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#LaGranotera| ‘No contéis conmigo’, por Dani Hermosilla

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DANI HERMOSILLA

#LaGranotera.- Lo voy a decir muy claro y en corto. ‘No contéis conmigo’. No contéis conmigo para ninguna teoría conspirativa, ni para defender que hay un ecosistema podrido en el mundo del fútbol, por más que los árbitros, sólo cuando se retiran, dicen -eso sí, sólo en privado- que hay consignas en el mundo del arbitraje. Puede que, puestos a especular, esa sea una estrategia de los propios colegiados para garantizarse un lugar en los equipos y en los medios de comunicación. Ahora no lo sé, pero hubo una época que los clubes tenían un árbitro retirado en cada expedición por aquello de cuidar las relaciones con el estamento arbitral, prueba irrefutable -defenderían los – de que ésto existe esa idea en el fútbol. Lo dije alguna otra vez. Si es así, conmigo no contéis. Si alguna vez se demuestra que esa consigna es cierta, que no gana el mejor (mira que en una liga larga es difícil amañar todos los partidos) y que no bajan los peores, simplemente me dedicaré a salir los sábados con mi grupeta en bicicleta y me retiraré de la pasión que siento por un deporte como el fútbol, capaz de generar estados de ánimo y tan complejo como cualquier trabajo colectivo y humano.Y no se trata de un buenismo sin sentido tan de moda últimamente. Se trata de que a esto del fútbol se viene por devoción y afición, aunque sea un negocio por todos los lados. Si no es así, no merece la pena.

Y lo de Mestalla, así lo resumo: ‘lo que pasa en el campo, se queda en el campo’. Ni políticamente correcto, ni periodista de bufanda y garganta blaugrana.Las teorías conspirativas son mucho más sencillas de entender. como dije en Twitter el lunes: «para que roben los otros, que roben los míos»

Quien no llora no mama, dice el refrán, ¿no? Pues eso. Mi creencia no es que los árbitros unas veces te quitan y otras te dan. No. Lo que creo es que hay árbitros buenos y menos menos, malos y muy malos. Como en todos los sitios. Y el del domingo en Mestalla fue eso: malo. Lo curioso es que, hagan lo que hagan, arbitran (no hay sanciones públicas). La picaresca de los futbolistas no se lo ponen fácil, la creencia, de que esa idea extendida en los aficionados que si no protestas y presionas al árbitro, no te dan nada y te toman por tonto, y la falta de la aplicación tecnológica en un país en el que el fútbol vive una absurda guerra entre organismos, no ayudan y están en el origen de todo esto. La máxima de que esto’ está montado para que ganen los mismos es en la mayoría de los casos un deseo de que a mi también me lo hagan. Los árbitros no pueden hablar, ni pedir perdón, ni decir que se han equivocado. En mi opinión, los árbitros, como jugadores y técnicos, deberían pasar por sala de prensa. Explicar su arbitraje, empezar a educar a los aficionados, pedir perdón si se equivocan, comentar acciones y repasar todo lo pasado. Eso les humanizaría, evitaría especulaciones, conoceríamos más cómo se sienten. A lo mejor es una quimera, pero no estaría mal que se les oyese de vez en cuando. No me devolvería los puntos, pero si Medié Jiménez hubiera salido a decir: me he equivocado, lo siento, esta bola no se hubiera hecho tan grande.

Anoeta, punto de partida.

Se ha hablado mucho del arbitraje del domingo en Mestalla, y apenas hemos hablado de fútbol. Y, siendo grave, como lo es, y sintiéndos mal, que sé que os sentís, lo único claro a estas alturas es que nos jugamos la permanencia en los 15 partidos que quedan. Y que Anoeta tiene que ser un punto de inflexión. Ya no me vale un empate, ni mucho menos. Empieza a urgir ganar de tres en tres, entre otras cosas porque, cuando tuviste el colchón de puntos, no sentiste la necesidad imperiosa, y ahora los empates, como dice Muñiz, penalizan. Y lo que es peor: hoy por hoy -así me lo ha trasladado esta plantilla y este entrenador con el paso de los partidos- veo al Levante incapaz de ganar a ningún equipo y sólo capaz de, si no te marcan, perder también con pocos equipos.

