MADRID, 20 Dic. (CHANCE) – Irene Montalá ha abierto su corazón en su blog de Woman para narrar una dura experiencia que vivió hace algunos años. A raíz del terrible asesinato de Laura Luelmo, la actriz ha querido contar un episodio de lo más impactante que sucedió en una pizzeria de Las Ramblas de Barcelona.
Todo aconteció cuando Irene decidió entrar en los aseos de este establecimiento: «El baño estaba abajo, había que bajar unas escaleras. Un baño muy pequeño. Tenía tanta urgencia que ni siquiera cerré con pestillo. De pronto la luz general se apagó. Sólo quedó encendida la de mi baño. Escuché un ruido muy sutil, como de papel, y instintivamente me puse en alerta. La puerta de mi baño no llegaba hasta el suelo, empezaba dos o tres palmos más arriba. Sin mover mis pies, me agaché muy lentamente. Allí estaba. Un hombre, vi el reflejo de sus gafas, agazapado, esperándome. Me abalancé a la puerta para cerrarla con el seguro. Él también se abalanzó. Forcejeamos. Era un hombre muy alto, muy grande. No logré verle la cara. En el forcejeo, la puerta me golpeó la cara tan fuerte que al día siguiente tenía una parte de mi boca totalmente negra. Y grité para que alguien me oyera. Grité tan fuerte que se me escuchaba arriba en el restaurante. Grité tan fuerte que mis gritos se oían desde la calle».
Sus gritos desesperados no sirvieron para que nadie bajara a ayudarla pero sí hicieron que el acosador se marchase del establecimiento: «Yo jamás dejé de gritar. Me contaron, que el hombre salió por su propio pie. Todo el restaurante en silencio mirándolo. Mis gritos seguían. Salió andando y cuando llegó a la puerta de entrada, echó a correr».
Aunque su familia le incitó a que le denunciase, Irene no lo hizo por vergüenza: «No lo denuncié. No vi su cara. No quería volver al restaurante, de hecho jamás he vuelto. Mi tío quería llevarme a la policia y yo sentía pura vergüenza. No puedo explicármelo ahora, pero así me sentí. Quería olvidarlo. Se que no es lo correcto, de hecho es terrible, pero así fue».
Una agresión que le ha dejado marcada: «De esta historia, me acompañan a día de hoy dos cosas. Una, la inseguridad de saber que a veces, estar rodeado de gente no es sinónimo de estar a salvo. La segunda, soy incapaz de ir a un baño sola en el que tenga que subir o bajar escaleras. Es un miedo irracional, pero no injustificado. Es un miedo que no quiero transmitir a nadie. Pero la realidad, es que como sociedad, tenemos muchísimo trabajo todavía. Estamos lejos, muy lejos de pensar que estamos seguras».