El principal bastión político, financiero e ideológico de la Unión Europea es Alemania y con ella su canciller Angela Merkel, que es la única política europea que puede dar la réplica en plano de igualdad a los anglosajones,o sea a Donald Trump y a la británica Theresa May. Y de hecho lo está haciendo, a Trump, cuyo abuelo era alemán, le ha dicho que el destino y los desafíos de Europa están en manos exclusivamente de los europeos y a May que si se van se van, que no hay una Unión Europea a la carta o al gusto de los países terceros que es en lo que se va a convertir Reino Unido cuando su parlamento apruebe la salida, el brexit. Cuesta imaginar que sería hoy de la Unión Europea, que pasa por sus peores momentos desde su creación, sin el firme e indiscutible liderazgo continental de Merkel. Una Unión Europea, constreñida entre Putin y Trump, con la crisis de los refugiados, vulnerable y horrorizada ante los golpes del terrorismo islámico, con unos países del sur empobrecidos, endeudados y con un ascendente populismo de izquierda que amenaza al establishment socialdemócrata que es como se ha gobernado en Europa desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Y con el auge electoral de los populismos de derecha de Francia, centro y norte de Europa y hasta de la propia Alemania que, por cierto, es el principal problema interior de Merkel que tiene elecciones federales este año y se presenta para su cuarto mandato, quizá demasiados mandatos.
El Brexit es más una amenaza moral que real para la Unión Europea. Al fin y al cabo, Gran Bretaña no estaba en el euro, en la Unión Económica. Gran Bretaña es una isla europea y los británicos son europeos. Y todo el mundo piensa que aunque la negociación de salida será dura y exigente, al final Gran Bretaña tendrá un trato comercial preferente de las instituciones europeas, como no puede ser de otra manera. Business are business, que se dice. La Unión Europea, además de la OTAN, debe ser aliado comercial de los anglosajones Trump y May que buscan un neoproteccionismo comercial para favorecer a sus industrias y empleados locales frente a la invasión extranjera de la llamada globalización y también a un control riguroso de la inmigración no cualificada. Otra cosa es que esta pareja que piensa en inglés y que al parecer van a ir de la mano lo consigan y mejoren su cuenta de resultados pues la gente compra e invierte donde mejor le va y le viene en gana y está por ver el porvenir de esta especie de nacionalismo ¿populista? económico que defienden Trump y May. Pero es lo que hay.
A España, ante la evidencia sin marcha atrás de la salida de Gran Bretaña del mercado único, como le gusta llamar a May a la Unión Europea, lo que debe procurar y lo que realmente le interesa es que Reino Unido y EE.UU sigan siendo tan buenos clientes de España o mejores de lo que lo son actualmente. Que nos sigan comprando y que sigan viniendo a millones de vacaciones. Reino Unido es el tercer cliente de España en exportaciones, con más de 18.000 millones de euros anuales y EE.UU el sexto con más de 11.000 millones. Así que EE.UU. y Reino Unido para los españoles amigos para siempre. Que nos compren nuestros automóviles Ford, nuestras naranjas, nuestros vinos, nuestras hortalizas, nuestros caquis… lo demás son historias.