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El falso mito de que los helados y las cosas frías refrescan: lo que dice la ciencia

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El falso mito de que los helados y las cosas frías refrescan
PIXABAY

Con la llegada del calor, buscamos formas de combatir las altas temperaturas. Entre ellas, una de las más extendidas es la de consumir bebidas muy frías, polos o helados, creyendo que con ello lograremos una sensación duradera de frescor. Sin embargo, esta creencia tan extendida es en gran parte un mito que puede tener el efecto contrario al que buscamos. ¿Por qué? La ciencia tiene la respuesta.

¿Por qué creemos que los alimentos fríos refrescan?

La idea de que consumir algo frío alivia el calor se basa en una sensación inmediata: al tomar un helado, beber agua con hielo o comernos un granizado, notamos que la boca, la garganta y hasta el estómago se enfrían momentáneamente. Esta sensación es real, pero muy breve. Nuestro cuerpo, sin embargo, interpreta ese cambio de temperatura de una forma muy distinta a como pensamos.

El mecanismo del cuerpo ante el frío interno

Cuando ingerimos algo muy frío, nuestro cuerpo lo detecta como una agresión térmica interna. En lugar de agradecerlo, reacciona con un mecanismo de defensa: comienza a aumentar la temperatura corporal para equilibrar el descenso brusco provocado por ese alimento o bebida.

Esto se traduce en un efecto paradójico: tras la sensación de frescor inicial, nuestro cuerpo trabaja más para recuperar su temperatura habitual, generando más calor y, por tanto, sudoración. Es decir, tras ese respiro de frío, acabamos más acalorados que antes.

¿Qué dice la ciencia sobre los alimentos fríos y la termorregulación?

Estudios en el campo de la fisiología han demostrado que los alimentos y bebidas muy fríos pueden alterar el equilibrio térmico del cuerpo. Una investigación publicada en la revista Appetite analizó el efecto de bebidas calientes y frías en distintas condiciones climáticas y concluyó que, en climas cálidos, las bebidas frías tienen un efecto refrescante muy limitado en comparación con el aumento de calor metabólico que provocan.

Por el contrario, otras prácticas culturales como beber té caliente o infusiones tibias en países desérticos (como Marruecos o Egipto) ayudan realmente a refrescar el cuerpo, ya que activan mecanismos naturales de termorregulación como la sudoración, que sí enfría el cuerpo de forma eficiente.

El caso del helado: más calorías, más trabajo para el cuerpo

El helado, además de ser frío, tiene una alta carga calórica. Esto significa que el cuerpo no solo debe luchar contra el descenso de temperatura interna, sino que también debe trabajar para digerir grasas y azúcares. Ese proceso digestivo genera calor interno (lo que se conoce como «termogénesis»), y puede hacer que la sensación de calor se prolongue más de lo esperado.

Además, su textura cremosa y densa implica que permanece más tiempo en el aparato digestivo, lo cual prolonga la digestión y el esfuerzo térmico del organismo. En resumen, el cuerpo se “esfuerza” el doble: primero para contrarrestar el frío y después para procesar el alimento.

¿Entonces qué podemos hacer para refrescarnos de verdad?

Aunque los helados son un placer del verano y no hay por qué renunciar a ellos, es importante saber que no son la mejor opción si lo que buscamos es enfriar el cuerpo. En su lugar, puedes adoptar estas estrategias más eficaces:

  • Beber agua templada o ligeramente fresca, no helada. Esto hidrata sin provocar reacción térmica.

  • Duchas tibias: mejor que frías, ya que el agua muy fría puede provocar una respuesta contraria (vasoconstricción) y hacer que aumente la sensación de calor.

  • Ropa ligera y transpirable: elegir tejidos naturales como algodón o lino.

  • Evitar comidas pesadas o muy calóricas, ya que su digestión genera más calor interno.

  • Consumir frutas con alto contenido de agua como sandía, melón, pepino o piña.

El papel de la percepción psicológica del frescor

No podemos ignorar que la sensación de frescor también tiene un componente psicológico. Tomarse un helado en una terraza, con una ligera brisa, puede hacernos sentir bien, relajados y “refrescados”, aunque fisiológicamente no estemos más frescos. Esa asociación emocional y placentera puede hacernos percibir el helado como una buena opción para el calor. Sin embargo, es importante no confundir sensación con efecto real.

Conclusión: frescor inmediato, efecto rebote

Consumir helados, bebidas heladas o alimentos fríos puede generar una sensación momentánea de alivio, pero el cuerpo no los interpreta como una ayuda. Al contrario: activa sus mecanismos de defensa para contrarrestar el enfriamiento interno, lo que se traduce en un aumento de temperatura corporal. En lugar de refrescarnos, acabamos sudando más y con una mayor sensación térmica de calor.

Así que, la próxima vez que el termómetro suba, recuerda: el frescor verdadero no siempre viene en forma de hielo. Hidratarse correctamente, protegerse del sol y usar ropa adecuada son las verdaderas claves para combatir el calor estival.

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Día de acción de gracias: historia y curiosidades detrás de una de las celebraciones más arraigadas de Estados Unidos

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Cada cuarto jueves de noviembre, Estados Unidos celebra Acción de Gracias (Thanksgiving), una de las festividades más importantes y emocionantes del país. Considerada por muchos más relevante que la propia Navidad, esta cita reúne a millones de personas en torno a un mismo propósito: agradecer, compartir y reencontrarse con la familia. Tanto es así, que es la semana con más desplazamientos del año en todo el territorio estadounidense.

