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Salud y Bienestar

La dieta mediterránea mejora la memoria y retrasa el deterioro cognitivo

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EFE/Kai Försterling/Archivo

Madrid, 16 sep (EFE).- La dieta mediterránea no solo tiene efectos beneficiosos en la salud cardiovascular, sino que también puede mejorar la memoria y prevenir o retrasar los efectos del deterioro cognitivo asociado al envejecimiento, aunque no a todo el mundo por igual, según un estudio publicado en la revista Clinical Nutrition.

En la investigación, que ha sido liderada por investigadores del CIBEROBN y del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIMHospital del Mar), han participado también científicos de la Universitat de València, del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), de la Universitat Rovira i Virgili y de la Universidad de Navarra.

El estudio se ha hecho durante tres años a 487 voluntarios, repartidos casi a partes iguales entre hombres y mujeres con una edad media de 65 años, participantes en el ensayo PREDIMED-PLUS (PREvenciónDIetaMEDiterranea Plus), un estudio en el que participan 23 centros investigadores españoles para analizar el efecto de la dieta mediterránea tradicional.

Al inicio del estudio, los participantes presentaban sobrepeso u obesidad y, como mínimo, tres criterios de síndrome metabólico (hipertensión, hiperglucemia, exceso de grasa en la cintura, niveles bajos de colesterol HDL y niveles elevados de triglicéridos).

El síndrome metabólico, que sufren aproximadamente 1 de cada cuatro adultos en el mundo, implica un mayor riesgo de sufrir enfermedades del corazón, accidentes cerebrovasculares, diabetes tipo 2 y deterioro cognitivo.

Al comenzar el estudio, al año siguiente y tres años después, los investigadores midieron, mediante test neuropsicológicos, el estado cognitivo de los voluntarios, su rendimiento en memoria y en otras funciones cognitivas, como la capacidad de tomar decisiones, razonar, prestar atención, planificar o ignorar ciertos impulsos.

Según estudios anteriores, en tres años, las personas con síndrome metabólico que no siguen ningún tipo de intervención, pierden casi 0,40 puntos su cognición global y 0,10 puntos su memoria pero al seguir las recomendaciones del estudio, los participantes registraron mejoras de más de 0,60 puntos en cognición global y de cerca de 0,90 en la memoria.

Además, en el conjunto de los pacientes, los resultados del estudio mostraron una relación directa entre la adherencia a la dieta mediterránea y la mejora cognitiva, apuntan los autores.

La adherencia a la dieta mediterránea hipocalórica se calcula, principalmente, según el consumo de aceite de oliva virgen extra y el número de raciones de verdura y piezas de fruta que se consumen al día; puntuaciones por encima de los 11 puntos se consideran una alta adherencia.

El estudio comprobó que por cada punto de mejora de la adherencia a esta dieta, la memoria mejoró en 0,13 puntos, algo que los investigadores atribuyen a la pérdida de peso y al incremento de la actividad física, que mejora la calidad de vida.

Para Rafael de la Torre, investigador principal del estudio, este hecho «es importante, teniendo en cuenta que los cambios cognitivos pueden no ser perceptibles para las personas, pero pueden ser más relevantes si se combinan con mejoras en su calidad de vida».

Sin embargo, el estudio observó que los beneficios de la dieta mediterránea no son iguales para todo el mundo: Las mujeres, las personas de más edad, las que tienen un menor nivel educativo y con diabetes tipo 2, obtienen menos beneficios.

Los investigadores también observaron que los voluntarios con un rendimiento cognitivo más bajo al inicio del estudio en memoria y otras funciones cognitivas, son los que tienen menos adherencia a la dieta Mediterránea y los que tienen menos probabilidad de lograr una reducción significativa de peso.

«Nos interesaba saber qué voluntarios perdían peso y cuáles no perdían, y porqué unos perdían y otros no, desde el punto de vista de la cognición y de su conducta», explica De la Torre.

Concretamente, las personas que al inicio del estudio presentaban mejor memoria auditiva, más capacidad de planificación y de toma de decisiones, menos tiempo de reacción y menor impulsividad, tenían entre un 20% y un 50% más de probabilidades de conseguir el objetivo del estudio de perder un 8% de peso en tres años.

Según los investigadores, esto se explica porque la mayoría de las personas con estas capacidades cognitivas consiguieron una alta adherencia a la dieta mediterránea hipocalórica que se tradujo en pérdidas de peso clínicamente relevantes.

Los autores creen que estos resultados ayudarán a identificar a los colectivos con más dificultades para beneficiarse de estas intervenciones de estilo de vida, para personalizar las medidas y facilitar así que adopten las pautas de vida saludable propuestas, consiguiendo favorecer a la vez la prevención del deterioro cognitivo.

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¿Por qué nos ponemos malos en vacaciones?

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¿Por qué nos ponemos malos en vacaciones?
¿Por qué nos ponemos malos en vacaciones?

Cuando llegan las vacaciones todos soñamos con descansar, desconectar del trabajo y disfrutar del tiempo libre. Sin embargo, muchas personas experimentan justo lo contrario: resfriados, problemas digestivos, dolores de cabeza, alergias o incluso bajones anímicos. Este fenómeno, tan habitual como molesto, tiene una explicación médica y psicológica. Te contamos por qué nos ponemos malos en vacaciones y qué hacer para evitarlo.


