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Barcelona celebra el fin del estado de alarma con petardos y una exhibición de insensatez

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Barcelona, 9 may (EFE).- Petardos, gritos de «libertad» y una exhibición de insensatez han apagado esta noche el silencio al que ya se había acostumbrado Barcelona, que convivía con un toque de queda a partir de las diez desde finales de octubre con el objetivo de frenar al virus.

Este domingo día 9 supone un punto y final a una etapa sin duda complicada: se acaba el estado de alarma, ya se puede circular de noche y se da un salto importante en la relajación de las restricciones.

Son las 22.30 horas. Hace media hora que ha comenzado un toque de queda que acabará en hora y media y agentes de la Guardia Urbana dibujan en la arena un cordón policial como si estuvieran protegiendo el Hotel Vela.

La escena, que roza lo surrealista, anticipa que esta no será una noche cualquiera: para muchos, esta es «la noche», el fin del estado de alarma y el inicio del estado de armarla, como circula por redes sociales. También ha sido una velada inolvidable para el virus, que se igual se da un festín, como luego se verá.

Por ahora estamos en el paseo de la Barceloneta y un puñado de agentes, formando un cordón policial en la playa, se maldicen tratando de sacarse la arena de los zapatos. Unos metros más adelante avanzan dando tumbos, alejándose de los uniformados, decenas de personas dispuestas a beberse la noche.

Los jóvenes se dispersan por las callejuelas del barrio y los agentes siguen peinando las playas para evitar mayores aglomeraciones.

Son ya las once y la Rambla comienza a coger color: ya hay lateros, unas prostitutas que tratan de engatusar a un francés ebrio y algunos perros dando una vuelta con sus dueños.

En principio sigue vigente el toque de queda, pero la policía, con buen criterio, parece decidida a no multar al personal por estar en la calle minutos antes de cuando podría estarlo con todas las de la ley.

Hay algo de gente circulando, pero no mucha más que en días anteriores sobre esta hora. Donde sí se percibe algo diferente es en el sonido ambiente: por las calles del Raval y del Born se escucha la música de diversas fiestas organizadas en pisos particulares.

Entre una cosa y otra ya son las doce. Hay quien desde los balcones ha hecho la cuenta atrás, como si fuera fin de año. Alguien ha lanzado unos cuantos petardos, muchos han gritado o aplaudido y unos pocos han aprovechado para chillar «libertad» cual Isabel Díaz Ayuso.

Los estudiantes de una residencia universitaria en Nou de la Rambla bajan de sus habitaciones y se sacan unos selfies, a lo que una ‘guiri’, desde un balcón cercano, versiona a la presidenta madrileña y suelta un «we’re free, bitches!» un poco fuera de lugar.

A partir de aquí se intuye el desmadre. Por la Rambla comienza a bajar gente, previsiblemente en dirección a la playa. Se llena el paseo del Born, se llena la plaça dels Àngels, se llenan algunas plazas de Gràcia.

Hay poca mascarilla, mucho alcohol, escasa distancia y abundantes gritos, una aplastante mayoría de jóvenes y se escucha tanto catalán o castellano como inglés y francés.

Algunas frases cazadas al vuelo captan la atmósfera. «Hacía tiempo que no caminaba por aquí, huevón»; «Voy a llorar, ¡no me lo puedo creer!»; «¡Se acabó el covid!»; «¡Libertad, libertad!».

La policía logra evitar que las aglomeraciones se vayan de madre, o al menos así se lo parece a este cronista, que observa grupos dispersos pero cree que más o menos la cosa va bien.

Hasta que se encuentra bajo el Arco de Triunfo y observa lo más parecido a una discoteca que ha visto en mucho tiempo: centenares de jóvenes bailan agolpados con botellines al aire y sin mascarilla en el passeig Lluis Companys -irónicamente, frente al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC)-.

No se le ve, pero es fácil entender que en ese momento quien más disfruta de la música es el virus, que va de un lado al otro sin dar abasto.

