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¿Qué está buscando el jurado de las Falleras Mayores de Valencia?

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Covadonga Balaguer

Pepa Gómez

Es la pregunta que nos hacemos cada año. Más todavía cuando comienza la cuenta atrás para la esperada llamada de la alcaldesa a las dos afortunadas. De hecho, es la incógnita que surge cada vez que conocemos los 26 rostros de las candidatas definitivas. La conclusión parece clara y siempre se repite si preguntas: “Las mejores embajadoras posibles de la fiesta, el mundo fallero y la ciudad”. ¿Pero en qué consiste, qué se requiere y cómo se identifica? ¿Qué busca realmente el jurado de las Falleras Mayores de Valencia?

A falta de respuesta por parte de los actuales jurados -obviamente- y de anteriores, hay dos cosas en las que parece estar de acuerdo todo el mundo: con personas diferentes al frente de la decisión, la elección podría haber sido otra -tan válida como la que tomaron- y “desde luego, no se buscan 26 posibles falleras mayores de Valencia, sino la combinación de personalidades y características perfecta para hacer dos grandes equipos”. Al fin y al cabo han de convivir, disfrutar y, por qué no decirlo, también a veces sufrir juntas y a la vez.

Así es que hemos preguntado directamente a algunas de las mujeres y niñas que ya han ostentado el cargo -y que tendrán de por vida- qué prueba, qué momento o qué conversación creen o intuyen que les pudo hacer brillar entre las demás para decantar la balanza hacia su lado.

Covachi, inexperiencia, lágrima fácil y belleza

Covadonga Balaguer Malmierca tenía 18 años cuando se enfrentó a las pruebas de dos jurados. El primero estaba formado por cinco miembros, entre los cuales recuerda especialmente a Francis Montesinos. Este equipo eligió en un solo día a las 13 candidatas de entre las cuales saldría una semana después la máxima representante. Las vieron por la mañana vestidas de particular y por la noche, de valenciana. Después, pasaron unos días acudiendo al Hotel Astoria para reunirse con un jurado de cinco miembros de Junta Central Fallera, que tomaría la decisión final.

 

Quien acabara siendo Fallera Mayor de Valencia en 1989 confiesa que ofrecía espontaneidad desbocada en todas sus versiones. Covachi era una mezcla de “nervios, inexperiencia, inseguridad y naturalidad, espontaneidad e ilusión” aquellos días. Recuerda “momentos muy divertidos y risas cuando fueron ganando confianza”, pero también “ratos difíciles y de rivalidad” entre las compañeras que les hizo conocerse bien. Afirma que demostró ser “de sonrisa y, a la vez, de lágrima fácil”, sin control ni vergüenza porque nunca ha sido de “analizar demasiado su propio comportamiento”. Para Covachi, a esta receta se unieron tres elementos cruciales más: “sentido común, no buscar protagonismo y belleza”.

Raquel Giner, la apuesta de sus compañeras

Raquel Giner cree que fue su naturalidad. Se confiesa tranquila ante las pruebas porque “con haber llegado a Corte de Honor ya era súper feliz”. Esta fue su manera de afrontar el proceso y probablemente la clave: “intentando hacerlo lo mejor posible pero sin sentir presión”. Tal fue su estado de comodidad y “relajación” que recuerda momentos distendidos con el jurado en qué contó “chistes y todo”.

Raquel Giner junto a su Corte el día de la llamada.

Con la perspectiva del tiempo, la Fallera Mayor de Valencia de 1995 considera que de “las mejores pruebas que se puede hacer es poner a las candidatas en situaciones o supuestos para ver su capacidad de comunicación y sus habilidades sociales, puesto que va a ser el pilar fundamental durante el año”. Y lo realmente revelador, más allá de la opinión del jurado, es la valoración de las compañeras que, aún estando en el mismo punto de mira, también apostaron por ella en sus particulares quinielas para ser la máxima representante. “Me encantó saber con el tiempo que todas mis compañeras me habían votado para ser la Fallera Mayor de Valencia”, nos confiesa. Es más, para Raquel preguntar la opinión de las candidatas sobre unas y otras “es súper importante”.

