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VÍDEO| El amor inmortal de Picasso: La musa que inspiró sus últimos años

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Jacqueline Roque

La profunda historia de amor entre Pablo Picasso y su última musa, Jacqueline Roque, se revisa en la exposición «Picasso y la modelo. El perfil de Jacqueline». Esta muestra, que se inaugura en la Fundación Bancaja de València, presenta más de 250 obras que destacan cómo Jacqueline influyó en el maestro malagueño durante sus últimos 20 años.

Jacqueline Roque: La Musa Eterna de Picasso

Jacqueline Roque, la mujer que acompañó a Picasso desde que se conocieron en 1952 hasta su muerte en 1973, se convirtió en su inspiración más constante. La exposición incluye una amplia selección de óleos, dibujos y libros ilustrados que capturan la relación íntima y artística que compartieron. Con más de 400 retratos, Jacqueline fue representada por Picasso en diversas formas, reflejando un periodo especialmente feliz y creativo para el pintor.

Una Relación que Marcó los Últimos Años de Picasso

Picasso y Jacqueline formaron un vínculo inseparable, estableciendo su hogar y estudio en La Californie, Cannes, antes de trasladarse a Mougins, donde vivieron hasta la muerte del artista. Jacqueline no solo fue su modelo, sino también su colaboradora activa, ayudando a preservar su tiempo y energía creativa. Este amor profundo y duradero se refleja en las piezas expuestas, entre ellas obras icónicas como ‘El pintor y su modelo’ y ‘Jacqueline leyendo’.

El Legado Artístico de una Musa

Además de las obras de Picasso, la exposición cuenta con fotografías de Edward Quinn y David Douglas Duncan, que documentan momentos íntimos de la vida diaria del artista y su musa. Jacqueline fue fundamental en la creación de las últimas series gráficas de Picasso, como la Suite 347 y la Suite 156, plasmando la influencia indiscutible de su presencia en la vida y obra del genio malagueño.

VÍDEO| El amor inmortal de Picasso: La musa que inspiró sus últimos años

 

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El tesoro oculto del caballo del Parterre

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El tesoro oculto del caballo del Parterre

Enero de 1891. El Parterre de la ciudad de València, construido décadas antes, colocaba la estatua ecuestre del Rey Jaume I. Ocupaba en el centro el lugar en el que en un principio debía ir también una gran fuente monumental y que finalmente no se llevó a cabo.

Un jardín que ha llegado a nuestros días después que fuera remodelado tras la riada que arrasó València en 1957.

La imponente obra parece dominar desde lo alto la ciudad del Turia gracias al trabajo de los hermanos escultores Agapito y Venancio Vallmitjana y que fue fundida gracias a 5 cañones y un obús enviados desde Peñíscola junto a 15 toneladas de bronce.

Pero cabe destacar como dato curioso que el caballo sobre el que descansa el rey existió en realidad. Muchos podrían pensar que salió de la imaginación de sus autores.

Pero nada más lejos de la realidad. Ese animal, el que sirvió de modelo y que quedaría inmortalizado para la posteridad pertenecía a un transportista vecino del barrio de Marxalenes llamado Rafael Martí, y que era un antiguo soldado.

Una preciada gorra de soldado miñón

Cuentan que estaba orgulloso de que su bello ejemplar llevara para siempre al monarca y por ese motivo solía acercarse a menudo al taller de los escultores para ver cómo avanzaba la obra.

Dicen que Martí era un hombre orgulloso de su pasado ya que había servido a la patria y conservaba como un tesoro todas sus condecoraciones, medallas, uniformes e incluso su preciada gorra de soldado miñón, una especie de milicia urbana que hacía frente a los delincuentes.

Nunca iba sin su gorra, prenda por la que era conocido por los vecinos.

Y tampoco la olvidó el día que fue a ver como por fin introducían el metal en el molde.

En ese momento presa de la emoción y la alegría lanzó la gorra hacia el cielo para celebrar la finalización de la obra.

Lo que había olvidado era que en el interior de esa gorra guardaba la paga correspondiente por un año de trabajo.

El tesoro oculto del caballo del Parterre

La gorra cayó en el vientre del caballo de bronce y quedó fundida junto al resto para dar forma a la figura ecuestre que hoy podemos contemplar en la Plaza de Alfonso el Magnánimo.

El tesoro del caballo del Parterre del que se habla desde hace siglos forma parte de su piel, una piel fundida con cañones, un obús, bronce y unas mil pesetas que pertenecieron a este soldado, toda una fortuna para aquella época.

El paso de los años hace que en ocasiones realidad y leyenda se mezclen formando historias y mitos como el de Martí y el tesoro del caballo del Rey Jaume I. Historias y mitos que forjan el alma de una ciudad.

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