Cultura

«La niña amarilla», relatos suicidas para volver a amar la vida

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«Es importante que hablemos del suicidio desde el amor.  Y el mayor regalo para quienes lo conocemos de cerca sería saber que se han leído nuestras historias y han ayudado a personas que se encontraban en una situación similar.»

Con estas palabras, la alpinista Edurne Pasaban, la primera mujer en el mundo en conseguir coronar los 14 ochomiles, nos invita a abordar un relato que no dejará indiferente a nadie.

Que la presentación de «La niña amarilla» corra a cargo de Pasaban no es ninguna casualidad. El libro no busca el tirón de un rostro conocido para atraer a lectores indecisos. La deportista conoce muy de cerca el tema que trata. Ella misma trató de acabar con su vida en más de una ocasión.

Lo mismo le sucedió a la autora de la obra, María de Quesada, quien también intentó suicidarse en 1995 a los 15 años.

Cada capítulo de ‘La niña amarilla es un relato real en primera persona que intenta traer luz y amor a la conducta suicida en la adolescencia y la juventud. La periodista María de Quesada relata su experiencia, y da voz a otra veintena de historias ocultas tras el tabú y el estigma que rodean a esta realidad en España y en el mundo.

El objetivo de este libro es ponernos en el lugar de quien sufre hasta el punto de querer dejar de vivir, hablar sobre el suicidio como un problema social y de salud pública que sí existe y acompañar a las personas en un momento vital vulnerable, para animarlas a que pidan ayuda hoy y ahora. Hablar del suicidio salva vidas porque es el primer paso para prevenirlo. Mientras escribía estas páginas, María creó la asociación sin ánimo de lucro La Niña Amarilla, a la que irán destinados sus beneficios, con el objetivo de prevenir el suicidio en diferentes ámbitos sociales.

Relatos reales llenos de esperanza, lectura de vida, de vidas narradas a modo de relato corto o cuento que nos muestran cómo se puede salir del pozo hacia la luz.

Como dice la propia autora en su novela «Hay amor todo el rato. Cada día, cada minuto, en cada respiración. Siempre hay amor. Mi niña amarilla sufría porque ignoraba que vivía en un océano de amor».

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