……………….el lanzamiento del satélite artificial “Sputnik 1”, en octubre de 1957, por parte de la Unión Soviética, acrecentó la sensación de una mayor vulnerabilidad entre los estadounidenses que rápidamente iniciaron un ambicioso proyecto espacial, dando lugar al periodo de la llamada “carrera espacial” en el contexto de la Guerra Fría.
Al mes siguiente, el día 3, volvían los soviéticos a poner en órbita un segundo satélite, el “Sputnik 2”, pero en esta ocasión con un ser vivo a bordo, considerando que en caso de obtener un resultado positivo sobre aquella prueba, acabarían confirmando la supremacía soviética en el ámbito espacial, pudiendo ser utilizada esta como un éxito en su propaganda política, coincidiendo con el cuadragésimo aniversario de la revolución Bolchevique de 1917.
Vagabundeando por las calles, de aquel Moscú sobrio de 1957, perteneciente a la raza Laika, se encontraba una perrita de talla media, de carácter confiado y afable, que a pesar de las adversidades por las que tenía que pasar en su diario acontecer, sin cafeterías ni restaurantes, ni muchos lugares donde encontrar algo que llevarse a la boca, de duros y largos inviernos (con unas temperaturas que en ocasiones pueden llegar a descender hasta los veinticinco grados bajo cero), sobreponiéndose a aquellas desdichas, despertó el interés de unos científicos, que acabaron viendo en ella, un candidato factible y provechoso para su proyecto espacial.
La perrita fue llamada Kudryavka (en ruso, rizada), aunque curiosamente acabaría siendo conocida por el nombre de su raza, Laika, el primer ser vivo en viajar al espacio, de entre los muchos cánidos que fueron recogidos de las calles moscovitas que participaron en aquel severo proceso de acondicionamiento a un vuelo de estas características.
Unas pruebas y ensayos que incluían el paso por una máquina centrifugadora que reproducía la aceleración del lanzamiento, así como simulación de los sonidos que pudieran darse en el despegue del mismo, y el acoplamiento de un traje espacial.
Consciente del destino final de aquella simpática y participativa perrita, el doctor Vladimir Yazdovsky, ayudante de Sergei Korolev en estas pruebas con animales pequeños en vuelos espaciales, se la llevó a su casa, hasta los días previos al inicio de este, para permitir que pudiera jugar con sus hijos durante unos días.
Faltaban pues tres minutos para las siete y cuarto de la tarde, de aquel domingo 3 de noviembre, de hace hoy sesenta años, cuando desde el cosmódromo de Baikonur, en el actual Kazajastán, se ultimaban todos los preparativos de la cuenta atrás para dar inicio al lanzamiento. El habitáculo de la nave fue acondicionado para que en el interior se estabilizase una temperatura constante de 15 ºC, así como de comederos y bebederos que proporcionasen, a aquella ilustre viajera, la alimentación e hidratación necesaria para los siete días estimados de aquel vuelo, en caso de sobrevivir a las primeras horas de ingravidez, cuestión esta incierta y totalmente desconocida.
El lanzamiento fue un éxito y durante años la versión oficial de aquel viaje fue que Laika falleció al sexto día al quedarse sin oxigeno en la cabina de mando, siendo previamente provocada su muerte, al ser sometida a un proceso de eutanasia para evitar su sufrimiento. En 2002, fueron revelados los detalles de esta aventura espacial en los que la realidad fue bien distinta, ya que efectivamente se había producido la muerte de aquella, pero no con las condiciones que el gobierno soviético de aquel entonces ofreció.
Según desveló entonces Dimitri Malashenkov, científico que había participado en el mismo, Laika murió a las cinco horas del despegue, por un sobrecalentamiento de la cabina al producirse un fallo en el sistema térmico que disparó la temperatura en su interior, provocando tal estrés en el animal que acabó produciéndole un colapso falleciendo como consecuencia del mismo.
El Sputnik 2 permaneció en órbita seis meses, hasta el 14 de abril de 1958, momento en el que entró en contacto con la atmósfera y se desintegró.
En 2008, en el centro de Moscú fue erigido un monumento en su honor.
-“Todavía hoy no sé si yo soy el “primer hombre” o el “último perro” en volar al espacio”- (Yuri Alekséyevich Gagarin, primer cosmonauta, el primer ser humano en viajar al espacio exterior, en 1961.)
En un minuto y quince segundos unas imágenes de aquellos instantes https://youtu.be/Pz63twfoW3c
En 1988 el grupo Mecano lanzó al mercado una canción hablando de ella https://youtu.be/Ark2O_SjnsE
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