⁠Lucía Andrés y el túnel del terror

A Lucía Andrés el jurado le hizo “el regalo de su vida”. En un mismo día pasaron de 52 a 26 candidatas. Y en una tarde, a 13. Las cosas desde 1995, cuando pasó por la fase para resultar la Fallera Mayor Infantil de Valencia para el ejercicio del 96, han cambiado mucho. No sólo en el proceso en sí, también en el conocimiento previo de las aspirantes de las posibles actividades, entrevistas y preguntas. Para ella fue un juego de niños y nunca mejor dicho, ya que una de las pruebas que más recuerda es la visita al parque de atracciones sin mucha afluencia en una tarde lluviosa de Navidad, instalado en el cauce del río, justo a la altura de Junta Central Fallera.

Por aquel entonces, las escaleras donde ahora posan las candidatas no existían. De hecho, no existían ni fotos ni posados ni el más mínimo atisbo de ‘dresscode’ a tal efecto. La única fotografía que guardan las candidatas de aquellos días fue de ese momento previo a las puertas de Junta, improvisada y divertida.

 

El plan que tenía preparado el jurado, compuesto por cinco hombres, entre presidentes de falla y miembros de Junta Central Fallera, justificaba la comodidad del look. Lucía, con un peto a la moda, se embarcó en una tarde que recuerda “como si fuera ahora”, de risas y miedo. Sí, también de miedo. “Entramos al túnel del terror. ¡Imagina las carreras, tirando de chaquetas y suéters! Más de un miembro del jurado se fue con rotos y sin botones…”, nos explica.

El jurado buscaba, sin duda, la espontaneidad y la cohesión de un grupo de amigas porque pasaron horas y horas jugando. Y solo recuerda una única reunión individual de “preguntas serias” en la que de pronto sintió la presión de estar optando a reinar en la fiesta. “Preguntaron si me veía siendo Fallera Mayor Infantil de Valencia, si sabía en qué consistía el acto de la llamada, qué opinaba de las compañeras y qué cualidades tenían…”, cuenta Lucía. “Al minuto siguiente, se me olvidó y volvimos a jugar”, afirma.

Vanessa Lerma rompió el tabú

Corría el año 2002 cuando sonó el teléfono de Vanessa Lerma para ser nombrada máxima representante del ejercicio siguiente. Con ella se vislumbraba un nuevo horizonte, ya que rompió la barrera de la edad por primera vez. La que sería la Fallera Mayor de Valencia de 2003 tenía por aquel entonces 25 años, lo que en las quinielas hubiera podido ser un demérito quedó en un segundo plano fruto de las pruebas y entrevistas. Vanessa ya había sido corte infantil en 1986, pero la experiencia de adulta fue muy diferente. Todas las candidatas apostaron fuerte, todas tenían “la misma ilusión de llegar a lo más alto”.

De aquellos días, Vanesa recuerda en especial un debate con la Fallera Mayor de Valencia del año anterior, Sara Martín. Y también aquel en que, cuando ya creían acabadas las pruebas, el jurado les facilitó un texto para aprender y defender al día siguiente. De pronto, las 13 candidatas se vieron, una a una, sentadas en la tribuna del hemiciclo municipal jugando posiblemente su última carta. “Solo el marco ya nos imponía, todas sabíamos que en pocos días, una de nosotras iba a ser proclamada en ese mismo lugar”, nos cuenta.

⁠Inma Escudero, la protectora de la Corte

Inmaculada Escudero se declara “eternamente agradecida a los miembros del jurado”. Vieron en ella, como en las otras 12 candidatas infinidad de virtudes, para ser la Fallera Mayor Infantil de Valencia de 2007. “No considero que hubiera una prueba o pregunta que hiciera que se decantaran por mí, podríamos haber sido cualquiera de las 13”, dice.

Pero puede que lo que les deslumbrara fuera la sinceridad de la Inmaculada de 12 años y la protección que demostró sobre las demás niñas. Y es que era “la mayor” de todas.

La clave fundamental para ella: “mostrarse y disfrutar esos días” de pruebas. “Es algo que no vuelve” y lo recuerda con mucho cariño.

Gloria Martínez, monologuista por sorpresa

La capacidad resolutiva y el humor a raudales hicieron brillar a Gloria. Confiesa que no se sintió observada en ningún momento y eso le llevó a ser ella misma hasta el final. Dio igual si era una entrevista personal, una mañana de aventura o una reunión in extremis teniendo que improvisar algo.

 

 

Un día antes de la llamada que la haría Fallera Mayor de Valencia de 2008, las 13 candidatas tuvieron una prueba final. Consistía en preparar un monólogo e idear en un disfraz que habían de llevar a la reunión con el jurado en un casal de falla.

