En el primer estudio, los científicos analizaron muestras de sangre tomadas de más de 44.000 británicos, incluidas más de 4.900 personas a las que posteriormente se les diagnosticó cáncer.
Utilizando la proteómica, los investigadores analizaron un conjunto de 1.463 proteínas de una única muestra de sangre de cada persona. Compararon las proteínas de personas a las que se les diagnosticó cáncer y a las que no para buscar diferencias entre ellas y descubrir cuáles estaban relacionadas con el riesgo de enfermedad.
Los investigadores también identificaron 182 proteínas que diferían en la sangre tres años antes de que se produjera el diagnóstico de cáncer. En el segundo estudio, el equipo examinó datos genéticos de más de 300.000 casos de cáncer para profundizar en qué proteínas sanguíneas estaban involucradas en el desarrollo del cáncer y podrían ser objeto de nuevos tratamientos.
Encontraron 40 proteínas en la sangre que influían en el riesgo de que una persona padeciera nueve tipos diferentes de cáncer. Si bien la alteración de las proteínas puede aumentar o disminuir las posibilidades de que alguien desarrolle cáncer, los investigadores también descubrieron cuáles pueden provocar «efectos secundarios no deseados».