Hoy por hoy -así me lo ha trasladado esta plantilla y este entrenador con el paso de los partidos- veo al Levante incapaz de ganar a ningún equipo y sólo capaz de, si se tercia, perder también con pocos equipos»

Es decir, lo de los empates, no es una casualidad. Un equipo que madura los partidos durante la primera parte, encaja gol primero casi siempre, y su juego ofensivo no le llega para marcar más de un gol por partido de normal -a pesar de sendos empates ante dos de los peores equipos defensivamente hablando de la liga, como Deportivo y Real Madrid– apenas tiene opciones de ganar, si no le sale todo redondo. Analicemos las tres victorias granota en la liga. Contra el Villarreal. Llegas sin encajar al último minuto, y el colegiado te regala un penalti, aunque tu gozas de ocasiones suficientes para haber ganado de forma holgada el partido. Segunda victoria, curiosamente contra la Real Sociedad. Partido redondo. Te adelantas con un golazo de Chema justo antes del descanso, marcas el segundo de penalti y el tercero, cuando Enis Bardhi las enchufaba todas de falta. Por último, la victoria en Las Palmas, última en liga allá por el mes de noviembre. Partido parejo con ocasiones de uno y otro equipo. Da la impresión que quien marque se lleva el partido. Doukoure de cabeza abrió la lata. Jason, que el año pasado hizo diez goles y este año sólo lleva uno, el 0-2 (un golazo, por cierto). Conclusión: sólo ganas, si mantienes portería a cero y, por consiguiente, nunca ganas si es el contrario el que se adelanta. Y así ha pasado.

Decía el jueves el míster -en el que sigo creyendo, a pesar de la tozudez a la hora de poner innegociables tácticos en sus planteamientos (extremos y defensa adelantada)- que utilizaban dos sistemas -con una y dos puntas- en función del resultado y blablabla… Pues no. Si nos vamos a los datos, las segundas partes ante Celta, Deportivo y Real Madrid demuestran que el equipo es más punzante con dos puntas. Pazzini tocó más balones contra el Real Madrid que en todo el tiempo que jugó contra el Valencia. Que los delanteros tengan tan poco protagonismo ofensivo viene dado porque el equipo construye poco fútbol. No hay pases interiores y los laterales y los extremos entran por el mismo sitio. Además, la entrada de Ivi, por ejemplo, obliga a jugar a Morales en la derecha, donde no se encuentra cómodo. Cosas que se ven desde fuera y que a buen seguro el entrenador las ve desde dentro, y opta por mantener el orden. Él verá otras cosas, supongo (y espero) Pero la verdad, el Levante sólo es un equipo competitivo cuando deja de especular y se va a la heroica. El año pasado, la estrategia de madurar los partidos le era suficiente, fundamentalmente porque no encajaba. Este año: siempre encaja. Y nadar aguas arriba supone, además de requerir un gran esfuerzo, un desgaste mental importante. La doble remontada contra el Real Madrid fue un punto de inflexión, pero no te sacó de pobre numéricamente.

¿Turno para Roger?

Dicho ésto, la final de Anoeta. La Real es un equipo que se nos puede dar bien, sin duda. Un equipo que juega abierto, que va a salir a por todas desde el primer minuto y que va a hacer buena esa teoría de esperar, bien ordenaditos, a que el rival la cague para aprovechar nuestra ocasión. Vamos, estilo Eibar. Ojalá. Me da que después de que, primero Boateng contra el Real Madrid; después Pazzini contra el Valencia… le toca el turno a Roger Martí, el único punta que ha demostrado sentirse a gusto como punta de ataque en un equipo de Muñiz, el único capaz de generar zozobra en la defensa contraria y el único que entiende a las mil maravillas el juego de extremos: su conexión con Morales y Jason, muy buena -me da también que Ivi será revulsivo como en A Coruña– Y digo que me da porque el de Torrent ya ha jugado a buen nivel en varios partidos, ha tenido tiempo de ponerse a punto y tiene mucha hambre de gol. Es la esperanza. Al menos, para mi. Al míster le diría que, teniendo cuatro tíos para marcar, tal vez sería hora de empezar a ponerlos de dos en dos, con cargas defensivas, pero de dos en dos.

