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‘Un 30 de marzo como hoy … sucedió que…’, por José Luis Fortea

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José Luis Fortea

…… en 1468, un año antes del matrimonio celebrado en secreto entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, “los católicos”, nacía en la localidad de Trujillo, en el municipio de Cáceres, el caballero y soldado español, conocido como el “Sansón de Extremadura”, don Diego García de Paredes.

Una localidad esta, la de Trujillo, llamada por los romanos Turgalium, denominación latina del nombre correspondiente al primitivo castro celta que habitaba la zona y que posteriormente los romanos edificarían como fortaleza de defensa, que a lo largo de la historia ha dado ilustres personajes, como por ejemplo, el conquistador del Perú Francisco de Pizarro (y por ende sus hermanos, Gonzalo, Hernando y Juan), o Fernando de Alarcón, considerado el primer europeo conocido en explorar el río Colorado, así como Gabriel de Ávila (de gran importancia en la fundación de Caracas en Venezuela), y Francisco de Orellana que participó en la conquista del imperio Inca y fundó Guayaquil, o el arquitecto don Francisco Becerra y el misionero dominico Gerónimo de Loayza, arzobispo de Lima, amén de otras numerosas personalidades, además de representar esta localidad lugar de importante significancia para los reyes católicos y doña Juana la Beltraneja.

Era este don Diego, un portento físico de la naturaleza, por su bravura y fortaleza que empezaría enrolándose a las órdenes de otro noble del mismo nombre, don Diego, pero este con los apellidos Fernández de Córdoba, mayormente conocido como el Gran Capitán y que acabará impresionando por su fuerza y destreza al mismo Sumo Pontífice Alejandro VI, quien solicitaría sus servicios de escolta y protección, acabando protegiendo la vida del rey Carlos I como coronel de sus ejércitos imperiales.

La infancia de este honorable personaje transcurrió con la normalidad propia de cualquier niño de aquella época, si bien contándose ya sucesos que con el devenir de los tiempos se transformaron en leyendas, de cuando vivía con sus padres y hermanos enfrente del Convento de San Francisco el Real, como aquel que narra cuando estando allá por el año 1477, contando Diego con nueve años y acompañando a misa a su madre, doña María (donde iba a diario), saliendo presta esta de la iglesia de Santa María La Mayor (lugar en el que por cierto descansan los restos actualmente de este distinguido caballero) olvidose esta de realizar la costumbre de santiguarse, al abandonar la casa de Dios, con los dedos mojados en agua bendita, recogida esta en las pilas situadas en las puertas de las iglesias y que al querer regresar para cumplir dicha práctica, dicen que el niño se le adelantó y arrancando esta llevósela el mismo hasta donde estaba la madre, dejándola posteriormente en el suelo de la entrada (lugar en el que permanece).

Estos sucesos narrados fueron recibidos de primera mano por el mismo escritor don Miguel de Cervantes, que recogería posteriormente en su obra “Don  Quijote”, en su capítulo “trigésimo segundo” [De lo que sucedió en la venta  a toda la cuadrilla de Don Quijote], señalando que;

-“Ahora bien, dijo el cura, traedme, señor huésped, aquellos libros, que los quiero ver. El primero era de Don Cirongilio de Tracia, y el otro de Félix Marte de Ircania, y el otro la historia del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, con la vida de Diego García de Paredes.

Y dijo el cura, estos dos libros son mentirosos y están llenos de disparates, y este del Gran Capitán es historia verdadera. Y este Diego García de Paredes fue un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Extremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales, que detenía con un dedo una rueda de molino en la mitad de su furia, y puesto con un montante en la entrada de un puente, detuvo a todo un innumerable ejército que no pasase por ella, e hizo otras tales cosas, que si como él las cuenta y escribe con la modestia de caballero y de cronista propio, las escribiera otro libre desapasionado, pusieran en olvido las de los Héctores, Aquiles y Roldanes”-.

