Pedro Sánchez ha confirmado este jueves que el aeropuerto de Valencia-Manises será uno de los incluidos en el próximo plan de ampliación de infraestructuras aeroportuarias, dentro del Documento de Regulación Aeroportuaria (DORA III), que abarcará el periodo 2027-2031. Sin embargo, el presidente del Gobierno no ha precisado cuál será la inversión económica exacta, dejando en el aire una de las principales demandas de las autoridades y del tejido económico valenciano.
Manises: el aeropuerto con mayor saturación entre los grandes
El aeropuerto de Valencia se encuentra entre los más saturados del país. En 2024 superó los 10,8 millones de pasajeros, lo que lo coloca al límite de su capacidad operativa. De hecho, en meses punta, la instalación ya ha operado por encima del 130 % de su capacidad teórica.
La falta de espacio, servicios y personal suficiente ha generado colas, retrasos y problemas de calidad en la atención al viajero. Además, existe preocupación por el impacto que esta situación podría tener sobre la competitividad económica, turística y logística de la Comunitat Valenciana.
Sin cifras concretas para Valencia
Aunque la inclusión de Manises en el plan DORA III es una noticia positiva, el anuncio de Sánchez en Alicante ha sido recibido con escepticismo por la falta de detalles clave:
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No se ha especificado cuánto se invertirá en la ampliación.
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Tampoco se han comunicado fechas de inicio o finalización de obras.
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No se ha concretado qué áreas del aeropuerto serán objeto de mejora (terminales, pistas, zonas de embarque, aparcamientos, etc.).
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Se desconoce el modelo de financiación (público, mixto, tarifas aeroportuarias…).
Este vacío de información preocupa tanto a las instituciones como a los agentes económicos, que reclaman un calendario definido y transparencia en el desarrollo del proyecto.
Un reto urgente para la economía valenciana
La ampliación del aeropuerto de Valencia no solo es una necesidad operativa, sino también una prioridad estratégica para el futuro económico de la región:
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El aeropuerto es clave para el turismo, los negocios y la conectividad internacional.
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El retraso en su modernización puede suponer la pérdida de nuevas rutas aéreas y la fuga de inversiones.
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Se estima que no actuar a tiempo podría provocar pérdidas millonarias en ingresos y oportunidades hasta 2030.
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