El XI Informe sobre la Pobreza en Valencia, elaborado por el departamento de Trabajo Social de Casa Caridad, refleja lo que la entidad benéfica lleva años advirtiendo: la cronificación de las personas en situación de exclusión social. Un estado que lleva aparejados problemas tanto físicos como mentales y que, a medida que pasa el tiempo, empeora, puesto que el paso de los años juega en contra de este colectivo ya que no solo aumentan sus dificultades de poder acceder al mercado laboral, sino que repercute de manera negativa en su estado de salud.
Según se desprende de este informe, en 2016 el 65% de los atendidos desde Casa Caridad llevaba más de un año acudiendo a su comedor social. Un dato que, según el presidente de la institución, Luis Miralles, “constata que la pobreza se ha cronificado. A pesar de tener situaciones más estables, debido al trabajo social que se realiza desde Casa Caridad, hay un mayor rechazo social hacia las personas necesitadas y así nos lo han transmitido ellos mismos. Por eso, continuamos siendo su referencia para todo, desde para hacer un trámite administrativo o ayudarles con cualquier tipo de documentación, entre otras muchas cosas. Nosotros estamos para ayudarles, pero pedimos a la sociedad que haga un esfuerzo para integrarles”.
El perfil atendido desde Casa Caridad continúa siendo muy heterogéneo, aunque el informe destaca dos perfiles: el de los mayores de 55 años y el de los jóvenes extranjeros. Así, Elena Ferrer, responsable de Trabajo Social en Casa Caridad, explica que en el caso de los hombres mayores de 55 años atendidos por la Asociación, un perfil castigado por la pobreza, les faltan algunos meses por cotizar y no pueden cobrar subsidio. “Son casos dramáticos porque son personas que han trabajado y cotizado durante largos periodos, pero de los que el sistema se olvida hasta que cumplen los 65 años”, señala la trabajadora social.
Desde Casa Caridad hacen una llamada de atención para poder emplear a estas personas que, con tres meses más cotizados, podrían acceder a una prestación destinada a personas mayores de la que ahora no se pueden beneficiar.
Por otro lado, hace una década llegaron a Valencia un gran número de inmigrantes sin papeles, muy jóvenes, principalmente subsaharianos, que solo tenían la “peculiaridad” de no contar con redes de apoyo ni familiares, con las limitaciones que les suponía el desconocimiento del idioma y la ausencia de documentación. Estos extranjeros, 10 años después, han desarrollado patologías mentales a consecuencia de su vida en la calle y sufren un gran deterioro físico asociado a adicciones como alcohol o drogas. “Son jóvenes que no superan la treintena, venían en busca de una vida mejor y ni el sistema ni la sociedad ha sabido ayudarles”, apunta Elena Ferrer.
Exclusión social “heredada”
Desde Casa Caridad han señalado la enorme preocupación que tienen por los menores, tanto niños como adolescentes, ya que han detectado que las situaciones de exclusión social comienzan a “heredarse”. Del total de raciones repartidas el pasado ejercicio por la Asociación a mediodía (franja horaria en la que el servicio de comedor está abierto a todo aquel que lo necesite), más de 23.000 fueron distribuidas a niños. Menores de edad que representan el 20% del total de sus comensales. De hecho, la presencia de familias ha aumentado un 68% respecto a hace tres años.
Además, desde la Asociación se ha detectado un aumento del 14% en tan solo un año en el número de jóvenes de 18 a 30 años que requieren ayuda alimentaria. “Nos preocupa y entristece que se den casos de niños, cuyas familias necesitan apoyo económico y social, que al alcanzar la mayoría de edad tengan que seguir haciendo uso de nuestros comedores sociales u otros servicios porque no tienen alternativa. Heredan no solo la situación que viven sus padres sino también el sentimiento de ser incapaces de lograr algo mejor”, explica el presidente de Casa Caridad, Luis Miralles.
En cuanto a género se mantiene la presencia de mujeres en un 34% frente a un 66% de hombres. Aquellas que cuentan con pequeños ingresos provienen de trabajos de servicio domésticos, en la mayoría de casos muy inestables, y tienen poco o nulo apoyo familiar y problemas de salud. El informe concluye que el 80% de los usuarios de comedor de Casa Caridad sí disponen de vivienda, aunque las condiciones de habitalidad son muy deficitarias.