El Levante del retorno a Primera División, empató (1-1) en su debut en LaLiga en Anoeta, con el aquel golazo de falta de Ian Harte, en un inicio espectacular del equipo dirigido por Bernd Schuster -en sustitución del querido Manolo Preciado- que llegó a ponerse tercero pero que acabó descendiendo tras un pésimo final de liga.

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Qué pasó un 22 de julio

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Qué pasó un 22 de julio

José Luis Fortea

………….corría el verano de 1975, aquel en el que no cesaba de sonar en las radios el Bimbó de Georgie Dann, que acabaría siendo declarada oficialmente la canción del verano, aquel en el que Televisión Española emitía su series detectivescas de moda, las de “Tony Baretta” y “Kojak” y que amenizaba desde el pasado mes de abril, la noche de los sábados, con un nuevo programa llamado “Directísimo”, presentado por un joven bilbaíno de treinta y tres años, de grandes bigotes, llamado José María Íñigo Gómez.

Bernard Thévenet

Aquel verano, en el que ganaba el tour, contra todo pronóstico, el francés Bernard Thévenet, imponiéndose a un Eddy Merckx, líder desde la sexta jornada, que había sido golpeado por un espectador en su costado derecho en el ascenso al Puy de Dome, presentando desde entonces unas molestias que le harían perder a partir de aquella etapa, la decimocuarta, el maillot amarillo y que no lo volvería a recuperar, de un periodo estival más que sofocante y tórrido, en el que una caña en aquellos días costaba entonces diez pesetas, de aquel verano, el del 75, el último del jefe del Estado español, que fallecería cinco meses más tarde.

Qué pasó un 22 de julio

El martes 22 de julio, de un día como hoy, de hace más de cuarenta años , a unos cincuenta y tres kilómetros de Sevilla, en el término municipal de Paradas, iba a tener lugar uno de los sucesos más trágicos de los últimos tiempos, que acabaría por convulsionar la vida de sus cerca de ocho mil habitantes, de un terrible episodio que en los juzgados terminaría conociéndose como el expediente 20/75.

A unos cuatro kilómetros de la mencionada población de Paradas, se encuentra la finca de los Galindos, perteneciente, desde hace seis años, a Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, donde suele acudir esporádicamente, en tiempo estival, sin la compañía de su mujer, María de las Mercedes Delgado Durán. Al frente del aludido inmueble, se encuentra Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, antiguo legionario y miembro de la Guardia Civil, que allí vive junto a su mujer Juana Martín Macías, de cincuenta y tres años, desempeñando las tareas de capataz, en unos terrenos dedicados principalmente al cultivo de la aceituna.

En el cortijo trabajan siete personas, tres tractoristas y cuatro temporeros, que a eso de las ocho de la mañana, de aquel martes día 22, ya se encuentran allí para ponerse a bregar, antes de que el sol les ajusticie con esos 49 ºC que alcanzarán a lo largo de aquella misma mañana. Zapata, como de costumbre, es quien distribuye “la faena”, mandando a las alpacas, a medio kilometro de la finca, al tractorista José González Jiménez, a un segundo tractor, junto con tres braceros, a la parte posterior del cerro y al tercer tractorista Ramón Parrilla a regar garrotes (que son los troncos de los olivos metidos en bolsas con tierra) de una jornada laboral que se prolongará hasta la una, momento en el que harán un alto en el camino para almorzar, durante cerca de media hora, y proseguir hasta eso de las cuatro de la tarde, cuando el mercurio se encarame en lo más alto de los termómetros respondiendo al calor abrasivo de esos casi cincuenta grados.

Y es entonces, sobre esa hora de las cuatro de la tarde, cuando el grupo de los tres temporeros que se encuentran en la parte del cerro observan salir un humo negro y espeso del cortijo, dirigiéndose rápidamente hacia allí.

