Sucedió en la noche del domingo en Alicante. Un velero acababa de enviar una llamada de auxilio desde alta mar. Uno de sus tripulantes, una mujer de 40 años, había caído al agua y no había ni rastro de ella. En la embarcación viajaban un hombre, cuatro mujeres y cinco menores. Rápidamente, desde el Ayuntamiento de Alicante se montó un dispositivo de rescate que incluía policía, bomberos, Salvamento Marítimo, drones y un helicóptero. Más de 50 efectivos.
Pero la búsqueda fue infructuosa. Ni a la altura de Cala Palmera, donde se avisó de su desaparición, ni en la zona de la playa de San Juan, ni en la de la Albufereta se halló rastro de la desaparecida. Los equipos de rescate, sabedores de que los primeros momentos son decisivos en los casos de desapariciones en alta mar, comenzaban a perder la esperanza. Además, la alerta había llegado cuando uno de los menores, hijo de la desaparecida, se percató de la ausencia de su madre, por lo que no se sabía con seguridad cuándo y dónde había caído al mar.
Sin embargo, a las 9 y 10 de la noche, una hora y media después de la primera llamada de emergencia, llegó un aviso que dejó incrédulos a los rescatadores. Provenía del Club Naútico Costa Blanca, y en él se les comunicaba que una mujer que decía haber caído de un velero acababa de llegar nadando a sus instalaciones.
La mujer, buena deportista y, desde luego, gran nadadora, había sido capaz de llegar a la costa después de caer del barco en un descuido. Además, se encontraba en perfectas condiciones físicas. Una historia sorprendente con final feliz.