Dice José María Aznar que España está desvertebrada, lo que podemos traducir por falta de cohesión. Esta desvertebración puede achacarse, lo harán algunos, a las malas praxis del Estado de las Autonomías durante cuarenta años. Sin duda, el avance del nacionalismo vasco o catalán hacia el independentismo, que ahora anda más desatado que nunca, es un factor de disgregación del hecho nacional, del hecho nacional español, quiero decir. Pero desvertebra más una financiación injusta por desequilibrada de las diferentes comunidades autónomas que el hecho de que existan partidos independentistas al frente de gobiernos autonómicos. Desvertebra más una falta de armonización fiscal entre las diferentes comunidades autónomas que el anunciado referéndum independentista de Carles Puigdemont que debe impedirse de la mano de la Constitución y del resto de ordenamiento jurídico. El que los españoles, vivamos donde vivamos, en Orense, Sevilla, Madrid o Valencia paguemos los mismos impuestos es consustancial a la vertebración o cohesión del país, además de muy justo y razonable.
No puede ser que según vivas pagues una cosa u otra. Todos los españoles debemos pagar los mismos impuestos, sean de ámbito estatal, autonómico o incluso municipal, y esto no está ocurriendo. Renta, Transmisiones, Sucesiones, IBI nos gravan de diferente manera. No es lo mismo vender una vivienda en un sitio que en otro, o heredar, por citar los dos ejemplos más palmarios de la desarmonización fiscal que hoy existe. Los partidarios de la armonización fiscal aducen la igualdad ante la ley, la solidaridad, el equilibrio entre territorios o el que no haya dumping fiscal entre autonomías, entre otros argumentos. Los partidarios de que no exista armonización fiscal argumentan en cambio el autogobierno, la competencia entre autonomías, la eficacia en la gestión que permite bajar impuestos, etc. Lo que está claro, al menos para algunos, es que los ciudadanos no tenemos por qué soportar en nuestros bolsillos vía impuestos la incompetencia de nuestros gobernantes autonómicos y municipales. Al final se trata con la armonización fiscal de que todos paguemos los mismos impuestos y que el ahorro provenga de la reducción del gasto y de la eficiencia en la prestación de los servicios públicos. Y ese ahorro se puede traducir en más inversiones y en mejor calidad de vida.
La reciente Conferencia de Presidentes Autonómicos, a la que no fueron en un alarde de soberbia y de irresponsabilidad, los presidentes vasco y catalán, ha abierto el camino para la reforma del sistema de financiación autonómico que no va ser fácil, ni mucho menos, cuantitativa y cualitativamente hablando. Veremos si triunfa la tesis de la armonización fiscal o de un sistema mixto o con límites en la capacidad impositiva de las comunidades autónomas gobernadas desde un amplio espectro ideológico. Algunos piensan que la armonización fiscal contribuye en gran medida a la vertebración del país y al fortalecimiento del Estado, a ese “nacionalismo español” frente al independentismo disgregador. Una financiación autonómica totalmente desequilibrada como la actual genera desafección hacia el Estado al que se le considera causante de todos los males. Por ello, si se quiere vertebrar España, que hace falta, hay que empezar por las cosas de comer, porque a los independentistas ya no se les va a convencer de que renuncien a sus ideas por muy anticonstitucionales que sean.