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‘Un ‘procés’ de hispanofobia aguda’, por @frandisiz

Publicado

en

Paco Ferrandis

Como todo nacionalismo, el nacionalismo catalán se fundamenta en dos pilares ideológicos y sentimentales:

  • El orgullo de pertenencia a una comunidad histórica, cultural y lingüística.
  • La defensa ante las agresiones de un enemigo externo, en este caso, España.

Desde los tiempos de su fundador, Valentí Almirallel nacionalismo catalán ha fomentado la idea de que una Cataluña avanzada económica y culturalmente debía actuar como locomotora de una España atrasada en esos mismos ámbitos.

Esta percepción coincidía con la realidad durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, pero, tras el periodo de la Transición, que culmina con la aprobación de la Constitución española y el establecimiento del Estado Social y Democrático de Derecho y de las Autonomías, Cataluña ha avanzado en el terreno del autogobierno y en el desarrollo de su cultura, sus costumbres, así como en el fomento de la lengua catalana. Además, la colaboración del nacionalismo moderado de Convergència i Unió, capitaneado por Jordi Pujol, con los sucesivos gobiernos de España, ya fueran socialistas o populares, supuso mejoras palpables en los recursos de Cataluña, al tiempo que facilitaba el progreso de los restantes pueblos que componen España.

Por lo tanto, la concepción de una España de dos velocidades (Cataluña, avanzada; España, atrasada) empieza a difuminarse mediante la nivelación de los estándares de bienestar en todas las Comunidades Autónomas que integran el Estado español.

Sin embargo, la llegada de la crisis económica de 2008 produce una fuerte recesión en toda España, que también se hace sentir en Cataluña. Y ante el deterioro del nivel de vida del pueblo catalán, el nacionalismo en el poder -ahora liderado por Artur Mas– recupera la idea de que Cataluña, como pueblo, ha de sufrir la rémora de una España perezosa y atrasada que vive a expensas del esfuerzo de los catalanes (“España nos roba“).

Con estos mimbres se configura un cuadro de hispanofobia aguda, que presenta los síntomas siguientes:

  • Etiquetación del sistema constitucional español como continuación del régimen franquista.
  • Identificación del Estado con el partido en el Gobierno (PP), ambos presididos por un Don Tancredo que fuma puros y solo lee el Marca.
  • En consecuencia, supremacismo de una Cataluña que se considera poseedora de un derecho “a decidir” sobre su permanencia en una España opresora.

Contribuye con fervor al desarrollo de ese proceso el populismo de Podemos y sus confluencias, cuyo objetivo principal es el derrumbe del denominado “Régimen del 78”.

A pesar de que el sistema de financiación autonómica vigente -aprobado por el gobierno de Rodríguez Zapatero– beneficiaba en principio a Andalucía y CataluñaArtur Mas pretendió evitar al máximo posible los efectos nocivos de la crisis económica en Cataluña, por lo que exigió al Presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, el establecimiento de un pacto fiscal exclusivo para Cataluña similar al que disfrutan EuskadiNavarra, bendecidos por la Constitución Española. Ante la negativa de Rajoy a dar el visto bueno a ese marco bilateral con Cataluña, que hubiese hundido aún más la maltrecha economía del Estado y de las restantes Comunidades Autónomas, el nacionalismo catalán activó el denominado “procés de desconnexió amb Espanya, a partir de la masiva manifestación reivindicativa de la Diada del 11-S de 2012.

Dada la fuerza del movimiento nacionalista demostrada en las calles de Barcelona, el nacionalismo devino independentismo, y más cuando las manifestaciones recibían un mayor apoyo social, año tras año. La celebración del referéndum ilegal del 9-N de 2014 y, sobretodo, de las elecciones autonómicas del 27-S de 2015, supusieron los hitos fundamentales para el establecimiento de la hoja de ruta del procés.

Todo se acelera con los lamentables y vergonzosos Episodios Nacionales en el Parlamentdurante los días 6 y 7 de setiembre de 2017, la aprobación de las leyes del Referéndum y de Transitoriedad -mediante un procedimiento propio de una República Virtual y Bananera-, la (no) celebración del referéndum-pucherazo del 1-O (con el reparto de mamporros difundido por todo el orbe), para finalizar con la (no-se-sabe-si) declaración unilateral de independencia y proclamación de la República Catalana que -ahora sabemos, en boca de Carme Forcadell, Presidenta del Parlament– fue meramente simbólica.

La inesperada reacción enérgica del Gobierno de Don Tancredo con la aplicación del art. 155 de la Constitución y el cese de todo el Govern, a lo que hay que añadir la puesta en marcha de los órganos judiciales para enjuiciar a ese Govern y a la Mesa del Parlamentpor la presunta comisión de delitos muy graves, ha roto en mil pedazos la ilusión supremacista que alejaba de la realidad al movimiento independentista. Así, la fuerza irresistible del “Estado invasor” ha provocado que la hispanofobia aguda curse en catalanitis autoinmune*, la cual presenta el cuadro clínico siguiente:

  1. División de la sociedad catalana.
  2. Derrumbe del catalanismo (antes) moderado de CiU.
  3. Fuga de empresas y ralentización de las inversiones extranjeras.
  4. Amenaza de paro y recesión económica.
  5. Intervención de la organización autonómica a través de la aplicación del art. 155 CE.

La prescripción facultativa ha sido dada por el Gobierno de España -con el beneplácito del Senado-, mediante la aplicación del art. 155 CE y la convocatoria de elecciones autonómicas para el 21-D. Mientras, la Justicia española enviaba a la cárcel (provisionalmente) al exvicepresident Oriol Junqueras y siete exconsellers, dejaba en libertad provisional con fianza a los miembros de la Mesa del Parlament, y emitía orden de detención para el expresident Carles Puigdemont y otros cuatro exconsellers, de turismo judicial por tierras de flamencos y valones.

Las declaraciones de la Presidenta del Parlament, Carme Forcadell, ante el juez instructor del Tribunal Supremo sobre el acatamiento a la aplicación del art. 155 y la afirmación de que la declaración de independencia era simbólica, dejan al descubierto los efectos nefastos (palpables) de la grave patología que padece la sociedad catalana del siglo XXI.

Los resultados del 21-D serán un test definitivo sobre el grado de recuperación del equilibrio social en Cataluña.

 

Se habla de enfermedad autoinmune cuando el sistema inmunitario -encargado de combatir a los patógenos extraños al organismo- ataca a determinado/s órgano/s del mismo, provocando inflamación.

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