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‘El sentido de España en la nueva izquierda’, por @JoseSorzano

Publicado

en

José Antonio Sorzano Escavy

Periodista y Abogado

Foro de Opinión: José Luis Sampedro

 

Hace una semana, tuve la gran suerte de poder asistir a unas jornadas de tres días en Sevilla, coordinadas por Arturo Pérez Reverte, asistido por el también periodista, Jesús Vigorra, donde se trataba exclusivamente a España como ¿Mito o Realidad?

Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien escuchando a tanto talento hablando de este cacho de tierra llamado España. Esa que serenamente, año tras año, ha visto nacer a unos cuantos millones de españoles; los unos que, como un mal hijo, reniegan de ella, y los otros que como yo mismo nos sentimos cada día mas orgullosos de pertenecer a esta tierra que nos ha visto nacer. Esta tierra que a pesar de sus pesares, es la nuestra, tanto para lo bueno como para lo malo.

Comentaba ese pedazo de actor guineano, Emilio Buale, que no comprendía cómo los españoles nos queríamos tan poco, hasta tal punto que nos costaba vocalizar el nombre de ESPAÑA, como si nos diera vergüenza hacerlo.

Pues bien, a lo largo de dichas jornadas me reconfortaba oír todos los días a figuras como los socialistas, Alfonso Guerra, Paco Vázquez, o al hispanista irlandés Ian Gibson, al catedrático Juan Eslava Galán, Alfonso Ussía, entre otros muchos más intervinientes, referirse a España sin ningún complejo, como esa madre que nos debiera hacer sentirnos orgullosos de ella. Al hilo de todo esto recuerdo las palabras de uno de mis grandes referentes políticos como fue el presidente de la II República, D. Manuel Azaña, cuando dijo en una de sus intervenciones en el Congreso:  “Os permito, tolero y admito que no os importe la República, pero no que no os importe España”. ¡¡Muy bien por D. Manuel!!

Pues bien, visto lo visto, y oído lo oído, yo ya no sé si es que la izquierda de verdad, como diría Paco Vázquez, se ha trastornado a falta de un liderazgo fuerte, claro y diáfano, o es que la misma ha perdido el sentido de la orientación y ya no sabe dónde está su sitio.

En estas mismas jornadas, comentaba ese animal político llamado, Alfonso Guerra, que el gran error de la izquierda, que la está llevando de fracaso en fracaso, es haberse dejado “robar” por fuerzas emergentes, el sentido de esa españolidad que nunca debió dejarse arrebatar. Uno de los ejemplos más claros es el de Cataluña, donde de ser la primera fuerza en un pasado no tan lejano, en la actualidad los socialistas no cuentan casi para nada en el tablero político catalán, precisamente por mostrarse como “ni carne ni pescado”. Los tiempos de los “charnegos” socialistas del cinturón industrial catalán, que seguían sintiéndose más españoles que el gazpacho manchego, se han ido diluyendo en otras ofertas políticas más claras y diáfanas respecto de su sentimiento de españolidad en Cataluña. Y es que creo que en Cataluña, ha llegado el momento que por simple incompatibilidad o se juega claramente a Socialismo o a Nacionalismo, pero no a ambos juegos a la vez.

Por otro lado, hace tiempo que la izquierda en general ha abandonado los actuales signos identitarios de España como nación, como puede ser su actual bandera. Yo recuerdo, aun siendo muy joven por aquel entonces, cuando entre todos los partidos de la Transición, de izquierdas y derechas, se aprobaron todas las señas de identidad de la nación española, para poder incorporarlas al texto Constitucional. Y esa fue precisamente una de las actitudes que demostró la altura de miras y sentido de Estado del propio Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista de España, PCE, cuando vio que por encima de su partido y la bandera tricolor republicana, estaba el consenso y acuerdo para la rápida instauración de la Democracia y el nuevo régimen de libertades en España.

Y todo esto me hace recordar a otro gran hombre y, por cierto, socialista también, como fue D. Indalecio Prieto, que no se le secó la boca ni encogió el ombligo cuando en una de sus reflexiones escritas dijo aquello: “Aunque internacionalista, me siento cada vez mas español. Sintiendo a España dentro de mi corazón y hasta en el tuétano de mis huesos”. Y sí, así se sentía D. Inda, dando una lección de españolidad y, sobre todo, de coherencia ideológica, a todos aquellos que haciendo ostentación de su condición de socialistas, eso sí, nacidos en este terruño, abominan de él por la extremada idiotez de seguir la moda impuesta por los sectores nacionalistas, o bien por las estúpidas directrices de esa progresía majarona, que más que seguir por una línea de pensamiento claro y diáfano, cada día vienen deambulando por España como esos pollos sin cabeza, sin saber qué rumbo tomar.

Teniendo en cuenta que cada uno puede vestir o ponerse lo que le venga en gana, faltaría más, me hace gracia y a la vez me entristece un tanto, el ver cómo la derechona más rancia de este país se han hecho los amos y señores de todos los símbolos identificativos de esa España que es de todos, por lo menos la mía también, luciendo la bandera española en sus muñecas a modo de pulsera; mientras, por el contrario, mucha izquierda siente vergüenza y aversión incluso cuando la ven impuesta y colgada en sus respectivos mástiles. Y la verdad, sinceramente somos muchos a los que no deja de jodernos, y mucho, semejantes actitudes, ya que soy de los que pienso que hoy por hoy esa es la bandera Constitucional de España, o sea de absolutamente todos nosotros. Ahora bien, si llegara el día que el pueblo español decidiera democráticamente el cambio de la actual enseña por otra, pero eso sí, en representación de toda la nación española, bienvenida sea.

Finalmente, los que estamos muy viajados por el mundo, somos quizás los que más sentimos nuestra españolidad cuando estamos lejos de nuestro terruño; sobre todo, incluso, cuando vemos nuestra bandera ondear en las fachadas de nuestras embajadas  o consulados generales al acercarnos a hacer alguna gestión.

Y yo me digo, que el tonto el haba que no se sienta orgulloso de un país cuya lengua la hablan más de 500 millones de personas, siendo la lengua más hablada del mundo después del chino Mandarín; y cuya cultura y herencia se extiende por todo el continente americano, incluidos los EE.UU, donde el español se habla más que en la propia España, es que es un perfecto gilipollas descastado. En fin, para hacérselo ver.

En muy pocas pero acertadas palabras resumía un entrañable, grande entre los grandes, Federico García Lorca, este asunto: “El español que no ha estado en América no sabe qué es España”.

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