Al llegar al lado de la verja de la entrada, encuentran restos de lo que parece un reguero de sangre, que les hace presagiar que alguien pudiera haber resultado herido, de un rastro abundante que dibujando un movimiento sobre la tierra serpenteante poco a poco se va diluyendo hasta llegar a desaparecer, por lo que Antonio Escobar, uno de aquellos trabajadores, acude raudo hacia el cuartel de la Guardia Civil, para dar el pertinente aviso, mientras Antonio Fenet Pastor, que lleva cinco años trabajando las tierras de Los Galindos, divisa lo que le da la sensación son dos cuerpos mutilados en aquel fuego que acelerado con gasolina desprende un olor más que nauseabundo, decidiendo no indagar más, hasta la llegada de la Benemérita.

No tardan mucho en personarse en el cortijo el cabo Raúl Fernández acompañado de un número de la Guardia Civil, para realizar las primeras diligencias de investigación. Al entrar en la casa, observan, al lado de una mesa camilla, otro gran charco de sangre, cuyo rastro se dirige pasillo arriba, hacia donde se encuentra la puerta de una habitación cerrada con un candado, colocado en la parte exterior, que fuerzan para poder acceder a su interior, encontrándose una vez dentro, el cuerpo de Juana Martín, la mujer del capataz, con la cabeza destrozada, golpeada por algún objeto romo, no hallándose nada más reseñable en la vivienda.

En el exterior, donde todavía permanece encendido aquel fuego, aparecen los restos casi calcinados del tractorista José González, Pepe, de 27 años y su esposa Asunción Peralta, seis años mayor que él, de 34 años, a quien al parecer había ido a recoger al pueblo para traerla allí, en algún momento de aquel día, aparcando su seiscientos de color crema en la entrada del cortijo, desconociéndose los motivos.

En la cuneta del llamado Camino de Rodales, cubierto con un montón de paja, se descubre un cuarto cuerpo sin vida, el del jornalero Ramón Parrilla, de 40 años de edad, tractorista eventual de la finca, muerto de un disparo de escopeta.

De Zapata, el capataz de la finca de Los Galindos, no hay rastro alguno, por lo que las primeras sospechas recaen sobre este, emitiéndose incluso, a la mañana siguiente, por el recién llegado juez del juzgado de Écija (al estar el de Carmona de vacaciones) Andrés Márquez Aranda la pertinente orden de busca y captura.

Al parecer, en los mentideros del pueblo, se decía que las relaciones entre el capataz y el tractorista Pepe no eran todo lo buenamente deseables que podían ser, fruto de un intento de José González por cortejar a una de las hijas de Zapata, negándose este a dicha relación, enemistando en cierta manera a ambos. Lo cual fue considerado como un posible móvil de aquel crimen, aunque no resolvía las dudas existentes sobre las restantes muertes.

Y fue entonces cuando tres días más tarde, el 25 de julio apareció el cadáver del capataz, que tras la autopsia realizada determinaría que había resultado ser la primera de las víctimas de aquel crimen que ya sumaba con esta, cinco muertes, desarbolando la hipótesis que se había venido considerando como probable.

El sumario del caso, el denominado expediente número 20 de 1975, con más de mil trescientos folios, ha dado a lo largo de la historia numerosas elucubraciones y teorías que no han podido resultar finalmente probadas, recayendo durante años las sospechas, tras haber sido encontrado el cuerpo de Manuel Zapata, sobre José González Jiménez que juzgado y condenado por el pueblo tendría que esperar hasta la exhumación de los cadáveres mediante orden emitida por el juez Heriberto Asensio que acabaría determinando que el “sospechoso” era, de igual forma, triste víctima de este suceso, y que además en opinión del prestigioso médico forense Luis Frontela Carreras, estudiando aquellas manchas de sangre en el piso encontradas, concluiría que a –“Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio entre dos personas por lo menos”- .

Transcurrido los plazos legales previstos sin encontrarse el culpable de estos hechos, la causa quedaría archivada en el año 1988, y siguiendo el principio que extingue la responsabilidad criminal por el transcurso del tiempo, siendo para este tipo de delitos el previsto de veinte años, fue por tanto declarado su prescripción en 1995, a los veinte años de haberse cometido.

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