Detrás de cada conflicto armado más allá de las estrategias geopolíticas, sanciones y declaraciones institucionales no debemos olvidar nunca que hay personas. Muchas veces parece que nos olvidamos, al poner números y no rostros y nombres, de los dramas que una guerra conlleva. Que hay muertes, muertes reales, en su mayoría civiles inocentes que llevaban vidas normales y que de un día para otro se rompen por la decisión de un líder político.
Parece mentira ver en el siglo XXI con toda la tecnología, los ‘metaversos’ y avances que existen, un hecho que parece tan anacrónico como es una guerra. Un conflicto que recuerda a otros que muchos tan solo hemos vivido en los libros de historia, fotografías, documentales o en la ficción.
Las nuevas tecnologías han acercado el conflicto a los hogares de todo el planeta, mostrando los rostros de desesperación de familias que se ven obligadas a separarse.
La invasión ordenada por Putin en Ucrania está separando familias, obligando a huir a las mujeres y los niños mientras que los hombres de 18 a 60 se les obliga a sumarse al ejército.
Un padre se despide de su hija a quien salva de la invasión de Rusia, él se queda a combatir por Ucrania.
Un padre se despide de su hija en Ucrania.