Llegaron de particular y les pidieron que cada una escribiera en un papel el atuendo que había traído para sortearlo entre las compañeras: “teníamos un par de minutos para hacerlo y cambiarnos”, explica. Entre las quejas de alguna compañera y el nerviosismo generalizado, Gloria resolvió rápidamente: “No perdamos el tiempo, nos queda un minuto. Vamos a cambiarnos”. Al parecer el jurado tomó nota del comentario y seguidamente calmó al grupo diciéndoles que no hacía falta intercambiarse los disfraces. Así es que Gloria procedió a vestirse con el suyo, que consistía en un batiburrillo de prendas de su abuela: una falda y una blusa negras de la talla 52 que tuvo que rellenar con cojines. Para simular vejez, se cardó el pelo en un momento y se echó polvos de talco. “Era el más feo de todos, era un cuadro”, afirma.

Llegados a ese punto, optó por hacer su monólogo en tono cómico y recuerda las carcajadas de jurado, compañeras y falleros presentes. Y pensó: “Me echan de la Corte o salgo Fallera Mayor de Valencia”. Sus compañeras le dijeron que la veían como tal y solo hizo falta esperar unas horas para saberlo.

Sara Larrazábal, el arte de la improvisación

Sara Larrazábal fue especialmente “feliz” en todo el proceso de elección. Nunca se sintió presionada por las circunstancias. Recuerda cada prueba con detalle. Destaca momentos “de resistencia, de deportividad, de saber estar, de destreza y de memoria. Pero sobre todo de compañerismo” y Calvestra fue un lugar que lo concentró prácticamente todo.

 

Pero si la que fue finalmente Fallera Mayor Infantil de Valencia de 2019  tuviera que quedarse con algún momento en el que pudiera haber sentido destacar fue inmediatamente después de Fonteta, cuando las candidatas reciben el encargo de un día para otro de preparar una Crida. Tomó boli y papel ella misma y se puso manos a la obra y a memorizarla a conciencia. En el momento de exponerla ante el jurado “estaba súper nerviosa”, lo recuerda a la perfección. “Inicié al pie de la letra, pero me salí del guion y nunca dejé de hablar. Decía cosas que sentía y que expresaban lo que escribí pero con otras palabras y enlacé con el párrafo de despedida”, nos explica. El jurado tenía el texto y fue testigo de la improvisación en directo. “La espontaneidad y saber salir de apuros les llamó la atención porque durante el reinado muchas veces se tiene que hablar en público y hay que convivir y mantener conversaciones con personas que no conoces”, continua.

Su conclusión clave: “tienes que ser tú misma, positiva y dar lo mejor de ti porque lo más importante es disfrutar y ser feliz”.

Marina Civera, una carrera de fondo

En paralelo a Sara, Marina Civera vivía su particular proceso para resultar ser la Fallera Mayor de Valencia de 2019. Para ella, todo consiste en “ceñirse a ser una misma y esperar que con eso sea suficiente” ya que una “no sabe que va a ser elegida mientras está en las pruebas y realmente solo el jurado sabe por qué” será una u otra candidata.

Marina bucea en sus recuerdos y no acierta a determinar si hubo uno u otro momento concreto que cediera la balanza hacia su dirección en octubre de 2018. Pudo ser en la conversación que mantuvo con cinco falleras mayores de Valencia una noche de pruebas junto a sus compañeras candidatas. O por cómo resolvió el supuesto que le lanzó sin previo aviso el jurado durante la visita a un debate de artistas falleros. O por esos pequeños gestos cargados de carisma que poco después descubriría el mundo fallero.

“Todas tenían cualidades que las habría hecho excelentes en el cargo”, afirma. “Quiero pensar que se basaría más bien en el reflejo de una verdadera constancia y perseverancia en el proceso”, dice, como si fuera “una carrera de fondo”. Siempre quiso demostrar “una ilusión genuina, un gran amor por nuestra fiesta y confiar en que vieran mi potencial”, confiesa.

 

Consuelo Llobell y un día de Crida con desayuno incluido

Consuelo Llobell vivió junto a Carla García y sus Cortes de Honor dos años tan convulsos como icónicos en la historia de las Fallas. Las máximas representantes tuvieron que demostrar una capacidad de superación y resiliencia en la que probablemente un jurado no se plantea pensar. Sin que nada hiciera presagiar lo que estaría por venir durante los dos ejercicios siguientes y que las convertiría en las únicas Falleras Mayores de Valencia y Cortes que han reinado durante dos ejercicios seguidos, vivieron los procesos de preselección y elección con la misma ilusión que se repite año a año.

