La artista albaceteña ha hecho estas reflexiones durante una entrevista telefónica con EFE antes de subirse al tren que le llevó este jueves a Castelló, donde participó en la Fira Valenciana de la Música Trovam!-Pro Weekend en una conversación con público con el periodista Arturo Paniagua.La feria reúne durante cuatro días a diferentes actores del sector musical para analizar su situación, plantear cómo afrontar los retos y compartir proyectos innovadores, propuestas y experiencias de personalidades como la propia Rozalén o Santiago Auserón.
Ambos músicos no solo compartirán cartel en este evento castellonense, sino que además han sido reconocidos con el Premio Nacional de Músicas Actuales, un galardón concedido por el Ministerio de Cultura y Deporte.
Rozalén hace una reflexión sobre el sector musical y explica que «de repente se ve la luz al final del túnel», como ocurrió, relata, en el festival SanSan el pasado fin de semana en Benicàssim, «con la gente de pie como si todo esto hubiera pasado», tras dos años «durísimos».
En el sector, indica, «hemos estado parados un año y medio» y la situación «ha dejado al descubierto muchas de sus carencias y de cómo se les trata, sobre todo si lo comparas con otros países europeos». Y se refiere no solo a los músicos, sino a los técnicos con los que asegura que ha sufrido en este tiempo un «dolor compartido».
Su «familia» musical no son solo los artistas que cantan o tocan instrumentos, añade, sino que la forman «25 o 30 personas que están detrás del escenario», muchos de ellos autónomos que en este tiempo «se han sentido desprotegidos».
Para la cantautora la pandemia ha puesto de manifiesto no solo estas carencias sino «la necesidad que tenemos como sociedad de acudir a eventos culturales y artísticos», y asegura que el confinamiento «habría supuesto un agotamiento psicológico cinco veces mayor sin el entretenimiento, el cine, las series, la cultura y el arte».
Ahora que la gente lo está «pillando de nuevo con ganas», es necesario que se tomen medidas para mejorar la situación del sector y que se valore como merecen, agrega.
Al mismo tiempo rompe una lanza en favor de las salas pequeñas y los grupos emergentes, que se están «descuidando», porque en los inicios y en proyectos pequeños es «cuando más ayuda se necesita» y sin ellos «no puede haber grandes artistas».
Mirando hacia su carrera, la artista aún muestra emoción al recordar el reciente Premio Nacional de Músicas Actuales, un galardón que le ha llegado en «el año más difícil», en el que no solo ha recibido este reconocimiento sino que también obtuvo un premio Goya por su tema «Que no, que no» para el film de Icíar Bollaín «La boda de Rosa» y en el que ya prepara su viaje a Las Vegas (EE.UU.) para asistir a la gala de los premios Grammy Latinos 2021, para los que está nominada en la categoría a Mejor álbum de cantautor.
Pese a ser un año complicado, todos estos reconocimientos hacen que Rozalén asegure que solo tiene palabras de agradecimiento hacia un público que «ha llenado todos los conciertos» al cumplirse un año de la publicación de su último trabajo, «El árbol y el bosque». «La gente ha respondido muy bien» y en esta época «tan complicada» no se puede pedir más.
«Que la gente haya respondido de esa manera es el cariño más grande que se puede pedir», apostilla la cantante.
Ahora sigue trabajando de manera incansable, sigue escribiendo y haciendo colaboraciones -aunque reconoce que ha bajado el ritmo-, y continúa afrontando «cosas muy diferentes con gente muy diferente» como un tema sobre el Medievo con Carlos Nuñez («Seguidillas del Sol y la Luna») o una canción en euskera con Olatz Salvador («Ahots Hari»).
Sobre si ese nivel de actividad le produce cansancio, la cantautora señala: «Abarcamos cosas tan diferentes que no me parece mal trabajar tanto» y está pensando en «todo» lo que quiere ofrecer en el futuro, en el que también se está planteando volver a dar el salto a América Latina y, por supuesto, «seguir contando muchas historias».
La artista no baja la guardia en su faceta de activista y se muestra dispuesta a seguir plantándose ante las injusticias y poniendo voz a aquellos que no pueden hacerlo, porque ella, asegura a EFE, sí que confía en el ser humano, en su bondad y en la posibilidad de «cambiar el mundo».
«Prefiero confiar en el ser humano y quedarme en la utopía» porque «lo destructivo es muy veloz y muy ruidoso», señala para añadir: «La gente feliz no está en redes insultando a la gente».
«A veces nos cuesta ver las cosas con perspectiva, pero vale la pena» y por ello, añade, «quiero pensar que la gente es buena».
Por Rosabel Tavera
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