València, 15 dic (EFE).- El abogado de José Vicente, un joven acusado por la fiscalía de decenas de abusos sexuales continuados sobre menores de 16 años en una población de Valencia, ha aducido este martes que padece un trastorno de inmadurez de la personalidad que le impide valorar la ilicitud de los hechos de los que está acusado.
Esta patología no ha sido aceptada por los forenses del servicio de salud, aunque sí por los psiquiatras llamados a declarar por la defensa durante una nueva jornada del juicio contra el joven.
«Sufre un trastorno grave de su personalidad que anula su capacidad para valorar adecuadamente los hechos», ha argumentado la defensa para sostener su propuesta de que se le aplique al reo una eximente total o parcial de la responsabilidad penal.
El acusado declaró ayer únicamente a preguntas de su abogado defensor, Javier Boix, y respondió que todos los actos sexuales con menores de los que está acusado, y cuya realidad no niega, eran sencillamente juegos.
En esa misma línea han declarado hoy, a petición de la defensa, dos psiquiatras, cuyo informe de parte señala que el acusado padece un trastorno inmaduro de la personalidad que afecta a todos los aspectos de su vida, lo que le llevó, efectivamente, a considerar los abusos sexuales de todo tipo cometidos sobre los menores como simples juegos.
Por el contrario, los forenses de los servicios públicos de salud que han examinado al reo, en prisión preventiva desde 2018, han señalado que «no cumple los criterios para diagnosticar un trastorno de personalidad, sabía que lo que hacía estaba mal, aunque no era capaz de prever bien las consecuencias que podría acarrear su comportamiento. Pero no era un simple juego».
La fiscal, al igual que las acusaciones particulares ejercidas en nombre de las víctimas, se ha opuesto en sus conclusiones finales a que se le aplique al acusado ninguna eximente, total o parcial, en base a un supuesto trastorno de personalidad.
Ha pedido la condena al acusado por numerosos delitos de abusos sexuales, entre ellos 13 continuados a menores de 16 años, además de otros como exhibición de pornografía a menores.
«Esta parte se opone que se justifiquen los actos del acusado con el síndrome de Peter Pan, olvidando su personalidad manipulativa y su inteligencia, que le permitieron ser capaz de normalizar actos que no lo eran. Sabía que lo que hacía era ilícito», ha señalado.
El escrito del fiscal, que ha variado su redacción inicial porque las víctimas no eran menores de 12 años, como inicialmente se consideraba, sino poco mayores de esa edad, relata que entre los años 2015 a 2018, el procesado aprovechó su condición de entrenador y monitor de la escuela de verano para ganarse la confianza de los niños y jugar con ellos al fútbol en el polideportivo, ir a comer una hamburguesa o jugar a la video-consola en su casa.
Según el escrito de acusación de la fiscal, cuando los niños ya le consideraban uno más de la pandilla, el acusado les proponía retos y, aquellos que los perdieran, debían realizar todo tipo de actos de carácter sexual. Estos retos se realizaban en los aseos de un polideportivo, en un polígono industrial o en una pista de motocross.