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Barcelona somos todos, por @aguedabayarri

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Águeda Bayarri

He visitado Barcelona en bastantes ocasiones y este verano estuve un fin de semana con mis amigas en Cambrils. No hace falta sentir cercanía o proximidad para que un atentado duela. Da igual que se atente “en casa ” o en la otra parte del mundo. El terrorismo duele. Las víctimas, personas inocentes cuya única culpa es estar en ese momento en el lugar donde a un terrorista se le ocurre atentar. Y víctimas somos todos. Todos sufrimos.

No hay consuelo para parar de llorar ni rabia suficiente para dejar de gritarles a los terroristas que ¡BASTA YA!, que queremos vivir en un mundo libre, en un mundo donde haya libertad de Religión, de pensamiento y de opinión. Donde el derecho a la vida es un derecho fundamental y nadie debe arrebatárnoslo. 

Debemos unir fuerzas porque los que queremos el fin de la violencia somos más. Necesitamos estar juntos porque juntos somos más y más fuertes.

Desde este espacio, quiero dar las gracias a la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por protegernos, cuidarnos, informarnos y reaccionar de manera tan rápida ante los ataques. Muchas gracias.

También, a los periodistas de calle, a los reporteros que se han pasado días enteros sin dormir para contarnos lo que está pasando en un momento tan delicado. Son las noticias que ningún periodista quiere contar. Gracias.

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Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor

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Cuidar madre Alzheimer
Cuidar de una madre con Alzheimer: Un viaje de amor y dolor-FREEPIK

En el torbellino de nuestras vidas, donde cada día parece traer consigo nuevos desafíos y responsabilidades, a menudo nos encontramos luchando por equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. Pero ¿qué sucede cuando ese equilibrio se ve eclipsado por una realidad implacable? ¿Cómo lidiamos con el impacto emocional y psicológico de ser cuidadores de un ser querido con una enfermedad tan devastadora como el Alzheimer?

Esta es la historia de una periodista apasionada que, entre entrevistas y artículos, se enfrenta a una batalla mucho más íntima: la lucha diaria de cuidar a su madre, quien lenta pero inexorablemente se desvanece en las garras de la enfermedad de Alzheimer.

Para ella, cada día es un viaje emocional plagado de altibajos. Desde los momentos de lucidez y conexión con su madre hasta las dolorosas luchas para recordar quién es ella misma, cada momento está marcado por una mezcla de amor incondicional y dolor impotente. Es una montaña rusa de emociones, donde la alegría y la tristeza se entrelazan en un baile constante.

Su vida como periodista le ha enseñado a mirar más allá de las apariencias y a buscar la verdad en cada historia. Y en este viaje junto a su madre, encuentra una verdad más profunda: la importancia de la empatía, la compasión y el amor incondicional. A medida que navega por los desafíos diarios del cuidado, descubre una fuerza interior que nunca supo que poseía.

Pero no todo son lecciones y momentos de claridad. Hay días oscuros, días en los que el peso del cuidado parece demasiado grande para soportarlo. Días en los que la frustración y la impotencia amenazan con abrumarla. Sin embargo, incluso en esos momentos más oscuros, encuentra consuelo en la gente que la rodea. Amigos y familiares se unen para ofrecer apoyo y comprensión, recordándole a ella y a su hermana que no están solas en este viaje.

A medida que el Alzheimer avanza implacablemente, ella se enfrenta a una dolorosa verdad: la inevitabilidad de la pérdida. Pero también encuentra consuelo en el conocimiento de que el amor trasciende las barreras del tiempo y la memoria. Aunque su madre pueda olvidar su nombre y sus rostros, el amor que sienten el uno por el otro perdura, inquebrantable e indestructible.

La historia de esta periodista es una historia de amor. Un amor que desafía las limitaciones del tiempo y el espacio, un amor que persiste a pesar de las pruebas y tribulaciones. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor es la fuerza que nos sostiene, la luz que guía nuestro camino. El amor que vio crecer en su casa día a día, sin interrupción.

En medio del día a día, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero esta historia nos recuerda que, en lo que de verdad importa, son las conexiones humanas y los lazos de amor los que nos sostienen en los momentos más difíciles. Y en el poder cuidar de su madre con Alzheimer, encuentra no solo una prueba de su amor, sino también una lección de humanidad y compasión que nunca olvidará.

SRA

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