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De rescatar una ballena a salvar un bebé atragantado: el verano de la Cruz Roja en las playas valencianas

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(EFE).- El rescate de una ballena de 50 toneladas y 18 metros de longitud y el de un bebé de un año que se había atragantado con un cubito de hielo son algunas de las 34.979 asistencias sanitarias y sociales que Cruz Roja ha realizado este verano en las playas de la Comunitat Valenciana.

En el medio centenar de playas que ha estado presentes, los socorristas de la Cruz Roja han realizado 583 rescates, de los que 463 fueron en playas de la provincia de Alicante (22.708 asistencias en total) y 120 en las de Valencia (12.271 asistencias en total).

En el conjunto del país, Cruz Roja ha realizado entre el 21 de junio y el 15 de septiembre 55.453 atenciones que van desde primeros auxilios en caso de pequeños accidentes, localizar menores perdidos, facilitar el baño a personas con discapacidad o mayores a tareas de salvamento en el agua.

La organización ha desplegado sus recursos en 248 playas de la península y las islas con más de 1.000 personas que han localizado a 613 personas y han ayudado a que 21.886 personas con discapacidad o movilidad reducida pudieran disfrutar del baño adaptado.

La mayor parte de las asistencias sanitarias (32.954) de esta temporada en las playas están relacionadas con picaduras, esguinces, luxaciones y otras curas.

Desde las playas de la Comunitat, donde ha habido un despliegue diario de 270 profesionales, se han realizado 293 traslados a centros hospitalarios -157 en Alicante y 136 en Valencia- y han localizado a 165 menores extraviados -101 en playas alicantinas y 64 en las valencianas-.

La labor ha sido posible gracias a acuerdos con doce ayuntamientos, los alicantinos de Xàbia, Dénia, Santa Pola y Guardamar del Segura y los valencianos de Bellreguard, Daimús, Gandia, Guardamar de la Safor, Miramar, Oliva, Sueca y València.

Entre los rescates de este verano, según Cruz Roja, ha habido uno «tan inusual como atípico», el de una ballena de 50 toneladas y 18 metros de longitud que quedó atrapada en el Real Club Náutico de València y a la que consiguieron devolver a mar abierto.

Además, durante el mes de agosto una bebé de un año se atragantó de manera accidental con un cubito de hielo en la playa de Santa Pola y fue socorrida por el personal de Cruz Roja, que le practicó la maniobra de Heimlich y consiguió que lo expulsara y su reanimación.

Pero los socorristas también asumen una labor de concienciación con mensajes preventivos a pie de arena: este verano con más de 350.000 recomendaciones en toda España para evitar golpes de calor, cortes de digestión o lesiones producidas por los animales marinos.

«Aunque la parte de rescate parece más importante, la prevención es esencial», destaca el responsable del programa de playas, Miguel Ángel Sánchez, que asegura que sin esta prevención habría el doble de situaciones de riesgo y se atendería al doble de personas.

Las playas de Chiclana, Dénia, València, Cádiz, Santander, Tenerife, Las Palmas y Torremolinos han contado con un proyecto de colaboración en el que las personas con movilidad reducida o dependencia y sus familias han podido disfrutar con más seguridad en espacios especiales con sillas anfibia, muletas y andadores, además de espacio para ejercicio y zonas de masajes y actividades.

También el componente medioambiental forma parte de la intervención de Cruz Roja: la sensibilización a la población y la movilización de recursos para la recogida de plásticos y limpieza de playas son otras de las acciones destacadas en el dispositivo.

La organización ha contado esta temporada con drones de última generación para localizar objetos flotantes, manchas de contaminación o posibles personas con necesidad de ayuda en el agua, así como con el dispositivo de control remoto acuático de salvamento (CRAS), que permite rescatar a las víctimas acercándolas hasta la orilla y que «es ideal en zonas de alto peligro».

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¿Por qué tomamos uvas en Nochevieja? El origen del ritual más popular de Año Nuevo en España

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Cada 31 de diciembre, millones de personas en España repiten el mismo gesto: comer doce uvas al ritmo de las campanadas para dar la bienvenida al Año Nuevo. Es uno de los rituales más arraigados de la cultura española, pero ¿de dónde viene esta tradición?, ¿qué significado tiene realmente?, ¿y desde cuándo se practica?

El significado de las doce uvas de la suerte

La tradición marca que se deben comer doce uvas, una por cada campanada del reloj que anuncia el inicio del nuevo año. Cada uva representa un mes del año, y tomarlas sin atragantarse simboliza buena suerte, prosperidad y protección para los doce meses siguientes.

Más allá de la superstición, el ritual se ha convertido en un acto colectivo, casi ceremonial, que une a familias y amigos frente al reloj —especialmente el de la Puerta del Sol de Madrid— para cerrar el año y empezar otro con esperanza.

¿Desde cuándo se toman uvas en Nochevieja en España?

Aunque pueda parecer una costumbre ancestral, no es tan antigua como se cree. El origen de las uvas de la suerte se sitúa a finales del siglo XIX y principios del XX.

La versión más aceptada: Madrid, finales del siglo XIX

Según los historiadores, el ritual comenzó en Madrid en 1882, cuando algunos ciudadanos empezaron a reunirse en la Puerta del Sol para despedir el año comiendo uvas como acto burlesco. Era una forma irónica de imitar a la burguesía madrileña, que celebraba el Año Nuevo con uvas y champán siguiendo modas francesas.

El gesto, inicialmente provocador, fue ganando popularidad entre el pueblo.

El impulso definitivo: el excedente de uva de 1909

La tradición se consolidó definitivamente en 1909, cuando los viticultores del sureste español —especialmente de Alicante y Murcia— tuvieron una cosecha excepcional de uva. Para dar salida al excedente, lanzaron una campaña popularizando las “uvas de la suerte” como símbolo de prosperidad para el nuevo año.

La idea tuvo tanto éxito que el ritual se extendió rápidamente por toda España.

De costumbre popular a tradición nacional

Durante el siglo XX, la tradición de las uvas se afianzó gracias a la radio y, más tarde, a la televisión. Las campanadas retransmitidas desde la Puerta del Sol convirtieron el ritual en un evento colectivo seguido en todo el país.

Hoy, las uvas forman parte inseparable de la Nochevieja española y se exportan incluso a comunidades españolas en el extranjero.

¿Por qué exactamente uvas y no otro alimento?

La uva simboliza desde la Antigüedad abundancia, fertilidad y celebración. Además, es una fruta fácil de consumir, asociada al vino y a los brindis, lo que la convierte en el alimento perfecto para cerrar el año con un mensaje positivo.

Con el tiempo, se han adaptado versiones más prácticas, como uvas peladas, sin pepitas o sustituidas por gominolas, pero el simbolismo permanece intacto.

Un ritual que une pasado y presente

Más de un siglo después, comer uvas en Nochevieja sigue siendo un acto cargado de tradición, superstición y emoción. No importa si se hace en casa, en una plaza o frente al televisor: el gesto conecta generaciones y recuerda que el Año Nuevo empieza mejor compartido.


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