Consuelo y sus 12 inseparables amigas han repasado una y otra vez los momentos compartidos y nunca aciertan a elegir cuáles pudieron hacer que resultaran ser ellas las nombradas en Fonteta. Pero una vez superado el evento, para la que resultó elegida finalmente como Fallera Mayor de Valencia de 2020, la Crida que preparó a conciencia y pronunció en las pruebas pudo ser un punto a su favor. “Además, fue un día muy bonito. Desayunamos todos juntos, nos reunimos con Falleras Mayores de Valencia y el jurado nos pudo ver hablando entre nosotras y con ellas”, nos cuenta.

Por otra parte, considera muy importante su entrevista personal. Ese momento donde te preguntan clara y directamente y se responde con total contundencia y transparencia.

 

Entre los momentos favoritos que guarda Consuelo está esta imagen, donde curiosamente ella está en el centro del grupo, entre jurado y compañeras, muy poco antes de la llamada. Y no es un decir, literalmente la guarda como foto favorita en su móvil.

Carla García, vitoreada por sus compañeras

Para Carla García una tarde de playbacks fue crucial. Se lo pasó en grande en el casal de su antecesora, Sara Larrazabal, que además estaba presente y la miraba con ojos de admiración absoluta.

 

Pudo demostrar su alegría de forma desenfadada y a carcajadas, sin reparar en la mirada atenta del jurado. El mismo que al parecer tomó buena nota el día que les hizo improvisar una Crida, de un día para otro. A Carla le tocó la primera y se puso a llorar desconsolada, hasta que el jurado consiguió que se sobrepusiera. En la simulación, las compañeras le hicieron brillar coreando cada vítor.

En la entrevista, Carla presentó al jurado a sus padres, otorrinos de profesión, como “el jefe de la nariz y la jefa de los mareos”. Un desparpajo y una personalidad que también captaron los medios de comunicación desde el primer momento, con caras tan expresivas que no necesitaban pie de foto.

Nerea López, impacto a primera vista

Para Nerea era todo un sueño vivir esos días junto a sus compañeras. Recuerda especialmente la primera entrevista con el jurado, tras el acto de elección en la Fonteta, como un impacto a primera vista. Al jurado le sorprendió la “naturalidad” y su constante actitud de agradecimiento, con los ojos bien abiertos para no perder detalle de la experiencia de la que sería Fallera Mayor Infantil de Valencia de 2022.

 

 

Aplicada, risueña, responsable, demostró desde el primer momento una actitud impecable. Y además, tuvo la oportunidad de desenvolverse con el jurado y los medios con un precioso valenciano, fluido y natural y demostrarlo en una Crida improvisada, uno de los grandes retos para todas las candidatas en ese año.

Laura Mengó y Paula Nieto se crecieron en las simulaciones

Más recientemente, reinaron Laura Mengó y Paula Nieto. La Fallera Mayor de Valencia de 2023 cree que el supuesto que les planteó el jurado, ponerse en la piel de la máxima representante y afrontar una situación simulada, fue uno de sus fuertes. Así se lo reconocieron, al parecer, sus compañeras que se convirtieron en una piña desde el primer momento -bien lo refleja la fotografía que nos presta Laura, con ella en el centro, curiosamente-.

 

“Me mostré siempre tal como soy, siempre disfrutando”, destaca. Un mensaje muy similar al que transmite Paula, su inseparable Fallera Mayor Infantil. En su caso, demostró su espontaneidad en pruebas bien dispares, como la preparación del musical de Mary Poppins o la improvisación de una Crida cuando aún eran 73, antes de Fonteta. “La capacidad de hacer equipo” es uno de los valores que destaca.

 

 

Ya siendo 13, Paula disfrutó de hacer la Crida. Tuvo tiempo de prepararla y la hicieron ante turistas y curiosos que al pasar, la escucharon y aplaudieron alegremente. Ahí fue consciente de lo que podía sentir como máxima representante del mundo fallero infantil.

¿Qué estará buscando el jurado en las candidatas de 2025? Solo ellos lo saben y todos tendremos oportunidad de descubrirlo en un nuevo intenso e inolvidable ejercicio fallero.

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