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’27 de octubre … y entonces sucedió que …’, por José Luis Fortea

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forteaJosé Luis Fortea

……………….empezaba el último trimestre de aquel año enrevesado y complejo de 1982, en el que todavía persistía el eco del frustrado golpe de estado del lunes 23 de febrero del año anterior, y más aún, tras la reciente sentencia emitida, que veía la luz el día 3 de junio y que condenaba a los considerados máximos responsables, por un delito de rebelión, a unas penas que en algunos casos ascendían a treinta años de prisión.

No fue en modo alguno 1982 un año fácil de gobernar para el presidente de la Unión de Centro Democrático (UCD) Leopoldo Calvo Sotelo, que veía como todo aquel consenso que las diferentes fuerzas políticas habían demostrado, en aras de instaurar un sistema democrático estable, tras la muerte de Franco, se transformaba en apenas unos años, en abiertas rivalidades que llevaban incluso al Partido Socialista de Felipe González a presentar una moción de censura, contra el entonces presidente Adolfo Suárez, en tan sólo un año y medio de legislatura y que acabaría a la postre con su dimisión en enero de 1981, apenas un mes antes del mencionado 23 F.

Tampoco ayudaba a la estabilización política y social la delicada situación económica que azotaba a toda Europa en general, con la llamada crisis del petróleo de 1979, ni tan siquiera la dolorosa eliminación, a las primeras de cambio, en segunda ronda y con tan solo una victoria en el cómputo final, de una selección española, organizadora de la decimosegunda edición del Campeonato Mundial de Fútbol, que se celebraba entre los días 13 de junio hasta el 11 del mes siguiente.

Un Mundial en el que acabaría alzándose con el triunfo, por tercera vez en su historia, una Italia, cuyo presidente Sandro Pertini, a sus ochenta y cinco años, saltándose las formalidades del protocolo establecido en el palco de autoridades del estadio Santiago Bernabéu, sede donde se celebraba aquel partido, ciertamente con desparpajo y un buen arrojo de simpatía, festejaba cada gol, de los tres, que acabaría marcando la “squadra azzurra” frente a la siempre competitiva Alemania de los Stielike, Schumacher, Breitner y Rummenigge. En el siguiente enlace podemos ver al aludido presidente festejando la consecución de los goles de su selección; (https://youtu.be/Zws3b4UPw8Q).

Aquel Mundial de fútbol, el de la mascota “Naranjito”, que ofrecía, dos días antes de la final, el viernes 9 de julio, a las nueve y media de la noche, un concierto de los Rolling Stones en Madrid, en el estadio Vicente Calderón, por la entonces cantidad de dos mil pesetas (lo que vendrían a ser doce euros), con su consiguiente ambiente de asueto y distracción social, no lograría relajar los tensos ánimos políticos, barruntándose ya la posibilidad, ante la dificultad de aquel gobierno de hacerse con la situación, de convocar unas elecciones, en un principio fijadas para la primavera de 1983 y que a lo largo del transcurso del aludido año de 1982, se adelantarían seis meses, hasta quedar establecidas para el jueves 28 de octubre de 1982.

Señaladas pues las mismas, los partidos pusieron su maquinaria electoral en marcha. Destacó sobremanera aquel lema utilizado por el PSOE de “Por el cambio”, que le llevaría a la postre a calar hondo entre una sociedad que parecía pedir a gritos una metamorfosis, una verdadera mutación y una variación efectiva de aquella realidad.

Se fijó la jornada para el jueves y se dejó, según es preceptivo por ley, la jornada del día 27 de octubre, de un día como hoy, de hace ya treinta y cinco años, para la denominada jornada de reflexión. Y era precisamente durante aquella jornada, cuando iba a tener lugar uno de los acontecimientos más desestabilizadores de nuestra joven democracia al ser descubierta una conspiración llevada a cabo por dos coroneles y un teniente coronel del ejército español.

Según se argumentaría en un proceso judicial militar abierto más tarde, en el curso de una investigación, el Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) con fecha de 1 de octubre, había tenido acceso a un maletín que portaba en su automóvil el coronel Luis Muñoz Gutiérrez, el día que acudía, en compañía de su esposa Sol Lafita Pides, a una comida que se celebraba en homenaje al líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar.

Sol Lafita era la esposa del coronel Muñoz Gutiérrez, además de ser la secretaria de Blas Piñar y candidata, en aquellas elecciones, para el senado por Madrid por Fuerza Nueva. Entre aquellos documentos incautados al coronel venían todos los detalles de una supuesta “conspiración”, a la que denominaban “Plan MN” (haciendo referencia a las siglas abreviadas de las palabras Movimiento Nacional).

Este consistía en la realización de una serie de actos violentos, contra distintas personalidades políticas de diferentes ámbitos, que culminarían el miércoles 27 de octubre, el de la jornada de reflexión, con la explosión de unos artefactos colocados en un  bloque de viviendas militares de Madrid, responsabilizando de esta a la banda terrorista ETA, siendo inmediatamente ocupada la Academia de Artillería de Fuencarral donde se encontraba prisionero Jaime Milans del Bosch, donde cumplía condena de los treinta años de prisión impuestos, neutralizando la cadena de mando, para ser acto seguido declarado el estado de guerra siendo desde ese momento, ocupados los edificios estratégicos de la capital, entre otros, el palacio de la Zarzuela, Moncloa, RTVE, y los ministerios.

Bajo el nombre en clave de Operación Cervantes, se procedió por parte del entonces ministro de defensa Alberto Oliart (que acabaría siendo presidente de radiotelevisión española posteriormente desde los años 2009 a 2011), junto con el ministro del interior Juan José Rosón, el mismo día siguiente, sábado 2 de octubre, a la detención del coronel Luis Muñoz Gutiérrez, del coronel Jesús Crespo Cuspinera y de su hermano el teniente coronel José Enrique Crespo Cuspinera, así como también de un cuarto miembro, un teniente coronel, que posteriormente acabaría siendo absuelto de los cargos de delito de conspiración para la rebelión, procurando no dar trascendencia mediática e informativa sobre el asunto en cuestión, evitando de esta manera producir una mayor alarma social.

Las elecciones, celebradas con absoluta normalidad, dieron el triunfo a la candidatura socialista, que con los más de diez millones de votos obtenidos, les otorgaba una más que amplia mayoría absoluta, al conseguir 202, de los 350 escaños disponibles.

Un tribunal militar presidido por el general brigadista Juan Castellanos, en consejo de guerra celebrado en abril de 1984 acabaría sentenciando a los tres detenidos a penas de prisión de doce años y un día, que por su duración, conllevaban además aparejada la pérdida de su condición de militar. Al tratarse este de un delito de los denominados de “mera actividad y consumación anticipada”, no requiere que se produzca ningún resultado para su consumación, siendo recogida la figura de la conspiración (aplicada a este caso) junto con los de provocación y proposición, las formas de participación castigadas con penas inferiores en uno o dos grados al del delito de rebelión.

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Qué pasó un 22 de julio

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Qué pasó un 22 de julio

José Luis Fortea

………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.

Bernard Thévenet

Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.

Qué pasó un 22 de julio

El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.

A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.

En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.

Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.

Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.

No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.

En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.

En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.

De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.

Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.

Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.

El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .

Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.

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