. El dibujo se llama San Felipe y es de finales del siglo XVIII. La tela de espolín son tejidos de 54 cm, que todavía se tejen pero en poca cantidad. Existen dos o tres fabricantes de espolines que mantienen esos telares. Es un producto de lujo, algo caro, pero siempre hay gente que tiene la suerte de poder pagárselo. Yo más de 4 espolines al año no podía comprometerme a hacer en su día, y eso que llegaba a trabajar 15 horas al día. Las Fallas son unas fiestas que mantienen viva esa tradición. La seda se mantiene en parte gracias a los espolines y también a los damascos».

Su muerte deja un vacio enorme en el mundo de la seda y aunque Vicente Enguídanos decía que «es cierto que la vida ha cambiado, pero siempre digo que el arte está en la manualidad. Los telares funcionan con los pies y las manos del artesano. Ese cariño es difícil sustituirlo por una máquina».

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