DANI HERMOSILLA
#LaGranotera-. Vaya por delante que, a partir de ahora, Juan Ramón López Muñiz es mi entrenador (nunca dejó de serlo, pero sí que he llegado a dudar de que pueda salvar los muebles y, por tanto, hubiera entendido su destitución). Y vaya por delante que, en el cómputo global de su trayectoria en el club, el balance es más que positivo. Pero cierto es que los últimos acontecimientos han afeado su labor. A veces, entramos en bucle y no vemos las soluciones, más allá de nuestro libreto. Y me da, que eso le ha pasado al bueno de Muñiz. Respecto a la situación creada por el extraño consejo convocado ayer por el club, creo que, llegado a este punto, o se hacía el relevo ahora, o ya se apostaba con él hasta el final de la temporada. Otra cosa (que, seguramente ocurrirá si no hay resultados), será acumular dos errores en uno: un clásico en la gestión de Quico Catalán quien se debate por dos tendencias: la de un consejo que sigue queriendo gestionar a la antigua usanza, con ataques de autoridad (para eso estoy en el consejo), y la facción más profesionalizada, la deportiva y otros departamentos del club (no todos, porque en el seno del club hay de todo), que apuestan por líneas más largas, con balance de resultados al final de cada período y no de forma concreta por dos malos resultados. Tal vez, en los dos sectores haya detractores y defensores. Al final, Quico ha optado por su línea de ‘no cuestionar al entrenador’ y, al final, ante la insistencia, dijo la frase mágica: «Muñiz es mi entrenador y el de este consejo». Vorem.
Pasado el período más complicado de Muñiz desde su llegada, capítulo cerrado para mi. Seguiré evaluando su gestión de la misma manera que antes, con sus luces y sus sombras. No estaré con aquellos que cuanto peor, mejor. Porque esa estrategia, tal y como está la cosa, supondrá un cacharrazo terrible para un club que ha hecho muchas cosas bien en los últimos tiempos, pero que tiene en la gestión deportiva su particular yunque de la adversidad. Como hizo con la no venta a Sarver, Quico Catalán se sacó de la chistera la no destitución de Juan Ramón Muñiz a quien sus jugadores le dejaron en una difícil situación tras el horrendo partido de Anoeta. La magia de Catalán salva al único técnico de los equipos que luchan por el descenso que todavía no había relevado a su entrenador: Las Palmas (3), Deportivo (3), Málaga (2), Alavés (3)… Siempre defendí que las destituciones de entrenadores nunca tenían sentido. Y sigo pensándolo. Lo que sí es cierto es que la situación del técnico asturiano se puede convertir en un problema para Quico Catalán. El Levante no gana si no marca primero. Y el entrenador nunca sale decido a por la victoria. Prefiere esperar. Imaginemos que en el minuto 9 (como en Anoeta) el Betis se adelanta en el marcador. ¿Qué hará Orriols? Girarse al palco, lo más probable. ¿Qué hará Quico si la derrota vuelve a ser dolorosa? Cargarse al entrenador. ¿Y dónde quedará la apuesta del presidente: Muñiz es mi entrenador, es el entrenador de este consejo y del Levante UD? En el limbo. No tenía necesidad el presidente de hacer semejante puesta en escena. Lo de este club y los gestos y la comunicación no tiene por donde cogerse. Cinco horas de reunión para hablar de fútbol es una chorrada de dimensiones considerables. Nadie se lo cree, ni nadie se cree que, tras ‘convocar de urgencia’ al consejo, la decisión sea: ‘no hay decisión, ni se ha planteado’. A veces, algunos dirigentes creen que sus aficionados se chupan el dedo. Y nada de eso. La reunión estaba convocada para tratar la continuidad de Muñiz o cesar al técnico. El consejo, en una buena parte, quería la destitución, por quien, al parecer, la secretaría técnica apostó muy fuerte. Salía Pedro Catalán con cara de pocos amigos bastante antes de que saliera su hijo a decir que nada de nada, que Muñiz es su entrenador. Pero nada más. No nos saca ni de pobres ni de dudas. No habla de que el asturiano acabará la temporada, no habla confianza absoluta, sino de unir a todo el levantinismo en busca de la permanencia. Algo obvio.
Deseo que el míster haya tomado nota de semejante actuación y tome medidas. La primera, enviar al equipo un mensaje de exigencia y ambición: queremos, podemos y vamos a por nuestros rivales. Y, si al final no podemos y descendemos, que no sea porque no lo hayamos intentado. Le pregunté el domingo en Anoeta si no se daba demasiada ventaja a los rivales madurando a los rivales a la espera de su error. La respuesta fue que ‘nosotros tenemos una forma de jugar que unas veces sale bien y otras sale mal’. Error. La responsabilidad de un entrenador es reforzar lo que sale bien y corregir lo que sale mal, incluidos sus propios planteamientos e, incluso, sus convicciones futbolísticas. Eso es lo único yo le echo en cara a Muñiz. Un día un entrenador me dijo que el buen técnico es aquel que con sus decisiones traslada a los jugadores qué quiere, qué busca y cuál es su convicción y su manera de pensar. Si un entrenador tiene miedo, traslada miedo. Y al revés. Por ejemplo. En las segundas partes ante Celta, Deportivo o Real Madrid, Muñiz traslada al equipo que puede, que quiere la victoria, aunque se quedara con sólo dos empates. Ante la Real Sociedad, desde la alineación se traslada un mensaje de vamos a esperar a que se pongan nerviosos: Eusebio se jugaba la vida, y el Levante era una víctima perfecta. El de La Seca, más fiel a su ideario, juntó a peloteros ofensivos y convenció a su tropa para salir en tromba a por el rival. Le pudo salir mal, sí. Pero delante estuvo un equipo que, desde la alineación, estuvo a verlas venir. Y ahí se quedó. Y eso ha pasado muchas veces. Y ese es trabajo de entrenador. No juega, pero decide el ánimo de su tropa.
TRILOGÍA DE PERMANENCIA
La decisión del consejo se agrava con lo que tenemos de calendario inmediato. Lunes-jueves-domigo… Betis, Alavés y Espanyol. Si de ahí no se sale con un mínimo de 6 puntos, la situación se complicará y mucho. El cuarto rival, el Getafe, una semana después, ya quedaría para un posible cambio. Cuatro partidos que reduciría a una decena de partidos la permanencia. Cómo se llegue al final de este microperiodo, dependerá el futuro del técnico y el club, que ha ligado al asturiano su subsistencia. Seamos sinceros: la decisión fácil hubiera sido cargarse a Muñiz e iniciar otro proceso. Es lo que hacen todos los clubes. Lo que pasa es que la decisión tiene, en mi opinión, poco de ‘creer en Muñiz’ y más de la justicia poética de creer que destituir entrenadores ni es la solución ni tiene buena prensa. Hay una parte de la afición -publicada, por supuesto, la de las redes sociales- que clama contra la decisión. Hay muchos otros que han defendido al técnico del ascenso, pero no nos equivoquemos, la gran mayoría guarda silencio y vive el miedo al descenso sin pronunciarse. El lunes en Orriols, saldremos de dudas.
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