València, 17 mar (EFE).- Miles de falleras y falleros de todas las edades han desafiado este jueves a la borrasca y, aprovechando las débiles treguas de lluvia que Celia concede a las Fallas, han comenzado a desfilar hacia la plaza de la Virgen para, muchas a lágrima viva, dejar sus ramos de flores a los pies de su patrona.
Es la primera Ofrenda floral «normal» desde 2019 a la Mare de Déu dels Desamparats, la «Geperudeta», tras la suspendida de marzo de 2020 y la aplazada a septiembre de 2021 de mínimos, sin público y con numerosas restricciones por la covid, desde la mascarilla obligatoria para desfilar hasta un nuevo horario, incluso matinal, para cuadrarlo todo al milímetro pues había toque de queda a la una de la madrugada.
Este año, más de 93.000 miembros de la Junta Central Fallera, procedentes de 383 comisiones falleras de todos los barrios de València y algunos municipios limítrofes, están llamados a desfilar, ya sin mascarilla y acompañados por bandas de música, hasta la céntrica plaza de la Virgen para dejar sus ramos de claveles ante el catafalco de 15 metros de altura entre la Catedral y la Basílica.
Sobre esa enorme estructura de madera se corona la imagen maternal de la patrona y el niño Jesús y medio centenar de vestidores se encarga de recoger los ramos y anclarlos en perfecta sincronía para ir perfilando el secreto diseño de cada año, en esta ocasión protagonizado por los colores blanco y rojo, mientras el dibujo «hará referencia a todo lo vivido durante estos dos años», según el coordinador de los Vestidors, Josep García Bosch.
Es una de las tradiciones que más devoción despiertan en el mundo fallero y eso se repite, año tras año, cuando las comisiones -con bebés en muchas de ellas, dormidos, en brazos o en carritos impermeabilizados- van entrando en la plaza de la Virgen y un gran número de falleras rompen a llorar al ver la enorme imagen de su patrona, a quien le agradecen lo bueno de cada año, recuerdan a seres queridos que han fallecido y le piden todo tipo de ayuda y apoyo.
Pero la amenaza de lluvia, como la que ha caído a cántaros durante la pasada noche y esta mañana, ha obligado a muchas de ellas a improvisar chubasqueros o protecciones de plástico para sus vestidos tradicionales de valenciana, ricos en sedas y adornos, mientras algunas han echado mano del paraguas excepto al entrar en la plaza, para entrar a cara descubierta y proclamando su fe en la Virgen.
Los sectores Ruzafa B y Mislata han abierto los turnos, en torno a las 15.30 horas y sin lluvia, y la fallera mayor infantil de València, Nerea López Maestre, y su Corte de Honor, acompañadas por los miembros de Junta Central Fallera y la Banda Municipal, serán las últimas en dejar sus ramos, aproximadamente en torno a la medianoche.
El público que abarrota la plaza para ver la Ofrenda sí va abrigado y con paraguas -a ratos caen débiles chubascos-, mientras por megafonía se narra qué comisión entra en el desfile y quiénes son sus falleras mayores, todo ello en medio de un dispositivo de seguridad con Policía Local y personal de emergencias.
«Somos un colectivo que puede con todas las adversidades, entre ellas el tiempo», ha proclamado la Junta Central Fallera cuando este mediodía ha confirmado que, pese a los pronósticos meteorológicos, la Ofrenda seguía adelante.
Y es que la borrasca ha obligado este jueves a cancelar la entrega de premios de las fallas grandes y la mascletà de la plaza del Ayuntamiento, que debía haber disparado la pirotecnia Aitana de Bélgida (Valencia) y que se convierte ya en la tercera suspendida este año por el mal tiempo tras las de los días 7 y 14; según la Agencia Estatal de Meteorología, es, a falta de dos días de fiesta, la semana fallera más lluviosa desde que hay registros (1938).
El mundo fallero confía en que Celia respete la Ofrenda, que vivirá este viernes por la tarde su segunda y última jornada, así como las dos últimas mascletaes de las Fallas y la Nit del Foc previa al día de San José, cuando por la noche tendrá lugar la Cremà de las 766 fallas -entre grandes e infantiles- repartidas por toda València.
La patronal hotelera Hosbec ha advertido de que, ante la llegada de la borrasca, se ha cancelado entre un 10 y un 15 % de las reservas hechas para el fin de semana, aunque confían no obstante en lograr una ocupación hotelera de entre un 75 y un 80 %, unos datos positivos dadas las circunstancias tras la crisis de la pandemia y ante las consecuencias que deja ya la invasión rusa de Ucrania.