Firmas
’14 de octubre … y entonces sucedió que …’, por José Luis Fortea
Publicado
hace 7 añosen
José Luis Fortea
…………………….transcurría el otoño de 1957 y como venía siendo habitual en aquella estación del año, por la zona del Mediterráneo Occidental, se originaba la denominada “gota fría”, un fenómeno meteorológico que anualmente suele darse (o quizás, solía darse con mayor asiduidad por aquel entonces) coincidiendo con dicha época del año, mediante el cual, un frente aislado de aire muy frío situado en niveles altos y rodeado de una gran masa de vientos relativamente cálidos, localizados sobre la superficie, al entrar ambos en contacto generan una serie de precipitaciones, más o menos intensas y duraderas, en forma de lluvias, muchas veces torrenciales y en ocasiones mediante la formación de copos de granizo.
Estos copiosos aguaceros, acaecidos principalmente durante los meses de septiembre y octubre, suelen traer como consecuencia el anegado de las tierras y las crecidas de los ríos de aquella zona, de este clima templado tan característico y peculiar.
Alrededor de uno de los ríos de esta franja geográfica, el Turia, se había articulado desde hacía más de dos mil años, la ciudad de Valencia, cuando en el año 138 a. C., el cónsul y general romano Décimo Junio Bruto fundaba sobre una pequeña isla, en medio de un ramal del río, a unos cuatro kilómetros de distancia del mar Mediterráneo, una ciudad amurallada y fortificada, a la que llamó Valentia Edetanorum (“Valor de la región Edetania”) y que acabaría entregando a sus bravos soldados, licenciados con honores, tras las victoriosas campañas lusitanas.
El caudal del río Turia, a lo largo de la historia, se ha ido desbordando, sobrepasando sus límites naturales, en infinidad de ocasiones, tal y como lo atestiguan documentos de las crónicas antiguas, que desde el siglo XIV, cuando tuvo lugar la primera crecida acreditada en 1321, y hasta la acaecida en el año 1897, sumaban un total de veintitrés veces.
Ya en el siglo XX, tuvo lugar la inundación del miércoles 28 de septiembre de 1949, que acabaría afectando a más de veintidós poblaciones, y arrollando cerca de dos mil chabolas y chamizos, que a lo largo del lecho del río se habían ido estableciendo, causando el fallecimiento de cuarenta y una personas, aunque el desbordamiento no había llegado hasta el interior de la ciudad.
Sin embargo, ocho años más tarde, la creciente impetuosa de las aguas del Turia de aquel otoño de 1957, iba a ser bien diferente, tanto, que desde aquel entonces hablar de “riada”, en Valencia, es referirse a la que tuvo lugar precisamente aquel lunes 14 octubre, de hace ya por tanto, sesenta años.
Las lluvias comenzaron el sábado 12 de octubre (último en el que la fiesta del Día de la Hispanidad, sería denominado “Día de la Raza”), siendo especialmente abundantes por las zonas del interior, y más concretamente en la comarca del Campo del Turia, cuya capital “Liria”, junto a sus quince municipios, comenzaron a recibir tormentas con relativa intensidad, siendo todavía más llamativas las que sufrieron localidades al norte de esta, como Villar del Arzobispo con sus 230 litros por metro cuadrado, o Casinos con 200 l/m2, mientras que en la ciudad de Valencia tan solo se registraban tres litros por metro cuadrado, lo cual no hacía prever los acontecimientos que se derivarían.
Durante cerca de treinta horas ininterrumpidas poblaciones como Requena, Buñol y Chelva recibían casi 500 litros/m2. Tal cantidad de agua provocó además el arrastre de escombros y ramajes, que a su paso, el mismo río empezaría a llevar consigo, con fuerza, corriente abajo, hacía el mar, hacia la misma ciudad de Valencia, recogiendo de la misma manera el caudal crecido de las aguas de los numerosos afluentes, como el Regajo, Sot, y Chelva, anegando caminos y puentes y obstruyendo los escapes destinados al achique y el drenaje.
El domingo 13, sobre las nueve y media de la noche, se daban las primeras voces de alarma, ante la visible y considerable crecida que el río mostraba a su paso por la comarca de los Serranos, por la población de Pedralba (a unos 35 Kilómetros de la capital valenciana), siendo advertido de la misma el gobernador civil, Jesús Posada Cacho (padre de quien sería presidente del Congreso de los Diputados, Jesús Posada Moreno) manteniendo, desde ese mismo instante, comunicación directa y permanente, con el alcalde de la ciudad, Tomás Trénor Azcárraga, quien a las once de esa misma noche, daba aviso a las diferentes Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, para que permanecieran en situación de alerta, a pesar de que, paradójicamente y coincidiendo con la misma advertencia, había dejado de llover sobre la misma ciudad de Valencia.
Durante las primeras horas del lunes 14 de octubre se dieron varias circunstancias que acabarían en tragedia. A la una de la madrugada, la cantidad de agua que portaba el río era de 165 metros cúbicos por segundo, dos horas más tarde, a las tres, momento en el que se producía un primer desbordamiento, era de 2700 m3/seg, comenzando, desde entonces, a llover intensamente, pasando a ser torrencial durante las horas del mediodía, con una segunda riada, subiendo el caudal hasta los 3700 m3/seg (sirva a modo de referencia y de manera ejemplificativa los caudales de algunos ríos, para poder establecer una tabla comparativa; El Sena con sus 500 m3/seg, el Rin 2100 y el Nilo 2800).
Fue entonces cuando el agua del río ya desbordado, ocupando silenciosamente toda la extensión de aquel cauce, a su paso por la ciudad, llegaba hasta los mismos petriles de los muros de contención, de aquellos majestuosos puentes de piedra, ascendiendo hasta las mismas barandillas y balaustradas de los pontones, empezando a hacer acto de aparición por las mismas calles de la ciudad.
Desde las mismas arquetas de los sumideros de la red del alcantarillado, como si de surtidores se tratase, comenzó a manar, de manera abundante, aguas residuales y fecales, lanzando las tapas que cubrían estas con fuerza, inundando todo el ancho de las calzadas, y llegando, en algunos barrios y calles, a una altura de cinco metros, en una ciudad que aquel lunes 14 de octubre de 1957 se quedaba sin agua potable, sin electricidad, incomunicada, y con un balance trágico final de ochenta y una víctimas mortales, amén de multitud de heridos y de las pérdidas económicas y materiales que acabarían siendo valoradas en miles de millones de las antiguas pesetas.
Curiosamente fue precisamente la Valencia romana, la que quedaría exenta de las aguas. Lugares como la Plaza de la reina, de la Virgen y el “carrer del Micalet” no sufrirían daño alguno.
Aquella “gota fría” del 57 sería la última, la que acabaría por colmar el vaso, siendo la consecuencia principal la transformación desde aquel entonces de la ciudad con la ejecución del denominado Plan Sur, o también llamado Solución Sur, una medida preventiva consistente en el desvío del trayecto del río desde la localidad de Cuart de Poblet hasta su salida al mar Mediterráneo.
Imágenes de la riada y el plan sur en 5:15, https://youtu.be/sq6wYlfXz4I
Hoy, aquel viejo cauce ha quedado transformado en uno de los jardines naturales más visitados de la ciudad, con sus cerca de ocho kilómetros de zonas verdes que en el siguiente enlace podemos contemplar con una duración de 2:22 https://youtu.be/1ZJRW6B-YLo