Se juntan todo tipo de personajes: desde simples alocados hasta agresivos negacionistas, adultos hechos y derechos y menores de edad, barceloneses y turistas.

La escena dura varios minutos hasta que diversas furgonetas policiales dicen que hasta aquí, si bien la consigna lanzada desde el altavoz de uno de los vehículos provoca la risa de los presentes: «Pónganse las mascarillas. Están prohibidos los grupos de más de seis personas».

Poco se puede hacer: el despelote no cesa, sino que viaja por las calles aledañas. La escena produce auténtica vergüenza ajena.

Con todo, y pese a esta exhibición de insensatez, Barcelona vuelve a sonreír. La noche ya no es solo vacío y silencio y el virus -crucemos los dedos- cada vez está más cerca de caer derrotado.

Martí Puig i Leonardi

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Huracán Melissa: la «tormenta del siglo» que amenaza el Caribe

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El huracán Melissa ha sido catalogado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) como “la tormenta del siglo”. Con vientos que alcanzan los 295 kilómetros por hora y una fuerza devastadora, Melissa ya figura entre los cinco huracanes más intensos de la historia del Atlántico, superando incluso la potencia inicial del temido huracán Katrina.


Un fenómeno sin precedentes

El reconocido meteorólogo Roberto Brasero, presentador de El Tiempo en Antena 3, advierte que “la amenaza de este huracán es enorme”. Melissa se ha fortalecido rápidamente mientras avanza por el mar Caribe, generando un escenario de máxima alerta en toda la región.

Hasta el momento, el huracán ha dejado al menos nueve víctimas mortales —tres en Jamaica, tres en Haití, dos en Panamá y una en República Dominicana, según datos de EFE—, además de miles de evacuados y daños materiales incalculables.


Jamaica, el epicentro del desastre

En Jamaica, el gobierno ha declarado el estado de emergencia y ha ordenado la evacuación de más de 500.000 personas que residen en zonas costeras o montañosas.
El ministro de Salud, Christopher Tufton, ha pedido a la población “extremar la precaución” ante los vientos huracanados, marejadas de hasta cuatro metros y lluvias torrenciales.

La Cruz Roja ha informado que la isla nunca había experimentado un huracán de tal magnitud. Las carreteras están totalmente anegadas y numerosas comunidades permanecen incomunicadas. Muchos turistas se han refugiado en hoteles o escuelas reconvertidas en refugios de emergencia.


Camino hacia Cuba: las próximas horas, decisivas

El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC) confirma que el ojo del huracán se encuentra a 215 kilómetros al sureste de Kingston y a 375 kilómetros al suroeste de Guantánamo. Se espera que Melissa toque tierra en Cuba este miércoles, aún con categoría 4, lo que podría provocar olas de hasta cinco metros y un aumento del nivel del mar superior a cuatro metros.

Además del viento, uno de los principales peligros de Melissa es su lenta velocidad de desplazamiento, que podría generar lluvias equivalentes a todo un año en apenas 48 horas, con riesgo extremo de inundaciones y deslizamientos de tierra.


Preparación y respuesta humanitaria

El primer ministro jamaicano, Andrew Holness, aseguró que el país está “tan preparado como puede estarlo”, aunque reconoció que la magnitud de Melissa supera cualquier experiencia previa.
El Equipo de Respuesta a Desastres (DART) de las Fuerzas Armadas ya se encuentra movilizado para iniciar operaciones de rescate y distribución de ayuda humanitaria en cuanto amaine el temporal.

Por su parte, organismos internacionales como la ONU y Cruz Roja Internacional han anunciado el envío de fondos de emergencia y equipos de apoyo para asistir a las poblaciones más afectadas.


Melissa: la tormenta del siglo

Con su intensidad, extensión y consecuencias humanas y materiales, Melissa ya se ha ganado el título de “tormenta del siglo”. Su paso por el Caribe dejará una huella imborrable y marcará un antes y un después en la historia meteorológica del Atlántico.


 

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