ESPECIALES
La cara oculta de la Elección de las Cortes de Honor
Publicado
hace 5 añosen
Valencia, 24 sept. – Con el paso de las horas y cuando los nervios dejan paso a la reflexión es el momento de analizar lo sucedido el pasado sábado en el pabellón de la Fonteta en la celebración de la Gala de Elección de las Cortes de Honor de las Falleras Mayores de València 2020.
No se trata de buscar culpables, ni señalar con el dedo, sino de realizar un profundo análisis de este proceso que se antoja demasiado largo dado el volumen de sentimientos y emociones que genera. Todo ello en pro de la fiesta, unas fallas que reclaman adaptarse a los nuevos tiempos, sin olvidar que el protagonismo es durante todo el proceso de ellas. De todas y cada una de las candidatas, que se someten de forma totalmente voluntaria y altruista, poniendo todo de su parte para ser una de las 26 elegidas (13 niñas y 13 chicas) que representen al mundo fallero.
No hay que olvidar que esta gala es fruto de un proceso que se inicia en julio con las preselecciones. Una criba a menor escala pero no por ello exenta de nervios e ilusiones, dado que las seleccionadas deben apurar hasta aproximadamente la tercera semana de septiembre para conocer si son una de las 26 afortunadas. En el caso de salir elegidas de entre ellas, no será hasta mediados del mes de octubre, cuando finalice el proceso con la ansiada llamada del Alcalde, Joan Ribó, para nombrar a las nuevas reinas de las fallas. Por tanto, son más de 3 meses y medio el tiempo en que las candidatas se ilusionan y sufren, casi a partes iguales.
Un proceso un tanto largo a soportar. No olvidemos que se someten a jurados (nombrados en parte por JCF y la otra designado por los Presidentes de Falla) cada uno con su particular visión de la fiesta y con unos criterios totalmente subjetivos. Ellos son los que tienen, la no fácil tarea, de decidir quién sí y quién no. Y ese quién no, siempre viene cargado de interrogantes sin respuesta. Pues seguramente, un jurado diferente, elegiría de forma distinta, y en ambos casos serían igual de válidos, legítimos y respetables.
Poco más de dos semanas de intensas pruebas sirven a los jurados para emitir un veredicto. Una decisión que se escenifica en una gala como la vivida el pasado sábado. Y que en esta ocasión requiere de una profunda revisión para ofrecer, al siempre exigente público fallero, un espectáculo digno y al nivel de lo que hay ‘en juego’ esa noche.
Las dificultades y retrasos en los accesos, el exceso de calor que provocó más de un desmayo, un deplorable sistema acústico e, incluso, un Secretario General de JCF reconvertido (por voluntad propia) a ‘speaker de la NBA’ vinieron a ‘rematar’ una gala anclada en el pasado que reclama una profunda revisión para poner en valor lo que allí se vive: la elección de las Cortes de Honor. Un análisis más que necesario, prioritario, del que a buen seguro que el colectivo fallero, rico en innovadoras ideas, sabe reconducir para ‘brillar’ como lo que es, uno de los actos más esperados del calendario.
Esa noche hasta 146 candidatas, entre niñas y jóvenes, viven con los nervios e ilusiones a flor de piel. Por más que se les mentalice a todas de que solo 26 escucharán su nombre, el lógico entusiasmo por ser una de ellas prima por encima de todo, por lo que la tristeza final, los lloros y las decepciones están aseguradas. Un sufrimiento que, en parte, podría ser evitado, o sino, al menos, aliviado. Es en este punto donde se debe reflexionar y debatir sobre cuál es la fórmula menos dañina para las 120 familias y fallas que salen dolidas.
Años atrás, el veredicto final se leía con todas las candidatas sobre el escenario. Una crueldad se mire por donde se mire porque eran pocas las que lograban contener las lágrimas en público tras no escuchar su nombre entre las elegidas. Momentos en los que el centro de las miradas se solía ubicar en aquellas ‘favoritas’, que finalmente no habían sido seleccionadas, para ver su reacción.
La lógica y la cordura se imponía y desde principios de la década del 2000, todas las candidatas escuchan, todas juntas entre bambalinas, la decisión de los jurados. Desde el año 2007, fecha en que se realizó el último cambio de emplazamiento para ubicar este acto en la Fonteta de Sant Lluís, las candidatas esperan el veredicto en uno de los túneles que dan acceso directo a la pista central donde se ubica el escenario del evento.
El túnel de los llantos
Todas juntas, las 73 niñas por un lado, y las 73 mayores por el otro, acompañadas de varios voluntarios de JCF escuchan con atención ese momento en el que la respiración se les corta cada vez que escuchan por boca del Secretario General de JCF la famosa frase…. “la xiqueta….” O la “Senyoreta….”. Instantes que allí dentro de ese túnel, con las emociones a flor de piel, se antojan eternos, y que poco después las sonrisas de oreja a oreja se tornan en cabezas bajas, tristeza, llanto y hasta un cierto sentimiento de frustación con el consiguiente “¿por qué yo no?»
Las elegidas son llevadas en volandas hacia el escenario donde iniciarán el ‘año de su vida’, mientras que el resto, las 120 restantes salen por la puerta de atrás sin hacer ruido, con el alivio de encontrar consuelo en sus familiares, falla y amigos.
En el caso de las infantiles es especialmente cruel. En pleno siglo XXI no se entiende que a las 73 niñas se les haga pasar por eso. Los primeros nombres de las elegidas los viven con alegría, algunas ya están llorando porque empieza a salir la tensión vivida durante semanas, pero cuando las niñas son conscientes de la cuenta atrás y que solo queda una, los lloros desconsolados son difíciles de olvidar. Cuando se escucha el nombre de la última, ese túnel se convierte en un mar de lágrimas y dolor. Un llanto conjunto de 60 criaturas que no tienen consuelo. Es en este momento cuando hay que valorar el dicho de ‘llegar a Fonteta es un triunfo’. Quizás deberían ser las candidatas las que digan si compensa llegar a Fonteta o preferirían vivir ese momento de otra forma. Un proceso que debe ser para vivirlo de una forma bonita no puede provocar dolor a nadie. Se trata de una fiesta y como tal hay que gestionarla. ¿Cuál es la fórmula?