Mónica Collado
València, 6 nov (EFE).- La dana que ha asolado Valencia ha destrozado una veintena de talleres de artistas falleros, que lanzan un grito desesperado para poder plantar las próximas fallas porque se han quedado sin espacio para trabajar, sin vehículo para desplazarse a otros sitios y sin maquinaria ni herramientas para continuar su trabajo.
Así lo cuentan a EFE tres de ellos con talleres en Benetússer y Paiporta, en el epicentro de la dana, y a los que la riada de agua sorprendió en los talleres -en el caso de dos de ellos- y aunque tuvieron tiempo para salvarse ellos, han perdido todo su trabajo de cara a plantar en las Fallas de marzo de 2025.
Ahora se afanan en limpiar de barro sus talleres y tratar de acceder a sus naves, en muchos casos inaccesibles -por coches apelotonados- para intentar salvar algún ninot y alguna herramienta para continuar su trabajo porque «las fallas se plantan» en tres meses, coinciden en proclamar.
«El agua entró por una puerta y salió por otra»
Aunque la dana no le pilló trabajando en su taller de Benetússer porque ya habían acabado la jornada y estaban en casa, el artista Pedro Santaeulalia confiesa a EFE que están «bastante tocados» porque «el taller está totalmente destrozado».
«No pudimos llegar hasta dos días después», explica. Su taller «ha desaparecido; el agua rompió una puerta y salió por la otra y se llevó todo».
El artista planta el monumento de la sección Especial de la falla Sueca-Literato Azorín de València, que está «muy perjudicada», y una falla pequeña en el pueblo de Turís, que estaba totalmente acabada y almacenada y de la que ya no queda nada.
«El agua hizo efecto río y se llevó herramientas, falla y todo», continúa para añadir que ahora vuelcan sus esfuerzos en «limpiar para empezar a trabajar» pero «apenas hay manera de acceder, porque está todo lleno en los accesos; un absoluto desastre».
Asegura que les urge «un local lo antes posible donde poder seguir trabajando», aunque reconoce que no es fácil encontrarlo y lo tiene claro: «Las Fallas van a continuar y hay que plantarlas».
«Corríamos el riesgo de ser arrastrados y morir»
A Josué Beitia, que planta seis monumentos, entre ellos el de la falla de Monestir de Poblet-Aparicio Albiñana, conocida como L’Antiga de Campanar y que se alzó con el primer premio de Especial en 2024, le pilló en el taller con otro artista con quien comparte local en Benetússer y el resto de empleados que viven cerca pudieron irse a casa, aunque «todos han perdido el coche».
«Está bastante afectado, no hay ni taller. Estábamos empezando a pintar piezas ya acabadas y están reventadas. Ahora estamos limpiando y tratando de recuperarnos porque está todo roto; había un metro de agua dentro de la nave y todas las herramientas electrónicas ya no existen», lamenta.
«Estábamos dentro intentando mantener las puertas para que no entrase más agua pero llegó un momento en que corríamos riesgo de ser arrastrados por la corriente y morir, y nos fuimos a la finca de enfrente», relata.
Ahora se han volcado en limpiar y necesitan que se desalojen los vehículos que tiene apelotonados en la puerta del taller, que «no dejan sacar nada», y avisa de que si consiguen otra nave «será difícil poder desplazarse para ir a trabajar».
Además de la de Campanar, Beitia planta fallas en Alzira, Dénia y Paiporta, algunos municipios afectados por la dana, que todavía no sabe si plantarán en marzo «o lo harán en julio o septiembre».
«Hay que tirar una de las paredes del taller»
La artista de fallas infantiles Míriam García Sandemetrio ha visto totalmente afectado su taller de Paiporta, ubicado junto una casa abandonada a la que la gente está llevando enseres inservibles.
«Parte de una pared se ha caído y seguramente haya que tirarla entera y volverla a hacer. Vamos a tener que arreglar la instalación eléctrica y reponer la maquinaria, compresores, aspiradoras, lijadora, taladradoras, todo», detalla.
García Sandemetrio planta este año la falla infantil El Charco de Catarroja, municipio también afectado por la dana, y dos en València capital, Aras de Alpuente y la Nova de Orriols.
«No tenemos coches y desplazarnos a otro local sería complicado. Lo mejor sería poder arreglar la pared, que no sé lo que va a durar con todo lo que están metiendo en la casa abandonada de al lado», indica.
Estaban en el taller cuando en un grupo de amigos llegó un mensaje de que el barranco se había desbordado y el agua se había llevado la pasarela: «No sabíamos qué pasaba, me cambié de ropa para irnos y al salir a la calle, mi pareja me dijo: ‘métete, que el agua viene'».
«Pusimos maderas en la puerta enganchadas con gatos pero el agua subía mucho y se veían coches flotando y se nos abría la puerta, y subimos a una especie de altillo que tenemos», recuerda.
«Lo que estaba allí guardado está bien pero lo que estaba abajo, no, aunque creo que puedo limpiar, secar y aprovechar algo», afirma para agregar: «Hay algunas figuras rotas, a otras les faltan trozos y alguna se quedó hundida en el barro y se ha tirado. Creo que todo se quedó en el taller».
Ante la posibilidad de buscar otro local, afirma que tiene uno cerca al que podría llegar en bicicleta, pero el problema es la dificultad de acceder a su local para sacar material. EFE
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