Aunque hoy la imagen de esta jornada se asocia al pavo asado, las largas sobremesas, el fútbol americano y el desfile de Macy’s, Acción de Gracias tiene una historia fascinante que se remonta al siglo XVII, además de múltiples tradiciones modernas que no todo el mundo conoce.

A continuación, repasamos sus orígenes, el porqué del menú y cinco curiosidades sorprendentes sobre esta centenaria celebración.


🌽 Origen y evolución de una tradición de gratitud y unión

El origen más extendido sitúa la primera celebración de Acción de Gracias en 1621, cuando los colonos ingleses de Plymouth (Massachusetts) y los nativos Wampanoag festejaron la primera cosecha exitosa tras un invierno devastador. Aquella reunión, que duró tres días, incluyó pavo, calabaza y frutas secas, aunque también había maíz, venado y marisco.

Sin embargo, existen otros precedentes:

  • El primer servicio de Acción de Gracias europeo documentado en Norteamérica se celebró en 1578 en Terranova.

  • Es muy probable que los españoles realizaran ceremonias de agradecimiento incluso antes en Florida.

  • Mucho antes de la llegada europea, los pueblos indígenas celebraban rituales para asegurar buenas cosechas, como la Danza del Maíz Verde de los cherokee.

A lo largo de los siglos, las celebraciones locales fueron dando paso a una festividad nacional. Tras una propuesta de 1789 para dar gracias por la Constitución, George Washington estableció una primera fecha. Más tarde, la incansable editora Sarah Josepha Hale promovió durante décadas la unificación del festivo, hasta que en 1863 Abraham Lincoln declaró Acción de Gracias como celebración nacional el último jueves de noviembre.
El Congreso fijó definitivamente la fecha en 1941, tal y como se celebra hoy.


Por qué se come pavo en Acción de Gracias

El pavo no se convirtió en protagonista por tradición simbólica, sino por practicidad. Para los primeros colonos, el pavo salvaje:

  • era abundante en la región,

  • tenía un gran tamaño, ideal para alimentar a grupos numerosos,

  • no aportaba otros recursos como huevos o leche, por lo que sacrificarlo no afectaba a la economía doméstica.

Con el tiempo, la preparación del pavo se convirtió en un símbolo de abundancia y unión familiar, hasta convertirse en el plato más icónico del día.

Además, cada año el presidente de Estados Unidos indulta un pavo en una ceremonia televisada. Aunque la tradición se formalizó en 1989, surgió de forma espontánea cuando George H. W. Bush, ante el nerviosismo del ave, bromeó con que no terminaría en la mesa de nadie. Desde entonces, los pavos indultados viven en granjas y parques agrícolas convertidos en auténticas “celebridades”.


5 curiosidades sobre Acción de Gracias que no todo el mundo conoce

1. El primer banquete duró tres días y tenía un menú muy diferente

En 1621, colonos y nativos celebraron durante tres días un banquete de agradecimiento. Aunque se suele relacionar esta fecha con el pavo, el menú incluía venado, pescado, marisco, maíz, calabaza y frutas secas, más cercano a un festín de supervivencia que al típico menú actual.


2. Thanksgiving era originalmente un día de oración y ayuno

Mucho antes del banquete familiar, Acción de Gracias era una jornada de reflexión religiosa entre los colonos ingleses. Se trataba de un día para ayunar, rezar y agradecer cosechas o pedir protección. Con el tiempo, el ayuno se convirtió en abundancia y la fiesta tomó un carácter más comunitario y festivo.


3. Solo dos presidentes cambiaron la fecha oficial

Aunque hoy es inmovible, en 1939 y 1940 Franklin D. Roosevelt adelantó la celebración al tercer jueves de noviembre. ¿El motivo? Dar más días de compras a los comerciantes en plena Gran Depresión. La polémica fue tal que en 1941 se fijó definitivamente la fecha actual.


4. El National Day of Mourning: otra cara de la celebración

Desde 1970, algunas comunidades indígenas celebran, en paralelo, el National Day of Mourning (Día Nacional de Luto). En vez de dar gracias, denuncian que la llegada de los colonos supuso violencia, epidemias, desplazamientos y pérdida de tierras para los pueblos nativos.


5. Macy’s, fútbol americano y “turkey trots”: las tradiciones modernas

Thanksgiving no sería lo mismo sin:

  • El desfile de Macy’s, que desde 1924 llena Nueva York de carrozas, globos gigantes y bandas musicales, marcando el inicio de la Navidad.

  • El fútbol americano, tradición desde 1934, con los Detroit Lions y los Dallas Cowboys como protagonistas.

  • Las “turkey trots”, carreras populares que se celebran por la mañana en cientos de ciudades para “ganarse la cena”. La más antigua data de 1896 en Buffalo.


Una fiesta que combina historia, cultura y tradición

Acción de Gracias es mucho más que una gran comida: es una reunión nacional que mezcla historia, familia, memoria y agradecimiento. Cuatro siglos después de aquel primer banquete, sigue siendo una de las celebraciones más queridas y arraigadas de Estados Unidos.

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