El síndrome del ocio o del descanso: la base del problema

Los especialistas lo llaman “síndrome del ocio” o “síndrome del descanso”, un fenómeno que aparece cuando, tras un periodo de alta exigencia física o mental, el cuerpo se relaja bruscamente y aparecen síntomas de enfermedad.

Durante los meses de trabajo o estudio, el organismo mantiene un nivel elevado de cortisol y adrenalina, hormonas relacionadas con el estrés. Estas sustancias ayudan a mantenernos activos, aunque también reducen la eficacia del sistema inmunológico. Cuando llega el descanso, los niveles de estrés caen en picado y el cuerpo aprovecha para mostrar todo aquello que llevaba tiempo acumulando.


Factores que explican por qué enfermamos en vacaciones

1. Bajada de defensas tras el estrés

El estrés crónico provoca que las defensas trabajen a menor rendimiento. Durante semanas o meses aguantamos gracias a la tensión diaria, pero cuando el cuerpo se relaja es más vulnerable a virus y bacterias. De ahí que sea común pillar un resfriado o una infección leve justo al inicio de las vacaciones.

2. Cambios bruscos de rutina

En vacaciones solemos alterar horarios de sueño, alimentación y ejercicio. Dormir menos o demasiado, saltarse comidas, consumir más alcohol o comidas copiosas, y la falta de actividad física repercuten directamente en el bienestar. El cuerpo, acostumbrado a un ritmo regular, reacciona con malestares digestivos, cansancio o dolor de cabeza.

3. Viajes y exposición a nuevos entornos

El hecho de viajar implica cambios de clima, altitud, huso horario y contacto con bacterias y virus diferentes. Todo ello supone un desafío para el organismo, que debe adaptarse rápidamente. Por eso, diarreas, alergias y problemas respiratorios son más frecuentes en vacaciones.

4. El “efecto rebote” del estrés acumulado

Muchos trabajadores llegan al periodo vacacional en estado de agotamiento físico y mental. Al desconectar, el cuerpo interpreta que ya puede bajar la guardia, lo que se traduce en un “reajuste” que en algunos casos se manifiesta como malestar general, dolores musculares o incluso ansiedad.

5. Problemas psicosomáticos

La salud mental también influye. La llegada de las vacaciones, con más tiempo libre y menos obligaciones, puede hacer que afloren preocupaciones que antes se mantenían en segundo plano. Esto se traduce en síntomas físicos como insomnio, dolores de estómago, migrañas o tensión muscular.


Enfermedades más frecuentes en vacaciones

  • Resfriados y gripes leves: fruto de la bajada de defensas.

  • Problemas digestivos: gastroenteritis, diarrea del viajero, indigestiones o acidez.

  • Dolores musculares y de espalda: consecuencia del estrés acumulado y cambios en la rutina de ejercicio.

  • Alergias: al polvo de hoteles, al polen en nuevas zonas geográficas o a ciertos alimentos.

  • Problemas dermatológicos: como quemaduras solares, reacciones alérgicas o eccemas.

  • Trastornos del sueño: derivados de los cambios de horario, viajes largos o exceso de actividad nocturna.


Cómo prevenir ponernos malos en vacaciones

Mantener hábitos saludables antes y durante el descanso

Lo ideal es no esperar a las vacaciones para cuidar el cuerpo. Mantener una alimentación equilibrada, dormir lo suficiente y practicar ejercicio con regularidad ayuda a que el sistema inmunológico no sufra tanto el cambio de ritmo.

Evitar los excesos

Aunque es normal disfrutar de comidas especiales, alcohol o trasnochar, conviene hacerlo con moderación. Los excesos son una de las principales causas de problemas digestivos y fatiga durante el verano.

Preparar los viajes con antelación

Si el destino implica cambios de clima, altitud o alimentación, es recomendable llevar un botiquín básico, hidratarse con frecuencia y dar tiempo al cuerpo para adaptarse. En destinos internacionales, conviene revisar las vacunas necesarias.

Escuchar al cuerpo

Muchas veces el organismo avisa antes de caer enfermo. Síntomas como cansancio extremo, insomnio, irritabilidad o dolores de cabeza recurrentes son señales de que necesitamos parar antes de que aparezca una enfermedad.

Proteger la piel y el sistema respiratorio

El uso de crema solar, ropa adecuada y medidas de higiene básicas (lavado de manos, evitar agua contaminada) reducen el riesgo de problemas en vacaciones.


Vacaciones como oportunidad de resetear el cuerpo

Aunque resulte paradójico, ponerse malo en vacaciones puede ser la forma que tiene el cuerpo de “resetearse”. El descanso permite que afloren desequilibrios que estaban escondidos bajo la rutina del estrés. Lo importante es entender este fenómeno, cuidarse y no verlo como una mala suerte, sino como una llamada de atención a la necesidad de equilibrar trabajo y salud durante todo el año.


Conclusión: disfrutar de las vacaciones sin enfermar es posible

Ponerse enfermo en vacaciones es más habitual de lo que pensamos, y no se debe únicamente a la casualidad. El estrés acumulado, los cambios de rutina y la bajada de defensas son factores clave que explican este fenómeno. La buena noticia es que, con una preparación adecuada y hábitos saludables, se puede reducir considerablemente el riesgo y disfrutar de un descanso reparador.

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