Hace unos días Belén bajaba la persiana de su negocio en la zona de Juan LLorens de València. Tiene 31 años y por culpa de las amenazas de muerte de su expareja se ve obligada, víctima de la violencia machista, a dejar su trabajo tras cinco años llenos de ilusión.
Ahora la justicia, tras años de amenazas de muerte y denuncias, le ha impuesto al hombre un distanciamiento de 600 m de manera indefinida. Como el trabajo de ella está dentro de ese radio se ve obligada a cerrar su local llena de rabia e impotencia. Los vecinos se abrazaban a ella en la calle el último día para despedirse y desearle toda la suerte del mundo.
Obviamente su nombre verdadero no es Belén. Este es un nombre falso para proteger su identidad. Pero el resto de esta historia a la que ha tenido acceso en exclusiva Official Press es real.
«Nos conocimos en febrero de 2020 cuando él vino a la tienda a comprar los libros de su hija», relata apenada Belén. «Él es de Honduras y tiene mi misma edad. Al poco tiempo de venir a la tienda comenzó nuestra relación».
Doble vida
Pero lo que parecía ser un cuento de hadas pronto se fue volviendo en una pesadilla. «Nuestra historia acabó en abril del 2021 porque descubrí que él tenía una doble vida con la madre de su hija», relata la joven. «Lo pillé cuando descubrí el perfil de ella y vi que nunca había terminado la relación como el me hizo creer.»
Belén cuenta que no daba crédito a lo que estaba viviendo sobre todo cuando le reveló «después de esa discusión él vino a la tienda a contarme la verdad, que me estaba enamorando para que nos casáramos y así poder conseguir la residencia. Así al año la de la niña y a los dos años pedirme el divorcio para casarse con la mamá de su hija y estuvieran legales aquí. Que por favor le pidiera lo que quisiera pero que aceptara. Yo le dije que no, que yo no me casaba sino era por amor. Y entonces empezó el infierno.»
Para Belén comenzó en ese momento una auténtica pesadilla. A partir de entonces «me demostró en ese momento que nunca hubo amor.»
Hasta ese momento «nuestra relación era como un cuento, era atento, servicial, cariñoso, comunicativo, todo un amor. Hasta que descubrí la verdad. Él cambio cuando le dije que no al casarme con él, entonces empezó mi tortura tanto por su parte como por la de la madre de su hija.»
Belén comenzó a ser amenazada a diario. «Desde ese momento empezó con llamadas para que cambiara de parecer, mensajes de WhatsApp, Facebook Instagram, SMS. El acoso era constante», afirma. «Al negarme a contraer matrimonio empezaron los insultos, creándose nuevas cuentas al bloquear las anteriores, amenazándome, tanto él como su verdadera pareja.»
Belén cuenta que su locura no tenía límites y que para ella levantarse cada mañana era un infierno. No podía vivir «llegó a crearse 70 perfiles de Facebook y 56 de Instagram. Me hablaban tanto ella como él en mis perfiles personales como los de trabajo. Las amenazas eran por privado y me llegaban a insultar en mis publicaciones públicas.»
Las amenazas no se produjeron únicamente a través de las aplicaciones, sino que llegó a acosarla físicamente en su trabajo «Ha llegado a pasar hasta 30 veces por el trabajo gritando que me van hacer la vida imposible. Todos los días, día sí y día también.»
Belén confiesa que ya en enero pasó miedo cuando «la noche de Reyes me dijeron en la tienda que me iban a matar y no pude más me derrumbe y entre compañeros de negocio y mi madre me animaron a denunciar.»
Juicio y amenazas de muerte
«El día de Reyes fue el juicio y lo consideraron delitos leves de violencia y le pusieron un distanciamiento de 200 metros de mí, tanto de mi trabajo como de mi casa.»
Cuenta que en ese instante se sintió aliviada. «En esos dos meses siguientes me dejaron totalmente tranquila se esfumaron de las redes, ellos ni aparecían, nada».
La terrible historia parecía tener un final feliz hasta que «el 6 de marzo se acabó el distanciamiento. Empezaron poco a poco. Primero pasando por la tienda, publicando una foto en mi falla con un perfil falso, y al poco tiempo otra vez insultos por redes, amenazas…».
Con la voz entrecortada, Belén recuerda como «hasta el mismo día que firmé la reserva del traspaso me llamó desde un número nuevo diciéndome «hola tenemos que hablar no cuelgues». Le dije que me dejara y me dijo gritando ¡no cuelgues hija de puta! mientras se escuchaban risas por detrás. Colgué y bloqueé ese nuevo número.»
Obligada a dejar su negocio
El acoso era devastador hasta el punto de afectar a su estado físico. «Decidí traspasar porque cuando acabó el distanciamiento vi que empezaban como al principio, y yo ya no podía más. He adelgazado en todo este tiempo 34 kg y me han diagnosticado depresión y ansiedad nerviosa. Los médicos dicen que tengo estrés postraumático.»
Belén llegó incluso a cortarse el pelo y cambiar su look para que no «me reconocieran, pero no funcionó.»
Pocas semanas antes de dejar el negocio, «decidí denunciarlo por segunda vez. Fue un día antes de firmar. Me encontraba en el trabajo solucionando todo lo de la tienda, y en ese momento pasó con el coche conducido por una chica que debía de ser su pareja. Bajó y desde la puerta del local me miró y me hizo un gesto con el dedo índice pasando sobre su cuello amenazándome de muerte.» Entre lágrimas comenta que «me dijo que esta esperando a que esté sola, que me voy a enterar.»
En ese instante «dejé todo y fui a denunciar de nuevo. Al día siguiente fue el juicio. Era el 31 de marzo de 2022 y decidieron quitarle el pasaporte y ponerle un distanciamiento de 600 m indefinidamente.»
«Si alguna vez había tenido dudas en cuanto a dejar mi negocio la sentencia me las resolvió. Adelanté la firma del traspaso porque ya no podía más, mi vida se convirtió en un infierno estando allí. Y ahora con la orden de alejamiento de 600 m de manera indefinida me veo obligada a traspasar definitivamente».
Mientras usted lee estas líneas, el antiguo negocio de Belén está abierto, lleno de gente que entra y sale, ajenos a la injusta historia de un mujer víctima de la violencia de género acosada, amenazada de muerte y a la que la justicia le ha dado la espalda, obligándole a dejar su trabajo, beneficiando de algún modo al verdugo.