Parece ser que nuestro literato hace mención de la batalla del río Garellano de 1503, en la que blandiendo su espada a dos manos y en solitario se ocupó don Diego de defender la entrada de aquel puente contra los soldados del ejército francés, que se agolpaban por la estrechez propia de aquel paso, no pudiendo acceder más que de uno en uno, quedando finalmente sólo en pie García de Paredes en el mencionado lugar (suceso propiciado por sufrir este un  arrebato de ira, provocado probablemente por un desplante que le había ofrecido momentos antes el mismo Gran Capitán).

Murió, tal y como recoge su epitafio, en la guerra contra los turcos en el sitio de Bolonia, el día 15 de febrero de 1533, cuando contaba con sesenta y cuatro años.

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……. en 1781, en Sevilla, muere ejecutado en la horca, a la pronta edad de 24 años,  uno de los más famosos bandoleros andaluces, Diego Corriente Mateos, conocido como el “Robin Hood” español, quien –“a los prósperos robaba y a los infortunados ayudaba”-, llamado por ello también el “bandido generoso”, y erróneamente conocido como Diego Corrientes, aunque como señala el director del museo del bandolero y fundador de este, desde hace casi 22 años, don Jesús Almazán, el apellido es Corriente (sin “s”).

Había nacido en Utrera en la provincia de Sevilla, en la comarca de la Campiña, un 20 de agosto de 1557, en el seno de una familia de campesinos. A los diecinueve años ya se había echado al monte, robando caballos que posteriormente vendía en el país vecino de Portugal. Admirado por su valentía y su desparpajo, llegó a desafiar al considerado por aquel entonces como dueño absoluto de la justicia en Andalucía, el granadino Francisco de Bruna y Ahumada, apodado con el remoquete del “Señor del Gran Poder”.

El propio de Bruna, en una carta detallaba la fisionomía “del Diego”, -“blanco de tez, de cabellos rubios, ojos pardos y grandes patillas, con la piel en el rostro algo picada por la viruela, y una señal de corte en el lado derecho de la nariz”-.

Ambos habían tenido un encuentro, hacía casi un año, en el mes de abril, cuando el bandolero detiene el carruaje de este y desafiante se presenta como “el que roba a los ricos y socorre a los pobres” destacando además que en su actuar “no mata a nadie” para seguidamente y colocando uno de sus pies sobre la portezuela del coche de caballos de este, le conminó a que le abotonase el botín derecho, gesto este altanero que el propio Bruna tomaría como de grave ofensa hacía su persona, siendo desde aquel encuentro, el apresarle, su principal cometido, convirtiéndose en una especie de desafío personal.

Lo que obviamente impulsó al joven Diego a procurarse la mencionada enemistad y realizar un acto de semejantes características, quedó para siempre en sus más profundos pensamientos, aunque quienes tratando de darle cierta explicación, aducen como más que probable la supuesta relación o amorío entre el bandolero y la sobrina del regente de la Audiencia. Fuera lo que fuere lo que motivó al joven a semejante “desplante”, este acabó por convertirse en una más que profunda ofuscación del mencionado magistrado que llegó a emitir un edicto de búsqueda y captura ese mismo año, entre otros asuntos, por “asociación con otros cuatreros, asaltador de caminos, uso de arma de fuego y armas blancas y otros varios”, eso sí, no mencionándose en ningún momento delito de sangre alguno.

Bajo pena de arresto, arrastre, ahorcamiento y descuartizamiento, que fue lo que un día 30 de marzo, como hoy, de hace ya 146 años sucedió.

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……..en 1909, sobre el río este (East River), en la ciudad de Nueva York, quedaba inaugurado el puente de Queensboro, uniendo los barrios de Queens y el de Manhattan, también llamado “puente de la calle 59”, porque es precisamente hacia dicha travesía donde confluye este, con un coste aproximado de 18 millones de dólares, en una construcción en el que se invirtieron ocho años, en sus dos kilómetros de longitud, configurados en nueve carriles, uno de ellos reservado para el tráfico de sus viandantes, siendo el puente que cada día 1 de noviembre, es atravesado por los participantes de la Maratón de Nueva York. 

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30 marzo
sucedió

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